Andalucía, una cultura secuestrada

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Antonio Pérez Girón | Periodista y Escritor

Relata el carnavalero gaditano Antonio Martín en su libro La Andalucía de mis coplas,  que durante el concurso del primer Carnaval de la democracia, en 1976, y con ocasión de presentar la comparsa “España y olé”, llegó hasta el camerino Manuel de Diego, a la sazón presidente del jurado del Gran Teatro Falla. Éste le dijo que “aun siendo España y Olé  una gran comparsa, le faltaba gaditanismo”. Que él entendía que antes que a España había que cantar a Cádiz, que por encima del Norte estaba el Sur, y que muchos problemas esperaban de su denuncia. De Diego le habló del barrio de Santa María, del desprecio y el olvido de los gobernantes para con Cádiz.

En su narración al periodista José Antonio Ledesma, Martín reconoce que recibió “una soberana lección de gaditanismo”, que jamás olvidaría.

Este relato viene a ilustrar hasta qué  punto había llegado ese sentimiento de anteponer lo “español” a lo “andaluz”. De la utilización de lo andaluz como meramente folklorista, de la manipulación de una cultura propia en favor de los intereses del centralismo franquista. Una consecuencia más derivada de la división del trabajo a escala del Estado, que asignaba a Andalucía un papel secundario en beneficio del eje Madrid-  País Vasco-Cataluña.

Como escribe el sociólogo José María de los Santos, Andalucía considerada como la más España de las Españas, y simultáneamente subestimada, es decir, considerada como una prolongación de la cultura castellana. Mitificada y utilizada para combatir el pluralismo cultural existente dentro del Estado.

Esa manipulación, propia de un territorio sumido en el subdesarrollo, llevó a revertir los valores culturales de un pueblo, a que muchos artistas cayeran en esa telaraña de confundir Andalucía con España. De olvidar la denuncia de una situación de dependencia a través de las expresiones culturales andaluzas, potentes y universalistas.

En palabras de De los Santos, “un colonialismo prolongado, alimentador de una política de discriminación cultural, puede acabar con la voluntad de ser de un pueblo, con la toma de conciencia popular, con el fundamento, por tanto, de la verdadera nacionalidad”.

En vísperas de la fecha histórica del 4 de diciembre, cuando una ola de ilusión y lucha recorrió Andalucía, urge plantearse el papel actual de la comunidad andaluza en el concierto español. Si el país andaluz va a ser protagonista de los nuevos tiempos que se avizoran, siendo él mismo, o se va a erigir, bajo la dirección de sus responsables políticos, en el adalid de la España más intransigente. Ello, una vez más, en perjuicio,  pero esta vez en democracia, de su propia identidad.  

 

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