Qué difícil es relacionarnos de humano a humano, de iguales. Hemos creado jerarquías, y estructuras institucionales donde nos refugiamos detrás de muros inamovibles.
Nos ha pasado quizás a todos en algún momento de nuestra vida: queremos expresarnos, de tú a tú, y nos encontramos con puertas cerradas. Esta situación, o sensación, puede pasar en prácticamente todos los ámbitos de la vida – en las relaciones de pareja, de hermanos, padres, amigos, o bien en relaciones con compañeros de trabajo, jefes, instituciones, clientes o comerciales con los que tratamos en algún momento.
Recientemente me ha pasado en una reunión de una asociación de empresarios de la que formo parte. Desde mi estilo más cercano, he entrado directo con mi opinión y visión sobre la comunicación y el trabajo en equipo que me espero de una asociación. Para mí, somos – o debemos ser – una agrupación de personas que comparte y colabora. Es más, para conseguir el objetivo, cada miembro debe verse como parte de un todo. En consecuencia, no cabe criticar y despotricar por detrás, ni a puerta cerrada, sino dar lugar a un intercambio abierto. Desde mi punto de vista, una agrupación con un objetivo común requiere que cada uno de los miembros pone su parte en el conjunto, cada uno desde su especialidad, talento o sector. No quiere decir que se les obligue, pero sí que se invite a colaborar, compartir y expresarse.
Estamos aún lejos de ser capaces de abrirnos a una comunicación de humano a humano. Los miedos a ser herido, rechazado, anulado, ridiculizado, criticado, excluido, expuesto, para mencionar algunas sensaciones, son enormes. Pero claro, el asunto es que ese miedo o temor, ese enfado con el mundo, esa desconfianza hacia el otro, son emociones ocultas en su mayoría, o sea, no solemos ser conscientes de ello.
¡Qué díficil es encontrarse de humano a humano! Y qué bonito es cuando ocurre. Qué maravilloso es ver un brillo en los ojos de un ser humano, ver un rostro que deja ver un alma, un ser sintiente, vulnerable, frágil, y lleno de amor. Lleno de necesidad de ser querido también, carente de atención, pero abierto a encontrarse con otro ser, y buscando entender cada vez más el misterio de nuestra existencia.
Hace poco, lo vi delante de mí, tras escuchar la historia estremecedora de una amiga que, igual que su madre, su abuela y su bisabuela, no ha tenido el amor y apoyo de su madre que le desee felicidad, prosperidad y amor. Cada ser esconde una historia, a veces dolorosa, que le ha hecho cerrarse y montar un muro enorme para no volver a ser herido. Solo que, de tanto querer protegerse, tampoco le llegará lo que tanto anhela: ser visto, valorado y querido.
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