Este pasado martes 18 de septiembre de 2012 ha muerto con 97 años mientras dormía su siesta el insigne, polémico, denostado, querido, revolucionario y lúcido Santiago José Carrillo Solares. No hallarán epitafio, porque el mar que baña su Asturias acogerá sus cenizas, pero valgan estas frases de su boca : “Sigo siendo un luchador; me considero hoy un francotirador político, y a mi manera sigo sembrando ideas para crear una nueva izquierda en la que yo ya no voy a desempeñar ningún papel, pero que creo que hace falta en este país y en el mundo”.
Sin intención de adoctrinar ni defender colores o políticas, nadie podrá negarle a Carrillo su figura histórica y su actuación positiva en la transición española, luchando desde el exilio contra el fascismo y la represión. Su biografía es una radiología de la Historia de España durante buena parte del siglo XX. Nacido un 18 de enero de 1905 en Gijón ? Asturias, desde los quince años participa ya en la acción política de la izquierda de la época, siendo nombrado en 1934 Secretario de las Juventudes Socialistas. En esa época de convulsiones dentro del socialismo forjado por Pablo Iglesias existían dos corrientes; una mayoritaria y reformista comandada por Besteiro e Indalecio Prieto, y una minoritaria y revolucionaria, liderada por Largo Caballero. El joven Carrillo apostó durante un tiempo por los postulados de Largo Caballero, justo hasta el momento en el que ingresa en la cárcel tras los movimientos socialistas que dieron lugar a la llamada Revolución de Asturias de octubre de 1934, sofocada brutalmente entre otros por el entonces comandante Francisco Franco. Tras esta última revolución social, a la altura de la Comuna de París de 1871 ó la Revolución Rusa de 1917, Santiago Carrillo radicaliza sus posturas y al salir de la cárcel realiza varios viajes a Moscú, convirtiéndose en Secretario General de las Juventudes Socialistas Unificadas ( Juventudes Socialistas y Comunistas ). Su sueño de unificar la izquierda queda a un lado tras el golpe militar de 18 de julio de 1936, que marcará el inicio de la Guerra Civil Española. Durante toda la contienda, Carrillo se incorpora al Ejercito Republicano con la categoría de capitán. Por entonces se afilia al Partido Comunista de España ( PCE ), participando activamente en la Batalla de Madrid como Consejero de Orden Público junto al General José Miaja Menant. De esa época data la leyenda negra de los fusilamientos de Paracuellos, que la derecha falangista atribuyó a Carrillo veinte años después, para dañar su imagen al ser nombrado Secretario General del PCE.
Tras la guerra Carrillo vive un tiempo en Moscú y finalmente en París. Con la ayuda de la Internacional Comunista y la nueva Secretaria, Dolores Ibárruri Pasionaria pone los cimientos para la reconstrucción del PCE y organiza la guerra de guerrillas españolas a través de las figuras de los “maquis”, tras abortar la invasión del Valle de Arán en 1944. Los contactos bolcheviques y las entrevistas con Stalin le llevan a disolver el movimiento maqui en 1949 y apostar por la infiltración de adeptos en los llamados Sindicatos Verticales. Se apuesta por la lucha política desde el exilio, estableciéndose en París, donde se casará y tendrá sus tres hijos. Por aquellos tiempos, y tras beligerancias internas, llega a la Secretaría General del PCE (1960), separándose progresivamente de los postulados stalinistas, especialmente tras la invasión rusa de Checoslovaquia en 1968. Eran tiempos de postguerra en la que se cimentaron los pilares de la llamada Guerra Fría y como decía Churchill, el llamado Telón de Acero. En palabras de Carrillo: “Es cierto que hubo un tiempo en el que el PCE apoyó a Stalin, pero también es cierto que supimos rectificar cuando supimos cómo era aquello realmente, cuando conocimos todos los horrores”. De la rectificación surgió el actual eurocomunismo, de las manos de dirigentes como Carrillo o el italiano Enrico Berlinguer y el francés Georges Marchais.
Con la muerte de Franco, regresa a España en 1976, convirtiéndose en figura clave para la integración del comunismo español en la naciente transición. Su figura recibe un empuje con las manifestaciones por los Asesinatos de Atocha de 24 de enero de 1977, donde grupos de extrema derecha tirotean a cuatro abogados laboralistas afiliados al PCE. Ya por entonces existían muchos acuerdos con la UCD del presidente Adolfo Suárez, lo que le valdría la legalización del PCE en 1977, siendo elegido finalmente diputado y participando en la elaboración de nuestra Constitución de 1978. Esta transición sin traumas paso factura política tanto a Suárez como a Carrillo, y aunque permanecieron en sus asientos durante el intento golpista del famoso 23 de febrero de 1981, ambos eran conscientes de que ya eran unos “cadáveres políticos” y que sus silencios valían más que sus palabras. Los malos resultados del PCE en las elecciones y la subida imparable del PSOE generaron criticas internas y tensiones en el PCE que llevarían a erigir como nuevo Secretario a Gerardo Iglesias ( 1982 ) y expulsar del partido a Carrillo en 1985. A pesar de que Santiago crease después un nuevo partido PTE-UC ( Partido de los Trabajadores de España ? Unidad Comunista ), la “chispa del voto” le había abandonado definitivamente, integrándose la mayor parte de los miembros del partido en el PSOE, que como decía Carrillo era la “gran casa de la Izquierda”.
Desde entonces Santiago Carrillo vivió alegado de la política activa y se dedicó a escribir, dar conferencias y participar en programas radiofónicos hasta su muerte el pasado martes, En 2005, fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid y entre sus numerosas obras como escritor y testigo de aquella lejana época destacan “Después de Franco, ¿qué?” (1965); “Memorias”(1993); “Un joven del 36” (1996); “La Segunda República. Recuerdos y reflexiones” (1999); “La crispación en España. De la Guerra Civil a nuestros días”(2008), y “Dolores Ibárruri. Pasionaria, una fuerza de la naturaleza” (2008)… entre otros.
Acercarse a la figura de Carrillo es rememorar nuestra Historia, con sus luces y sus sombras. Como dice el historiador Santos Juliá “fue revolucionario desde su infancia, bolchevique en su juventud, estalinista en su madurez y gran muñidor de pactos en el umbral de su tercera edad”. Toda una vida colmada de pasiones y luchas – “manteniéndose en su sitio” -, llena de anécdotas propias de una película de espías de la novela negra. Todavía rememoraba en una de sus últimas intervenciones las veces que tuvo que ocultar su identidad, recordando cuando era el contable Jaques Giscard en París, dirigiendo desde allí el partido, o cuando muerto el dictador Franco entraba en nuestro país bajo la identidad del ingeniero Alfredo Solares Martínez. Resulta paradójico que Domingo Malagón, el mismo que confeccionó los documentos de identidad y pasaportes de Carrillo y otros dirigentes, encargado durante cuatro décadas de la falsificación de documentos para el PCE, muriera tan sólo seis meses antes que su camarada Santiago.
Como reconocía mi paisano, en política se puede o no acertar, pero se debe asumir lo que uno hace. A lo largo de su existencia tuvo que sufrir la persecución política por sus ideas más allá de nuestras fronteras y cargar con la losa cainista de las matanzas de Paracuellos. Él siempre negó su participación en aquellos hechos, y quizás lo que siempre llevó peor fue la ruptura con su padre Wenceslao, al entender que éste había traicionado en el 36 sus ideas socialistas en los prolegómenos de la guerra.
Lejos de rencores e ideologías, con Santiago se entierra todo un siglo de cambios, revoluciones y guerras. Político de convicción y figura clave en la Transición, nunca dejo de ser un joven del 36, inteligente, estratégico y autodidacta, conservando sus ideas y brios hasta el final. Como sentenciaba en su última entrevista : “Hoy creo en todo lo que creía a los veinte años y tengo, también en esencia, las mismas ilusiones de entonces, pienso que con mayor fundamento todavía. Me producen pena y decepción los que las han perdido”.
Descanse en paz allá en ese Mar Cantábrico que nos vio nacer.
“Tengo lista mi muerte, como un traje
que me espera, del color que amo,
de la extensión que busqué inútilmente,
de la profundidad que necesito.
Cuando el amor gastó su materia evidente
y la lucha desgrana sus martillos
en otras manos de agregada fuerza,
viene a borrar la muerte las señales
que fueron construyendo tus fronteras”.
Poema “La Muerte”
Pablo Neruda ( 1904 ? 1973 ).
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