Los Auténticos Héroes


 

Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

En estos tiempos que celebramos el nacimiento de Jesús, aquél que perdonó nuestros pecados y fue traicionado con un beso, la pobreza sigue acechándonos a todos detrás de la esquina. En nuestra sociedad consumista e hipócrita, la pobreza sigue siendo el nudo gordiano, el desafío milenario que asiste a nuestra mesa como un invitado imprevisto, incomodo y perverso. El año que nos deja ha hecho añicos los sueños de muchos de nosotros, demasiados caminos que nunca llevarán a Roma, suficientes personas que nada tienen que perder porque nada tienen ya. No hace falta echar la vista a ese Tercer Mundo que ha desdibujado sus fronteras, para saber que la pobreza toca nuestras puertas y mina las conciencias. Medio mundo muere de hambre, mientras el otro sufre una pandemia de obesidad galopante. Son tiempos descorazonadores para los que aún conserven el corazón, que a diario nos muestran dramáticas situaciones vividas por miles de familias en nuestro país por culpa de la crisis y el desempleo. El último informe de Intermón Oxfam sobre “Crisis, desigualdad y pobreza” advierte que si se siguen aplicando medidas de austeridad y recortes sociales, la pobreza en España podría llegar a afectar al 40 por ciento de la población en los próximos diez años, es decir, 18 millones de pobres. No sólo estamos ante el crecimiento de la miseria en todas sus formas, el citado informe dice que si continuamos con estas políticas de tijeretazos, el país necesitará 25 años para recuperar el bienestar social perdido. Sin precedentes, la pobreza actualmente es ya del 27% de la población, afectando a casi 13 millones de personas. Una pobreza que no distingue edades, culturas o capas sociales, que ya no tiene su paradigma en el alcoholismo, los piojos, la mugre o el desaliño, sino que ha mutado al compás de los tiempos, presentándose con título de licenciado, precariedad laboral, movilidad de destino y desesperación en la mirada. Una pobreza material y de espíritu, vergonzosa y vergonzante cuanto menos, en esta España del siglo XXI.

Con todo este panorama, a nadie le extraña ya que la gente hurgue en los contenedores de basura y que en estos cuatro años de crisis España encabece el mayor nivel de desigualdad social de toda la Unión Europea. El 21% de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza, es decir, cuatro de cada diez personas. Ricos que cada vez son más ricos; trabajadores que se han transformado de la noche a la mañana en pobres. Se está produciendo un problema generacional, una brecha social casi imposible de cerrar, mientras las autoridades miran para otro lado. El reciente Informe sobre “La Infancia en España 2012-2013” de Unicef, determina que los niveles de pobreza infantil baten record y que más de dos millones de niños viven por debajo del umbral de la pobreza en nuestro país ? en todo el mundo 19.000 niños mueren diariamente principalmente por desnutrición. Si a esto le unimos los recortes sociales y las reformas educativas, tenemos el caldo de cultivo idóneo para generar auténticos desheredados sociales, pobres crónicos y analfabetos cúbicos para los próximos años. Unicef recalca que la crisis se ha cebado especialmente con las familias que tienen hijos, empeorando sus condiciones de vida, soportando mayor carga fiscal, propiciando una peor alimentación y sirviendo de detonante entre las relaciones de padres e hijos, deteriorándose considerablemente la unidad familiar.

Organizaciones con una labor encomiable como Cruz Roja, Banco de Alimentos, Cocina Económica o Caritas hacen “encajes de bolillos” con la exigua financiación que reciben para poder seguir prestando sus servicios a la ciudadanía, aunque se encuentren literalmente desbordadas. Como reconocía el director de Cáritas Madrid – Julio Beamonte -, la pobreza que vive el país es comparable a la que experimentó España en la época de la “posguerra” o Alemania tras la II Guerra Mundial. El tema es mucho más grave de lo que podemos pensar y no tiene un fin cercano, de aquí que sea tan necesaria la labor altruista y voluntaria. La caótica miseria se extiende por todo el territorio, desde las ciudades más grandes a los pueblos más pequeños. Sin ir más lejos, aquí en nuestra Comarca del Campo de Gibraltar, las actuaciones de las parroquias, hermandades, asociaciones y organizaciones como Cáritas, Betania o el Comedor social Padre Cruceyra, han atendido a lo largo del año a más de cuatro mil vecinos, ofreciéndoles alimentos, techo y dinero para el alquiler y los recibos de los servicios más básicos. Son los pilares de la esperanza, los magos de la vida, que hacen posible lo imposible y siempre te aguardan con la mano tendida. Su labor es digna de conocimiento y alabanza, de aquí mi particular homenaje.

Como reconocía Willem de Kooning “el problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo”. Un tiempo de temerarias inquietudes y quiebras económicas que no parece tener un final escrito. Por eso cuan maravilloso e importante es dar sin esperar nada a cambio, ayudar por ayudar al prójimo, porque nadie está exento de la pobreza y el infortunio a lo largo de su vida. El voluntariado y la ayuda desinteresada que muestran estas organizaciones, estas personas de gran corazón, no debería caer jamás en saco roto en estos tiempos aciagos. Diariamente luchan por vencer la miseria, por dar un plato caliente y una esperanza al necesitado. Los podemos personificar en figuras como la de mi paisano el padre Ángel García y sus Mensajeros de la Paz o del malogrado filántropo Vicente Ferrer y su Fundación. Sus acciones refulgen dentro y fuera de nuestras fronteras, incluso más allá de sus vidas; son sencillamente esas buenas personas que hacen realidad lo que predicó Cristo, dando de comer al hambriento y de beber al sediento. Como decía Ferrer, “la pobreza no está solo para entenderla sino también para solucionarla”, para combatirla sin cuartel.

El espíritu humanitario y desprendido hacia el prójimo que florece espontáneamente en estas fechas, debería permanecer el resto del año, porque los hombres pobres comen todos los días y cada vez son más los pobres hombres. Estos bienaventurados del crack económico y el paro de larga duración nos señalan desde los contenedores de basura, desde los suburbios, exurbios y los pisos desahuciados, recordándonos lo fútil de la existencia, el hueco que nos reserva el destino en su desordenada y abatida fila. Como decía Mahatma Gandhi, “cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo”, y a decir verdad toma cuerpo en estas buenas personas, filantrópicas por convicción, generosas por necesidad. Su única motivación es ayudar a cambio de una sonrisa, con la empatía de ponerse en el lugar del prójimo, atajando la penuria y taponando las heridas de los adentros, a la vez que intentan dar un poco de luz a esa sempiterna oscuridad de los perdedores. Como canta Sabina, para aquellos que aún tenemos el lujo de no tener hambre, estos mensajeros del corazón, con sus problemas particulares y sus limitaciones, no dejan de ser un ejemplo a seguir. Gracias a ellos muchos niños tendrán sus Reyes Magos y podrán seguir comiendo caliente. Son nuestros héroes y dadores de esperanza, los ángeles de la guarda de los repudiados sociales. Más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien corazones donde hallar la esperanza que quizás sea lo único que les quede a los pobres, es decir, a nosotros mismos.

A todos ellos, gracias, y me quito el sombrero ante ustedes. Feliz Año 2013.

“Ninguna acción buena se pierde en este mundo. En algún lugar quedará para siempre”.

Vicente Ferrer (1920 -2009) misionero, filántropo y buena persona.

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