(A esos nidos de ametralladora que quedan por nuestro municipio y los vecinos , a esos que aún no ha podido enterrar la acción luchadora de los agentes atmosféricos, a los que parecen fósiles de la historia)
Si recorremos nuestros campos y alrededores de poblaciones, de interior o costeras, podemos hallar los restos de unos singulares cascos de piedra. Cascos de guerreros anónimos, yelmos de hormigón y cemento. En no lejanas fechas, en aquellos años de postguerra sus ojos, hoy vacios de metralla, estaban prestos vigilando para, si era necesario, lanzar , en dirección a La Bahía, sus terribles proyectiles de muerte.
Formaban, todos esos, singulares morriones; otra línea, raya de potencial fuego . Bajo la visera del viejo casco observo su terrible ojo rasgado, el que mira sin ver hacia un horizonte de paz. Por suerte, bacinetes extraños, en estas fechas estáis cegados, muertos , olvidados y casi semienterrados en el pasado.
Guerreros, soldados, sois vosotros los cascos, que vuestra cabeza era todo un polvorín, nidos de ametralladoras; en este momento licenciados , por suerte, pero seguís firmes y quietos en el puesto que en su día os asignaron. Nadie os mira , ningún ser vivo se intimida con vuestra presencia ni teme a vuestra mirada porque ahora es fría, despide el aire de una construcción vacía, sin sentido. Vuestra ojeada no siembra de dinamita los campos, esas cabezas, la de vosotros , yelmos de piedra, por suerte para todos, están totalmente vanas y si algún pájaro en vos aletea es alguna alondra o chotacabras que en esas piedras, como el mismo búho, busca refugio sin saber que en aquellas datas eran nidos de pólvora esperando la voz de “fuego” que encendiera la chispa de la ráfaga maldita.
Eráis solamente lugar donde se asentaba el águila atenta y vigilante , es posible que hoy también , sirviendo de atalaya o prominencia, venga a posarse algún cernícalo o halcón peregrino que busca en la depresión palmoneña su posible presa.
Nidos de ametralladoras camuflados en el matorral, en la ladera entre el pastizal, o en la misma orilla de la playa, como el caso del Rinconcillo, que nunca vuelva a morar en vosotros la bala loca que busca diana humana. Que estas vegas tranquilas y hermosas nunca sean perturbadas por el silbido mortal de los pajarracos de fuego , que siempre arrulle la tórtola y la paloma que con su canto anuncia que vivimos en una artesa de paz, pues eso es está Depresión del Palmones, una panera singular elaborada con la corcha de estos chaparros que la recubren y siempre amparan, panera donde el municipio de Los Barrios se siente renacer cada día.
La paz, casco , es la que hace fructificar al llano que hoy es amarillo porque está cubierto de ese oro que son las mieses bien maduras y por ella, por la grandiosa paz, es lo único que merece vivir el ser humano y olvidarse de todo.
Los nidos de piedra, esos cascos, solamente pueden albergar al cuervo maldito que crascita y grita por su existir agorero o al reptil que silencioso acecha , por eso , gorro belicoso, aún mi mirada huye de tu ojo terrible , intento escapar para no pensar en los nidos de muerte.
Pero, ahí sigues mirando sin mirar el paso del tiempo.
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