Hoy es 1 de agosto y, a modo de humor divulgativo, la comunidad científica celebra el “Día del ARN” y da a conocer su importancia en el desarrollo de terapias médicas. Un término que quizás empezó a sonarnos hace 5 años, tras dejar atrás una pandemia devastadora. Pero, ¿sabemos realmente qué es el ARN?
Para entenderlo, primero debemos conocer al ADN. El ADN no es más que un libro de instrucciones que hemos heredado de nuestros antepasados. En ese libro está escrito cómo seremos de altos, nuestro color de piel y ojos e incluso, en ocasiones, si tendremos o no una determinada enfermedad. Este libro está escrito solo por 4 letras: A (adenina), T (timina), C (citosina) y G (guanina). Con estas letras (moléculas) formamos palabras (genes), y cada gen es una instrucción.
Por ejemplo, imaginemos que “ATGCGAT” significa melanina; cuando nuestro cuerpo reciba esa instrucción, producirá melanina y nos pondremos morenos.
El ADN es una molécula tan importante para el cuerpo que tiene que estar muy protegida, ya que un cambio mínimo en ella (una mutación) podría generar grandes consecuencias. Por ello, se encuentra en el núcleo de las células, muy empaquetado. Desde el núcleo, esas instrucciones no se pueden leer directamente, ya que las estructuras que las leen (los ribosomas) están fuera del núcleo. Y aquí es donde entra en juego el ARN.
Para poder leer las instrucciones (genes), el ADN se tiene que transcribir en ARNm, y para ello, todas las letras T (timina) se convierten en U (uracilo). Este simple cambio (muy, muy resumido) permite que el ARNm (nuestras nuevas instrucciones) viaje hacia los ribosomas, donde será leído.
Así que si estamos en Palmones tomando el sol, nuestro cuerpo comenzará a producir melanina para ponernos morenos, y eso comienza transcribiendo la palabra “ATGCGAT” (ADN) en “AUGCGAU” (ARNm).
Esto, aunque parezca una tontería, es la base de muchísimas terapias, entre ellas, la famosa vacuna del SARS-CoV-2. En este caso, se tomó el ARNm (las instrucciones) de una proteína del virus (la proteína spike) y se introdujo en algunas de nuestras células para que la fabricaran. Después, nuestro sistema inmune la reconoció sin necesidad de haber sido infectados.
Seguramente hayas oído alguna vez eso del ADN “basura”, que se refiere a muchas letras en nuestro genoma que aparentemente no servían para nada. Pero, cuando esas letras se transcriben a ARN, se ha observado que, aunque ese ARN no produzca ninguna proteína, sí se encarga de regular la expresión de determinados genes, siendo esenciales para nuestra vida.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el 1 de agosto?
Bueno, pues nuestro cuerpo lee las letras de tres en tres, en lo que llamamos codones. En todos los genes estructurales, para iniciar la lectura es necesario el codón AUG. Cuando la maquinaria celular detecta esas tres letras, comienza la lectura del gen y se ejecuta la orden. Dado que en inglés agosto se abrevia Aug (de August), a alguna mente brillante se le ocurrió bautizar el 1 de agosto (1 AUG) como el Día del ARN y… no hay mucho más.
En definitiva, el ARN es mucho más que una simple copia del ADN. Es un actor fundamental en la regulación y expresión génica, y ha sido protagonista en uno de los avances biomédicos más importantes de las últimas décadas. Desde las vacunas de ARN mensajero hasta su papel en enfermedades genéticas y terapias personalizadas, este ácido ribonucleico se ha ganado su propio espacio en la historia de la biología molecular. Así que hoy, 1 de agosto, celebremos no solo el juego de palabras, sino también el enorme potencial del ARN para transformar la medicina del presente y del futuro.
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