Julio C. Pacheco | Vecino de Los Barrios
Ya que nos hemos enterado que las empleadas públicas somos lo peor de lo peor. Que para intentar arreglar lo que otras personas han mamado, todas tendremos que sacrificarnos. Pues eso, nosotras que lo somos, las de la sanidad pública sabemos que tenemos que pagar penitencia.
Se nos condena a nueva pena de eufemismo: `alta frecuentación´. Somos una rémora. Lo peor. Y además con un salario `de lujo´ (Si no trabajas obligada a porcentaje de jornada, por un `esto es lo que hay´). Todas, y el resto del mundo, a pagarnos el sueldo.
Agradecidas votantes y usuarias, todas. Sólo manifestaros:
Que me toca mucho las narices que se `hostie´ a nuestras compañeras por intentar luchar contra lo que la enfermedad promete, aunque nos reduzcan los medios. Que muchas dedican demasiado de su tiempo libre para formarse e intentar vencer en un duelo a una patología, aunque nos reduzcan los medios. Que si estos son los buenos, ¡joder! ¿qué pasará cuando vengan los malos?
Que las que trabajamos en esto, cualquier otro día nos convertimos en usuarias; con un suero, una sonda o cualquier otro aparatejo metido por cualquier orificio corporal. No somos ni cajeros automáticos, ni computadoras, ni electrodomésticos para no empatizar con los pacientes y sus familias. Esta cosa no es lo de la ventanilla del `vuelva usted mañana´. Y muchas situaciones personales nos las llevamos a casa después de quitarnos el uniforme. Que somos como el resto de los mortales con sus días buenos y sus días peores, aunque nos reduzcan los medios.
Curramos en esto por vocación, porque nos gusta o porque no nos quedan otras narices, como el resto. Sudamos, amamos, sufrimos y defecamos como el resto, aunque nos reduzcan los medios.
Que hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos y sabemos. Que a veces erramos, como el resto (Seguro que `el resto´ nunca se sentirá como nosotras al equivocarse). Pero siempre que acertamos es para mayor gloria del político de turno, mientras estos se preocupan de sus estadísticas, la opinión pública y la gloria.
Somos celadoras, auxiliares, médicas, madres, enfermeras, administrativas, radiólogas, cirujanas… Que nuestro credo es la recompensa. Que nuestra recompensa es un lamento menos, una minúscula sonrisa, el procurar que el que venga lo haga lo más placidamente posible o si tiene que marcharse de esta historia, lo haga igualmente…
Somos como el resto de las mortales. Unas poniendo tratamientos, otras limpiando excrementos, otras llevando camillas, otras comidas, otras diagnosticando, otras peleándose con la burocracia… algunas me han dicho, incluso, que han dejado la sonrisa en el empeño. Que de vez en cuando tenemos que sufrir al ver a algún que otro paseante acreditado para ello, como el resto, aunque nos reduzcan los medios.
Seguro que no nos merecemos un par de hostias. Y como aquí somos muy legalistas y reacios a recetarlas, prefiriendo eso de ?poner la otra mejilla-, especialmente si es de otra. Pues eso simplemente, y aunque nos reduzcan los medios, es un pequeño toque de atención de algo que les puedo asegurar que volverá a pasar…
*Como habrán notado todo el artículo era en femenino. Dedicado a Isabel mi amiga, mi amor y compañera en este viaje. Que sin tener ningún número, también a ella le tocó un día esta lamentable lotería. Gracias a tod@s l@s compañer@s del Área de Gestión Sanitaria del Campo de Gibraltar por vuestra labor diaria.
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