El pasado día doce de septiembre salió a la luz el Informe Panorama de la Educación 2012 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ( OCDE ) a la que pertenece nuestro país. Y resulta sorpresivo y desagradable comprobar como España es el país comunitario con más jóvenes que no estudian ni trabajan, lo que sociológicamente se ha denominado “Generación ni ni”. Se calcula que del total de chicos y chicas entre 15 y 29 años, el 23,7 % está desocupado y no estudia, y lo más desesperante es que según la última encuesta de Metroscopia, el 54% de los jóvenes españoles situados entre los 18 y los 34 años dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado. Las causas de esta vergüenza nacional son muchas y dan para muchos debates. Dentro de este elenco de jóvenes existe una amplia orquilla tanto social como generacional, formando parte de la misma un sector de población de jóvenes procedentes de familias con bajos y medios ingresos que se terminan viendo obligados a abandonar la escuela a una edad más temprana y que ni estudian, ni trabajan; jóvenes desocupados que buscan su sitio, que tratan de encontrar un lugar en la sociedad, que luchan para conseguirlo pero no lo logran. Muchos no estudiaron también por trabajar en el sector servicios y construcción, especializándose en unos trabajos que hoy ostentan récords de paro; mientras que otros jóvenes con formación profesional y hasta universitaria buscan trabajo, continúan ilustrándose, hacen filas, llenan formularios, reparten curriculums, acuden a entrevistas y exámenes, pero sólo reciben negativas. Hoy el grueso de esta generación, utilizada a veces como término peyorativo, es muy amplio y heterogéneo, digno de un estudio sociológico más profundo y serio.
Los más afectados por la falta de oportunidades laborales en nuestro país son sobre todo los mayores de 25 años, ya que entre estos el paro alcanza el 28,6%, seguidos por los jóvenes de entre 20 y 24 años, donde es del 27,4%. No podemos sonrojarnos con estas cifras, cuando España detenta el record de desempleo en Europa, con un paro general del 25% y uno juvenil de más del 50%. España es también el país con mayor tasa de desempleados entre los titulados superiores, y el segundo entre los que tienen bachillerato o FP de grado medio. Además según el citado Informe la ratio alumno – profesor en España es inferior en todos los niveles de la educación a la media de la OCDE. Y si analizamos la escuela secundaria, la proporción oscila entre 30 estudiantes por docente a tiempo completo, equivalente a la ratio de un profesor en México, cuando la media europea oscila de 11 a 14 estudiantes por maestro.
Frente a esta juventud sin trabajo ni estudios, siempre ha existido un elenco de jóvenes preparados que cada vez buscan más trabajo en el extranjero y que terminan sus titulaciones sin hallar trabajo alguno, formando parte de ese grueso de ni nis. Además para los universitarios que consiguen trabajo, sólo el 40% tiene una actividad acorde a sus estudios. La crisis ha venido a acentuar la incertidumbre en el seno de una generación que creció en un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y que hoy se enfrenta al deterioro galopante de las condiciones laborales más nimias, conseguidas tras lustros de lucha sindical y obrera – precariedad, infraempleo, mileurismo, no valoración de la formación, flexibilidad en el despido… . Las ventajas de ser joven en una sociedad más rica y tecnológica, más democrática y tolerante, contrastan con las dificultades crecientes para emanciparse y desarrollar un proyecto vital de futuro, máxime ahora con la batería de medidas y recortes económicos y sociales que nos acechan a la vuelta de la esquina. Y es que nunca como hasta ahora – yo diría en siglos – se había hecho tan patente el riesgo de que nuestra juventud tenga un nivel de vida peor que la de sus padres. Ese anhelo que todo padre y madre tiene sobre sus hijos, que sean mejores que ellos y que se puedan labrar un porvenir brillante, languidece hoy en manos de banqueros sin escrúpulos, prestamistas con el don de la ubicuidad y una generación de políticos presos de las circunstancias y cautivos de múltiples intereses. No existen recetas ó no se quiere que existan, pero lo cierto es que hoy por hoy la vieja ecuación de formación ? trabajo ? estatus, tan bien inculcada en el subconsciente de la denominada Generación X de los años 70 a los 80 ? quizás una de las mejor preparada y con el número mayor de titulados universitarios que ha tenido nuestro país -, ya no es válida.
El problema de este 1,9 millones de jóvenes españoles, a los que se les ha colgado la etiqueta “ni ni” no es fácil de resolver. Los defectos del sistema productivo, educativo, el mercado laboral y nuestra sociedad globalizadora y globalizada los ha llevado a un callejón sin salida y un futuro más que incierto. Además los ajustes económicos y los recortes en educación han agravado aún más el problema, hasta tal punto que son muchos los sociólogos que entienden que esta “generación ni ni” ha sido fagocitada por la denominada “generación crisis”, que aglutina hoy esta juventud temerosa del fracaso y cautiva de una economía que hace aguas. Hoy el problema no es si quiero, es si puedo estudiar o trabajar, cuando la realidad pone trabas a ambas opciones. La economía precaria, el aumento de las matriculas, el recorte del profesorado y demás medidas, han llevado a que muchos alumnos no puedan acceder a la formación que desearían, y lo mismo podemos decir con la ocupación cuando no existe trabajo ni se incentiva. Atendiendo a esta evolución del término “ni ni”, estoy de acuerdo con Raúl Perales, director del Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ), cuando aboga – tras conocer el citado Informe de la OCDE ? por no usar el término “generación ni-ni” para “descalificar a la juventud”, pues actualmente muchos jóvenes “no estudian ni trabajan porque no pueden, no por voluntad propia”.
Pocos podrán negarme que el pueblo español está siendo conducido desde hace tiempo y por la fuerza a un callejón sin salida aparente, en el que por el momento no se ha producido conato alguno de revuelta, a pesar de la recesión, el paro, los ajustes y los iluminados independentistas de siempre, que con una mano exigen y con la otra piden. Señores con todo lo que está lloviendo, que no nos toquen también la juventud, simbolizan el futuro y la esperanza de un mundo mejor. Si alguien echa un vistazo a la historia de la humanidad, precisamente como decía Bertolt Brecht, las Revoluciones se producen en los “callejones sin salida”. Ahora que sufrimos recortes y penurias en nuestras vidas que no deseamos ni nunca hubiésemos imaginado, también es el tiempo del cambio, del giro de tuerca que ha de impulsar a nuestra juventud al cosmos de la oportunidad del “todo es posible”, sin calificativos, lisonjas y rémoras, con la libertad por bandera y con la igualdad de oportunidades como principio insoslayable.
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Bertolt Brecht ? Dramaturgo y Poeta alemán ( 1898 ? 1956 ).
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