Fibra, por M. Ríos


 

Toda dieta sana debe contener fibra, un elemento constitutivo de todos los alimentos de origen vegetal. Procede de las paredes celulares de las plantas, y la fibra es más dura cuanto más vieja es la planta.

Aunque la fibra apenas posee un valor nutritivo por sí sola, es indispensable para la digestión. Cuanta más fibra se ingiera, más agua es capaz de absorber el sistema digestivo, de forma que aumenta el volumen de las heces: éstas pueden progresar a través de los intestinos con mayor facilidad. Un aporte elevado de fibra permite regular el nivel de azúcar en la sangre y disminuir el de colesterol, que es eliminado junto con las heces. Además, la fibra disminuye la sensación de apetito.

La manera de estimular un sistema digestivo aletargado consiste en tomar grandes cantidades de fibra, beber al menos un litro de agua al día y practicar un poco de ejercicio de forma regular. Las autoridades sanitarias fijan en 18g de fibra la cantidad mínima que se ha de ingerir al día, aunque algunos especialistas en nutrición elevan esta cifra hasta los 35g.

En cualquier caso, lo cierto es que para disfrutar de un sistema digestivo sano es preciso ingerir bastante más fibra que la cantidad media que se suele ingerir en los países industrializados. Una dieta pobre en fibra puede llevar a la aparición de la diabetes, cardiopatía isquémica así como trastornos digestivos , como cáncer de colón, enfermedad diverticular, cálculos biliares y estreñimiento.

Cambiar de dieta

Si está acostumbrado a seguir una dieta pobre en fibra, cambiar repentinamente a otra ricas en ella puede provocar toda una serie de trastornos intestinales o flatulencia hasta que el organismo se adapte.

Así pues, aumente el aporte de fibra de forma gradual , empezando por la soluble, y beba gran cantidad de agua, sobre todo entre horas. Si algún alimento rico en fibra le causa molestias, cámbielo por otro manteniendo en todo momento una dieta lo más variada posible.

El salvado constituye uno de los alimentos que más alteraciones digestivas puede ocasionar, y en algunos casos puede llegar incluso a dificultar la asimilación de ciertos minerales esenciales, en especial el cinc. Por otro lado, los niños que siguen una dieta rica en fibra pueden presentar estados carenciales de calcio, sobre todo si no beben leche con regularidad.

En realidad, la mayoría de los problemas que suelen presentarse al cambiar bruscamente a una dieta de elevado contenido en fibra acostumbran a deberse a la dificultad del organismo a prescindir de las grasas o azucares a que estaba habituado. Por ello, hay que darle cierto margen para que se acostumbren a la nueva dieta, pero el esfuerzo bien merece la pena.

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