El Corchadillo en Los Barrios está situado junto al arroyo del Tiradero o del Raudal, afluente del río Palmones o de las Cañas. Entre otras fincas linda con La Granja y Bacinete. El origen de su nombre está poco definido. No lejos del mismo, en el camino viejo a Casas Viejas está el puerto del Corchuelo, cuyo nombre tendría un origen etimológico parecido.
La referencia más antigua localizada del topónimo barreño Corchadillo es de principios del siglo XIX. Pero idéntico topónimo ya existía en Castellar, Medina Sidonia o Jerez, al menos desde el siglo XVI, por lo que es probable que el mismo nombre barreño sea anterior al siglo XIX, sobre todo sabiendo que en un reparto de tierra de 1823, se le designa como “partido del Corchadillo”, lo que significa cierta antigüedad identificadora.
Parece evidente que Corchadillo, aunque hasta ahora se ignore su significado exacto, es un diminutivo de “corchado” y que éste derivaría a su vez de “corcho”. Los diccionarios de palabras españolas consultados solo incluyen el término “corcho”, pero en los diccionarios enciclopédicos y genealógicos consta el apellido Corchado, de cronología tardía y significado igualmente insuficiente. Por tal motivo, convendría comenzar por la etimología y usos del “corcho”, para finalmente deducir el significado de “corchado” y “corchadillo”.
Durante el siglo I a.C., Plinio el Viejo en su Historia Natural (lib.XVI, cap.VIII; 1999: 663) escribía que el árbol llamado cortex (alcornoque) tenía su gruesa corteza por fruto y que quitada volvía a nacer alcanzando extendida diez pies de altura y que se usaba en las áncoras de navío, redes de pesca, tapaderas de vasija o calzado femenino. En el siglo VII d.C. San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (lib.XVII, 27; 2004: 1176-1177) decía del árbol también llamado en latín suber (alcornoque) que de él se extraía el valioso cortex (corcho), que flota.
En la Edad Media el “corcho”, conservando la forma cilíndrica entera tras su extracción, se usó sobre todo para colmenas de abejas, pero tuvo multitud de otros pequeños usos. Sería a partir del siglo XVIII cuando el uso del “corcho” tuvo un gran auge masivo con la fabricación de tapones para conservar mejor el vino embotellado. Interés que se incrementó en el siglo XIX con nuevos derivados del mismo, producidos por la entonces floreciente “industria corchera”, que actualmente está en declive en nuestra tierra. En mi niñez llegué a conocer al menos dos “patios de corcha” en Los Barrios e incluso una moderna “fábrica de corcho” (Europa Cork), que ya son recuerdos casi olvidados por la mayoría de la población barreña.
Del origen etimológico de la palabra “corcho” en castellano, la Real Academia Española (RAE) en su Diccionario de Autoridades (1729, t. 2: 592) afirmó que vendría del latín cortex, corteza del alcornoque. Pero Roque Barcia en su Diccionario General Etimológico (1880, t.1: 1037-1038) dudó que derivase del cortex propuesto por la RAE, para él lo sería de quercus, encina, que según Pedro de Alcalá se decía en árabe corticha y también chirque que con su cambio en quirche daría la palabra “corcho” (alteración explicable por metástasis linguística).
La RAE en otro diccionario (DRAE, 1884: 292) ratificó que “corcho” derivaba de cortex, declinado en genitivo, corticis, y Vicente García de Diego en una miscelánea (RFE, 1916, t.III: 303) sugirió que “corcho” derivaría de una dualidad dialectal latina, donde la O breve pasó a U breve (ŏ > ŭ) o a U larga (ŏ > ū) y así vendría de un supuesto cŭrtice o de un cūrtice.
El Diccionario Crítico Etimológico (1984, t.2: 195-196), de Corominas y Pascual confirma y explica mejor como “corcho” viene del latín cŏrtex, desde su genitivo cŏrtǐcis, que significa corteza, con su primera mención castellana en el código de leyes Fuero Juzgo (siglo XIII) y que el humanista Nebrija (siglo XV) ya distinguía entre “corcho” como colmena y “corcha” como corteza del alcornoque. Además, ven arbitraria la propuesta anterior de García de Diego.
Según Corominas y Pascual, la evolución de cŏrtǐcis a “corcho” solo sería posible a través de la lengua árabe o más bien del mozárabe. Así, en el hispanoárabe según Pedro de Alcalá (1501) existía la voz cortiche, con significado de “corcho”, donde la última sílaba CIS de cŏrtǐcis se transformaría primero en CHE y luego en CHO. Personalmente apuntaría a ambos autores, que el habla mozárabe también haría que en la primera silaba COR de cŏrtǐcis, la O breve (ŏ) siguiese O y no se diptongase en UE tan habitual en la evolución del latín al castellano (hŏrtus > huerto, fŏcus > fuego”, pŏrtus > puerto, etc.).
Resulta evidente el influjo mozárabe en “corcho”, igual que en otros tantos topónimos de nuestra tierra citados en el Libro de la Montería de Alfonso XI (siglo XIV), que aunque no incluye topónimos derivados directamente de “corcho”, como “corchuelo”, “corchado” o “corchadillo”, sí cita un Alcornocal Fermoso, donde el rey Alfonso XI cazó el primer oso en tierras de Algeciras (En otra ocasión analizaré otro topónimo barreño olvidado, Alcornocal de Luna, bastante próximo al lugar donde está el Corchadillo aquí comentado).
De todo lo expuesto resulta que el nombre de Corchadillo es anterior al uso taponero del “corcho” y de la pujante “industria corchera”. Así pues, su origen etimológico se debe a otros antiguos usos tradicionales del “corcho”. Es posible que, en el habla popular no escrita, se designase “corchuelo” al alcornoque aislado y “corchado” o “corchadillo” a un lugar de mayor o menor extensión, donde existían alcornoques o donde se acumulaba algún tiempo el “corcho”, extraído entero para colmena o la “corcha” partida para otros usos del mismo.
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