EN ROJO Y NEGRO

Constitución, impuestos y el mito de Sísifo


 

Hoy día 7 de diciembre, un día después de la conmemoración de la publicación de la Constitución, podría extrañar que tuviera relación con la mítica condena de Sísifo a subir eternamente una pesada roca hasta la cima. Pero a pesar del enorme esfuerzo que ello suponía lo peor, lo infinitamente peor, era que estaba condenado a repetirlo eternamente. Una inmensa carga eternamente para nada. Los dioses saben cómo domar la voluntad humana castigándola con la desesperanza. Y esa parece ser la condena de la ciudadanía en esta España, en transición a la democracia cuasi perpetua. La literatura constitucional adereza las cargas con solemnes promesas. Quién puede ponerle una sola pega a lo enunciado en el artículo 31. Punto 1 de la Constitución Española de 1978:Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”. La reciente tragedia valenciana pone en valor la enorme ventaja para la ciudadanía de estar unidad. Y aunque están esperando aún, se valora la enorme importancia de poder contribuir a que se puedan utilizar los recursos comunes para ayudar a quienes más lo precisan. Sin embargo se percibe la necesidad de cuestionar: a) si el enorme volumen de impuestos y tasas se justifica. b) si tienen en consideración la “capacidad económica” a quienes se les imponen y, en consecuencia, si en realidad lo que se produce es que “mediante la aplicación de las diversas figuras tributarias vigentes se llegara a privar al sujeto pasivo de sus rentas y propiedades”. (Nunca tendrá alcance confiscatorio)

a) La partitocracia se ha apoderado de instituciones del estado. Multiplicadas y ampliadas hasta el paroxismo con la creación de miles de empresas públicas, cada una de ellas con consejos de administración que suponen multitud de pagos a multitud de políticos nombrados al efecto. Y todo ello a su conveniencia. Tanto sueldo, tanto nombramiento, tantas dietas por asistencia…, requieren exprimir el bolsillo de quienes viven en este país. Se tiene la certeza, después de 40 años, que quienes asumen el poder no pararan de subir los impuestos. Nada permite entrever que en algún momento la presión fiscal, impositiva, impuesta disminuya. Y es que para alimentar a la multitud de políticos que, cobrando sueldos pagados con dinero ajeno, persiguen sus sueños ególatras en las múltiples administraciones y empresas públicas que se han ido creando. -¡Oiga! No se puede ser tan radical, alguna persona que se dedica a la política no es así. – Sin duda alguna habrá. Precisamente esas que deben existir no tienen poder suficiente para imponer en su partido una visión menos interesada, menos meritocrática y egoísta de la política. Además de que esas personas que se dedican a la política duran muy poco en ella. Establecida esa salvedad de minorías es evidente que en todos los “partidos” cuecen habas. Y todos ellos aumentan brutalmente los impuestos que solo se justifican por el afán de cobrar más para vivir mejor y darse el gusto, con el dinero de las gentes, de hacer o deshacer a su antojo. Soñando proyectos que permitan que sus nombres pasen a la posteridad quedando inscritos en los anales de la pequeña, y efímera historia de sus territorios. ¡Vamos qué les gusta aquello de “Esta obra se realizó bajo el mandato de Fulano o Fulana de tal o cual! Confirmado este afán, de cobrar más y gastar sin fin a fuerza de recolectar el sudor de los de enfrente, sólo queda sumar a la desesperanza el sentimiento de menosprecio que estos mismos políticos manifiestan hacia “sus pueblos”. No tienen la menor vergüenza en afirmar públicamente y a bombo y platillo que han bajado los impuestos, que se paga menos impuestos ahora que cuando gobernaban los “otros”. Y que estos están “rabiosos” porque todo, absolutamente todo, lo hacen muy, pero que muy bien. Y anuncian a los cuatro vientos que no han subido el 100% de tal o cual tasa, aunque las gentes vean como en sus recibos de las tasas de un año para otro les soplan aumentos del doble de lo que pagaban. Algunas personas comerciantes, industriales, autónomos, ven como no se contentan con subirles el doble, sino el triple.

  1. b) Las personas lo experimentan como un constante acoso a impuestos, cual de una condena de Sísifo se tratara. Y a pesar de esta “sangría”, por mucho aportar no mejoran sus condiciones de vida. Sin duda quedan empeoradas porque en la gran mayoría de personas tasas e impuestos confiscan una parte cada vez más importante de sus rentas.

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