Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)
Tanto el 1 de Mayo como el 8 de Marzo son efemérides establecidas, en su momento, con determinadas intenciones, las originales relacionadas con la reivindicación de una mejora en la vida de personas trabajadoras: hombres y mujeres. Aunque de estas últimas se ha hablado menos, ellas han tenido que vencer, y siguen haciéndolo, dobles baremos, y que se las sigue discriminando con respecto al mundo de los “hombres”. Esto es una verdad clara y diáfana.
Ambas fechas comparten la referencia a la clase trabajadora, a pesar de que, a lo largo del siglo XX, se ha pretendido desdibujar esa referencia hasta casi enterrar el origen reivindicativo de los sucesos que dieron ocasión para fijar en el calendario estas fechas. Tanto el 1 de Mayo como el 8 de Marzo son fechas que se han pretendido “manejar” de forma que queden lo más “descafeinadas” posibles. De hecho el 1 de Mayo fue convertida en fiesta religiosa por Pío XII, el 1 de mayo de 1955, en un intento de trasladar la eficacia de la solidaridad y lucha obrera, al ámbito del patronazgo de San José Obrero. En palabras del mismo PIO XII “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”. De esta forma, se convertía la confrontación, que cada primero de Mayo la clase trabajadora mantenía, mediante al alteración de los procesos productivos con huelgas y manifestaciones, en un día festivo, de salida al campo con la familia o actos lúdicos. El día de la Mujer Trabajadora siguió una suerte parecida, al convertirse en día internacional de la mujer (a secas) por la ONU en 1975, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer. Desde 1909 se venía celebrando un día de la mujer trabajadora que más tenía que ver con actos reivindicativos en fábricas y calles, algo alejados del formato propiciado por la ONU. Si bien conviene reflexionar acerca de la situación de media humanidad, aunque el enunciado “Mujer Trabajadora”, en apariencia restrinja el ámbito a las féminas que trabajan. Es necesario preguntarse ¿Cuándo una mujer ha dejado de trabajar? Desde la perspectiva de cualquier sistema de producción, capitalista o pre-capitalista, donde la mano de obra humana sea imprescindible, se requiere lo que se ha venido en denominar “reproducción de la fuerza de trabajo”. Y mientras no cambie la naturaleza humana, siempre se ha necesitado engendrar nueva vida humana, parirla, criarla, cuidarla y acompañarla en su crecimiento, hasta que esa vida humana sea eficiente para la producción. En estas importantes tareas la Mujer ocupa un lugar imprescindible. Pero es más, cuando se analiza el impacto económico en el sistema en su conjunto, de las tareas del hogar y crianza de hijas e hijos, se concluye que estas “tareas” o aquello de “sus labores” son en realidad auténticos trabajos, que ese sistema económico debería en justicia retribuir. La reproducción de la mano de obra, no sólo requiere los nuevos nacimientos y crianza consecuente, sino que precisa a diario el reponer la fuerza de trabajo aplicada en la jornada laboral por aquellas personas que conforman las familias. El modo de producción exige cuidar, preparar la comida, mantener limpia y aseada la casa y la ropa, atender las incidencias propias de la vida cotidiana, para que los organismos humanos vuelvan, día tras día, al trabajo que produce la plusvalía necesaria para que aquellos que la acumulan, arrebatándosela a quienes la producen, se hagan más y más ricos.
Por otro lado es posible establecer alguna diferencia entre el 8 de Marzo y el 1 de Mayo, ya que esta última fue asumida casi inmediatamente para todo el movimiento obrero en 1889, por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional; mientras que el 8 de Marzo tardó en situarse como punto de referencia internacional. Esto quizás revele una diferencia de género esencial, poniendo de manifiesto, posiblemente, la dificultad de proyectar la especificidad de la mujer en el mundo sindical, históricamente marcado por varones. El 1 de Mayo fue aceptado sin discusiones, tres años después de los sucesos de Chicago, acaecidos en los primeros días de mayo de 1886, cuando los trabajadores se manifestaron varios días exigiendo la jornada de 8 horas. (¡Han pasado casi 130 años y se sigue con la misma jornada laboral!).
Sin embargo se ha venido discutiendo el origen de los sucesos que promueven la celebración del 8 de Marzo. Por un lado se hace referencia a la trágica muerte de 129 mujeres trabajadoras, ese mismo día del año 1908, en un incendio provocado por el dueño de la fábrica textil de Nueva York llamada Cotton, donde se encerraron las huelguistas. Por otro, se argumenta que su origen pudiera estar en acontecimientos ocurridos en 1917, relacionados con manifestaciones de mujeres exigiendo mejora en sus condiciones de vida, para ellas y sus hijas e hijos, un 8 de marzo. Protestaban por la falta de alimento que vino a desencadenar el proceso revolucionario de octubre de ese año.
Además al 8 de marzo se le atribuyen varias motivaciones, bien laborales o sufragistas. Derechos al fin y al cabo, aunque diversos en su alcance y sentido. El más difundido, es la propuesta presentada por la alemana Clara Zetkin, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague los días 26 y 27 de agosto de 1910. Un año antes el Partido Socialista Americano designó el último domingo del mes de febrero de 1909, como Woman’s Day, para reivindicar el derecho de las mujeres al sufragio. Sea como fuere, tendrían que pasar años hasta que en 1975, las Naciones Unidas, en el marco de la celebración del Año Internacional de la Mujer, acordó situar el origen del 8 de marzo en la propuesta de 1910.
Sea como fuere podemos rememorar el 8 de Marzo, al igual que lo haremos el 1 de Mayo, un triste pasado para poder exigir un justo futuro.
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