Cerrado por derribo, por A. Tomás


 

Como decía Graham Greene, “la mayoría de las personas prefieren confesar los pecados de los demás” que los propios, y he aquí que yo no soy una excepción. Voy a confesar ante ustedes esos pecados de los demás, sabiendo que sólo soy dueño de mis silencios. Miserias que muchos sólo se atreverían a imaginar, que otros tantos no osarían decir, aún sabiendo de su existencia. Son muchos los pecados y chapuzas que adornan el árbol, tantos los caganers que abonan el belén, que difícil se me hace el recuento de los que mandan y los que aguantan, los que tragan y vomitan, de los que han terminado por colgar el cartel de “Cerrado por Derribo” a lo largo y ancho de nuestra España, hoy engalanada con guirnaldas, luces navideñas y miradas de niños, que nos hablan de esperanza y añoranza, de vidas que se desangran calladas lentamente tras las puertas, de borracheras de alegrías y de penas de borrachera.

En ese viaje perpetuo que es la vida, he visto más cosas de las que recuerdo, y recuerdo más cosas de las que he visto. Y si uno cruza de cabo a rabo nuestra tierra patria, se podrá dar cuenta que todo ha cambiado, que uno se ha hecho más viejo y peina canas, y que es complicado escoger entre las nieves y el sur. El espíritu navideño, ni es ya navideño ni cree en espíritus. El tiempo nos acecha como una animal junto a nuestra sombra, mientras la luz sube, el paro se incrementa, la hipoteca no baja, la delincuencia se dispara y la autoestima se desploma. Mientras los aeropuertos se saturan de jóvenes licenciados camino de Alemania y los hospitales se colapsan de enfermos sin asistencia, los banqueros reciben cuarenta mil millones y planean más de cinco mil despidos. Saben que desde comienzos de la crisis hay más ricos en este país, y más pobres que nunca. Hasta los comedores sociales saturados cuelgan el cartel de “Lista de Espera”. El mismo cartel que cuelga la enfermera en la puerta de tu médico, el mismo que se anuncia en ese Juzgado saturado de papeles. Listas de esperas, listas de parados, listas de recortes y rescates, listas de listos… ; bienvenidos a la España de las listas y los carteles recortados sobre miríadas de puertas.

La nación se fractura con el gélido aliento de una crisis que no cesa, al calor de políticas separatistas y miserables, que sólo conocen de recortes y estadísticas. Ya hay más de once millones de españoles en riesgo de pobreza o exclusión social, y la cifra de parados ronda los seis millones sin freno. Mientras unos señores que no tienen nombre pero sí cartera, nos entretenían grabándonos a fuego sobre la piel la palabra “austeridad”, los hombres de negro minaban como termitas los cimientos nacionales, colgando en lo más alto el cartelito de “Cerrado por Derribo”. Nación de glorioso recuerdo y cascotes presentes, que desempolva la hambruna y la incultura. Son los mismos corsarios con balanitis de siempre los que guían tu existencia, los que hacen planes de empleo tocándole el culo a una señora que lleva por bandera un tanga y una liga. Son los mismos babosos que se arrastran por las entidades donde se cuece el poder; esos mismos lameculos que se amoldan a todo con tal de que no les falte de nada. Esas gentes que carecen de escrúpulos y siempre tienen a alguien a quien mandar para sentirse alguien; esos mismos que no te miran a los ojos y te disparan a la espalda. Son los ladrones de lo ajeno, sinvergüenzas de la farándula del poder, que tienen la costumbre de amasar dineros y mentiras, mientras se arrascan sus narices empolvadas y apuran el último trago, sentados en clase business camino de Zurich.

Ahora que robar se ha institucionalizado, que la criminalidad ha subido un veinte por ciento y estamos ante la mayor implantación de redes de delincuencia organizada de la historia, siempre nos quedará París, los villancicos y los Reyes Magos, que por cierto son andaluces. Y a seguir así, a seguir aguantando y a seguir pensando que nada me va a salpicar a mí, que menos mal que se confundieron los mayas con esto del fin del mundo, y no se ha ido todo esto al carajo. La OCDE prevé que en 2013 viviremos lo peor de la crisis, que aún no hemos tocado fondo. Y mientras el pueblo llano encara valiente los peores augurios, los que se ocultan detrás de las palabras, los cobardes de solemnidad, seguirán forrándose con sus “buenas decisiones”, sin saber como decía Mahatma Gandhi que “los cobardes mueren muchas veces antes de morir”.

Como descubrió ya hace tiempo Aristóteles, “nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta”, y con esta premisa son tantos ya los que rebuznan. Ni moral ni ética, hay que salirse con la suya aunque haya que matar, que la ambición bien vale una poltrona de cuero oscuro, como el rencor que envenena las tripas. Desde la capital hasta el pueblo más chico, qué difícil se hace gobernar cuando en muchos casos quien gobierna es la mediocridad personificada. Y no me digan que la mediocridad no entiende de personas ni tiene color o cara, pues yo creo que tiene el mismo color que la mierda, el marrón. El mismo marrón que tenemos a cuestas y mancha nuestro ropaje, ese que a millones de moscas les guste lamer, y que no por ello nos tiene que gustar. En esta vida de nicho en propiedad y programas electorales para ilusos – como canta Sabina -“las mejores promesas son esas que no hay que cumplir”.

Ya decía Juan Luís Cebrián, “gobernar no es mandar, por mucha mayoría que se tenga”, “gobernar significa rectificar” como recordó Confucio. Y es que en este país de caudillos y chulos de putas, en muy contadas ocasiones se rectifica, es decir, se gobierna. Prefieren mejor deslizarse por el peligroso tobogán de la ambición, del joder al prójimo hasta el tuétano, sin asumir su espesa ignorancia, sus complejos dibujados en la cara, de una vida miserable. Políticos ladrones y ladrones políticos, todo vale en esta España en los que cuatro han escogido la pajita más larga mientras el resto soportamos la losa más grande. Banqueros terroristas, empresarios estafadores en la cárcel, alcaldes lobotomizados e imputados, putas poliglotas, curas hipócritas, abogados mafiosos, ingenieros sin puentes, parados de larga duración, toreros sin toro, vividores de corbata, perdedores sin nada que perder, médicos tomando la tensión en la calle por cincuenta céntimos, desahuciados aún calientes en su última morada, mentirosos en mítines solidarios, familias guardando cola en Caritas, tratos de favores entre los favorecidos. Podría seguir contando más miserias y pecados, más realidades, seguir describiendo más miserables y pecadores, pero como se suele decir, cada uno lleva en su pecado la penitencia. Tanto poderoso que quiere ser visto con sus buenos coches, tanto edil que sueña poner su nombre a aquella plaza, tantos juicios de valores y ambición desmedida, tanta epidemia de amnesia política. Y todos sin atisbar que el ser visto es la ambición de los fantasmas y el ser recordado, la de la muerte. Como decía Miguel de Cervantes, aquel que imaginó el caballero de la triste figura, que vivió loco y murió cuerdo, en “pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.” Y este es el problema, que hay muchos terceros que sufren ya el daño, que no hallan sosiego y buscan venganza.

Como sentenciaba Arthur Schopenhauer “el destino mezcla las cartas, y nosotros jugamos.” Y en eso estamos, en el juego de la vida, en el juego del “hasta cuando”. Tengan agradables Fiestas mis amigos y enemigos, los que me valoran y los que me despellejan. Cuando uno pisa fuerte y camina por el sendero de la verdad y la honradez, agradece los abrazos y se pasa por sus partes las injuriosas denuncias. De momento pongamos el árbol de Navidad, comamos turrón duro si aún conservamos los dientes y ayudémonos los unos a los otros, que falta hace, porque sólo unidos saldremos de ésta. Mientras los peces beben en el río, haber si conseguimos quitar ese cartel de “Se vende”, “Se Traspasa”, “Se Alquila” o ” Se Cierra”, afean la escena. No dejan de ser la irónica imagen de un País caótico y roto; el sueño perdido de esas millones de vidas hechas añicos y pegadas a trozos con el pegamento rápido de la dignidad. Mientras miramos de reojo las chispeantes luces de colores, aún sigue ahí ese inmenso cartel de “Cerrado por Derribo”… horroroso, inquietante, peligroso.

Felices Fiestas.

“Porque el mundo es injusto, chaval,

pero si me provocan

yo también sé jugarme la boca,

qué te voy a contar”.

Joaquín Sabina ? “Dímelo en la calle” 2002.

Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.

Noticias relacionadas

 
09 noviembre 2025 | Patricio González García
Cuando el sabio señala la luna…
 
06 noviembre 2025 | Rafael Oliva
¿Qué es privatizar?
 
31 octubre 2025 | Patricio González García
Descansen en paz
 
28 octubre 2025 | Eduardo Briones Villa
Poblado de Cucarrete