Verano, tiempo del yo


 

Verano, tiempo apetecido en el que se rompe con la rutina del trabajo, con la monotonía diaria, con el ruido que nos aturde, con la tensión de los problemas cotidianos, también para encontrarnos con los otros, con ese amigo que vuelve a su casa, a su tierra de siempre. Tal vez sea también un tiempo para encontrarnos con nosotros mismos, con nuestro yo más profundo en su desnudez.

Verano significa silencio, puestas de sol en el mar, perderse entre las páginas de un libro, pasear al atardecer, una mesa compartida, un café entre cigarros mientras se divaga entre conversaciones humanas y divinas, cambiar de actividad, quitarnos el polvo que hemos acumulado durante el invierno, pensar y reflexionar, preguntarnos por el sentido de nuestra vida, saber si escogimos el camino adecuado, si dimos la mano a quien la necesitaba o, simplemente, pasamos de largo.

Verano, para quienes quieran disfrutar del día a día, de los pequeños regalos de la vida, de la compañía grata, de la amistad sincera, del pan compartido en la mesa familiar, de la copa de vino alzada en un brindis por la vida y por la amistad.

Busquemos en nuestra soledad más profunda y sincera la verdad de la vida y de los acontecimientos. Huyamos de la superficialidad que nos vende el sistema impuesto y que invade nuestro mundo. Busquemos la felicidad que humaniza y la alegría que une corazones.
Amigos y amigas. Vivamos el caluroso verano mientras esperamos que el otoño haga caer las primeras hojas de un árbol que espera ansioso las primeras aguas del invierno. Feliz Verano a todos. Ánimo y adelante.

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