El aroma de la tierra mojada

Las precipitaciones de estos días, además de un leve refrescamiento y, una buena y necesaria regada, trajeron consigo otro efecto que producen las tormentas y que podemos disfrutar tras este periodo de tiempo seco: ese inconfundible aroma a tierra mojada que inunda el aire durante y después de la lluvia.

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Diego Jiménez Relinque | http://infometeolosbarrios.blogspot.com.es/

Aunque aún no está en el diccionario de la RAE, el olor a “tierra mojada” también se denomina petricor. Este término fue acuñado por dos geólogos australianos, Isabel Joy Bear y R. G. Thomas, en un artículo publicado en la revista Nature en 1964. Proviene del griego petros (piedra) e ikhôr (componente etéreo).  Según la mitología griega, se dice que el ikhôr es la esencia que corre por las venas de los dioses en lugar de sangre.

La responsable del agradable olor a tierra mojada que solemos percibir tras la lluvia es una bacteria inofensiva (bacteria de Albert) llamada científicamente Streptomyces coelicolor. Este microbio, productor de esporas, se encuentra en la mayoría de los suelos y produce una sustancia llamada geosmina, palabra de origen griego que significa “”aroma de la tierra”. Estos microorganismos al entrar en contacto con pequeñas cantidades de agua producen la liberación de la sustancia volátil responsable de este típico olor, que resulta agradable para casi todo el mundo. Y no sólo cuando llueve, sino cuando se riega un jardín, o unas macetas, por ejemplo.

La Streptomyces coelicolor es una bacteria beneficiosa para el  ser humano. Se emplea en una amplia gama de aplicaciones en la industria biotecnológica. Así, gracias al uso de estas bacterias se obtienen diversos antibióticos, entre ellos, agentes antibacterianos muy conocidos como la tetraciclina o la eritromicina, además de fungicidas y fármacos inmunodepresores.

Determinadas plantas también contribuyen a este fantástico aroma. Durante los periodos secos van dejando caer sobre las superficies cercanas sustancias aceitosas, que son volatilizadas cuando llega la lluvia. De esta forma los aromas se desprenden y contribuyen a formar el petricor.

Aunque quizás este olor no sea más que anecdótico y evocador para los seres humanos, para los camellos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Y es que los científicos sospechan, que esta molécula es detectada por sus receptores olfativos cuando estos animales viajan por el desierto, indicándoles que hay agua cerca. De confirmarse, explicaría por qué los camellos del desierto del Gobi son capaces de encontrar agua a más de 80 kilómetros de distancia.

En resumen, podemos decir que ese perfume que permanece suspendido en el aire después de la lluvia, es el resultado de la combinación de tres aromas diferentes, mezclados tras varias reacciones químicas y físicas: el ozono, cuyo olor puede recordar el del cloro, la geosmina, más intensa y parecida a un vapor de moho, que procede de las plantas y del suelo húmedo, y el petricor, que es fresco, dulce y suave, emitido principalmente por las rocas.

Por tanto, si las fragancias inolvidables que se respiraban en casa de la abuela ya no volverán, o si el olor de la hierba ya no es el mismo, puesto que muchos de nosotros vivimos en ciudades cubiertas de cemento, podemos consolarnos con el olor a lluvia que, según parece, no nos abandonará, percibiendo a través de él algo muy parecido al verdadero olor de la vida.

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