MONTE DE LA TORRE

El coronavirus no es un carnaval

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El coronavirus no es una farsa
ni merece coplilla picante de carnaval porque mata
y todo poema se torna elegía
cuando sus versos los recita quien se lleva la vida.

Mientras Puerta Tierra tenga Cai abierta
y los vientos antillanos traigan canciones de ida y vuelta,
segura esta la vida en la Tacita de Plata,
la que las manos del Poderoso al mundo ofrecieran
para que en ella los humanos bebieran,
el brebaje y la pócima de la alegría
que solamente la tienen los nacidos en esta tierra mía.

En tanto los vientos acunen a la perla de los mares,
esta Cai que de dicha se desborda y sale,
y las olas la acaricien, siempre habrá los mejores carnavales.

Desde chico, me enseñaron
que admirara y dentro de mi corazón llevara
el cariño a la diosa más grande, esta Gadira,
que Tenerife sanamente envidia
porque, si él pertenece a las Islas Afortunadas,
Cádiz es la más grande allende tierras lejanas,
Las Columnas de Hércules serán Abyla y Calpe
pero las de los carnavales
las forman los más bellos pilares,
Tenerife y mi Cai que, llegando esas datas, están que se salen.

Mi Cai, tú eres reina y señora
de esas fiestas hermosas
que, si hoy no podemos festejarlas comiendo ricos erizos,
cantando chirigotas y bailando al movido ritmo
sambas por nuestras bonitas y concurridas calles;
como el balcón siempre tendremos abierto, bien el coronavirus lo sabe,
desde ahí, mirando a tus bellos cielos
y al mar que tanto yo quiero,
coplillas canto, acompañado por las voces de los otros vecinos
que hacemos, de ventana a ventana y de balcón a balcón,
de cada calle una comparsa o una chirigota que aplaca el dolor,
pues nuestras coplas son de sal,
salen de las lágrimas que provocó este terrible mal
y con nuestro cantar le hacemos frente al mismo Satán.

Los franceses no pudieron a mi Cai tomar
porque ella es cuna de la libertad
y entre sus pañales de sencillez y bondad,
La Pepa, por suerte para las gentes, aquí nace
porque los gaditanos bien conocen y saben
que si para fiesta y juerga no hay quien les gane
para la defensa de las grandiosas libertades
y los atávicos valores de España y su Andalucía se entregan como nadie.
Si Belén fue portal de la Cristiandad,
Cádiz lo es de los derechos que no se pueden ocultar y aplastar
bajo la losa del omnímodo poder.

Con mi particular disfraz, este chirigotero
entre risas y lloros a este nuevo tirano del mundo,
el coronavirus que odio y detesto
yo con fuerza y energía le digo
que nosotros con coplillas, pitos y buen vino
le hacemos frente y lo haremos desaparecer
aunque a muchos en esa empresa la vida cueste.

Ladrón de libertades, de fiestas y alegrías,
y, lo que es peor de humanas existencias,
aunque este Carnaval no lo lleves,
nuestra Cai, esta milenaria ciudad, por mucho que te empeñes
desde tiempos Tartesos fue faro de luz de alegría
y, por muy fuerte que soplen los huracanes, que al bello día
quieren sumir en la más larga noche,
ni entonces ni ahora, tú esperes que lo logres;
vendrán cientos y millares de carnavales
que nosotros no veremos, pero Cai si estará para con ellos pasarlo en grande.

Coronavirus, nos metiste tú en la cárcel de nuestras casas,
la calle es nuestra vida y si nos faltan,
ver esos rincones, sus avenidas y plazas vacías
se nos destroza la misma alma.
Cerraste negocios diversos, nuestras tascas y bares,
tiendas y comercios de hoy y de antes.
Sembraste sal en la económica vida, hambre,
miedo y desolación a tu paso dejaste
pero Cai ya sus puertas abre
y te dice: “Vade retro, virus maleante”.

Mascarilla o más barata,
aunque en mi bolsillo no me quede una lata,
lo que cuenta es que no vaya a la caja
y no me lleve este virus que mata.
Mascarilla o más barata,
sea de colores, negra o blanca,
lo que sirve es que a ti y a mí nos salva
de caer en las zarpas de ese bicho que con nuestro vivir acaba.

Jóvenes y no tan jóvenes, ni guateque ni botellón,
lo que mola un montón
no es un simple beso o achuchón,
lo que vale es abrazarse a la vida de pleno corazón.
Poneos la mascarilla,
hacedlo por vosotros y por nuestra vida;
tapad la nariz y la boca
para que no entre la pandemia loca.
Esto no es una broma,
ni confeti, ni matasuegras,
es la ruina nuestra si no se controla
y, para que haya más y más carnavales,
hay que, con responsabilidad, a este virus echarlo de nuestros lares
antes de que nos rompa todas las letras
y acabemos sin ellas y sin cuerdas para gritar con fuerza:
“¡Viva Cai, que es del Carnaval
su reina y señora de verdad!”
Suenan sones, redobles de tambores,
de laúd y guitarras oímos sus toques
y las comparsas lanzan pullas y burlas
al coronavirus que, asustado y avergonzado, se esconde entre las tunas
porque solo pinchos pueden acoger al que, al ver la vacuna,
cobarde huye porque Cai, Andalucía,
España y el mundo recobran el sentío
de esa alegría que secuestró este virus que se va a la basura
y nunca nos volverá a estropear ni feria ni romería con su arrebato de locura
porque ya estamos inmunes, pero, de esta penosa lección,
del terrible castigo sufrido,
debemos aprender que, en verdad, cada día
hay que disfrutarlo a tope porque el único capital es la vida.

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