De playas, dorada a la sal y toros

Francisco Mateos.

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En tarde como las de hoy casi que tendría que ser mi obligación agradecerles a los empresarios de la Maestranza, Eduardo Canorea y Ramón Valencia, que me hayan convertido en su enemigo público número uno, y ese castigo ejemplarizante del veto a la libre información. Pues ese destierro impuesto hoy por la empresa Pagés en la que cree que es ‘su’ plaza casi que no vino mal. En día de perros, con agua, viento y frío, por la mañana nos fuirmos mi mujer, mi hija y el enemigo público número uno de Canorea-Valencia (quien escribe) hacia las playas de El Portil. Parada para el almuerzo en ‘El Paraíso’, que mejor nombre no le se le podía poner a esa auténtica bacanal del pescado fresco de Huelva. Junto a las aguas amansadas de La Bota, en la rotonda que divide la carretera hacia El Portil o hacia Punta Umbría, la dorada a la sal toma nombre propio. Una vez que te la limpian y te la sirven, después de las gambitas blancas a modo de aperitivo, entra que es un placer de dioses. Y allí, entre recuerdos marineros, se va el tiempo, con el excelente servicio y la degustación marinera, esperando la hora del comienzo de la corrida de toros.

Y tras el postrecito -delicioso también-, ya en casa a orillas del mar, tumbado cómodamente en el sofá y frente a la pantalla grande de 50″, con la mantita de viaje sobre las piernas, a degustar el otro menú de lujo: la retransmisión de Digital Plus. Aunque es difícil, cada día se superan más. Hasta ahora, nunca había tenido la oportunidad de ver una retransmisión del Plus por la tele, ya que en estos anteriores 16 años estaba acreditado por la empresa Pagés (desde que el recordado Diodoro me dio su confianza como profesional de la información taurina que ahora su hijo me quita). Es una ueva perspectiva de la Maestranza. Se obervan detalles que apenas podría verlo de otra forma. Impresionante las repeticiones a cámara lenta del ‘castañazo’ de Curro Díaz. Es increíble que no tenga el cuello roto: cayó a plomo y su cuerpo le dobló contra el albero todo el cuello. Después, el estoconazo fue a ley y la imagen cercana del Plus te asegura que entró por donde tenía que entrar. O ese derechazo al cuarto: largo, muy largo, larguísimo; y templado, muy templado, tampladísimo. Con la de toreros que hay en el escalafón que no dicen ni fú ni fá y están en casi todas las ferias, es triste comprobar que existan toreros de la calidad y el gusto de Curro Díaz que estén tan desplazados de su legítimo hueco que debía ocupar en la Fiesta. Y termino como empezaba: el veto que me ha impuesto la empresa este año (por ‘niño malo’, supongo), al menos hoy, casi que ha venido bien; me he ahorrado un seguro resfriado.

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