El misterio de la tumba Luineaud Gaillet y el trágico vuelo del Bristol 170 Freighter sobre Los Barrios en 1948

Cuando éramos niños, no sé, 11 o 12 años, teníamos por costumbre acercarnos al cementerio en las fechas previas al día de los Difuntos. Era como una fiesta aquel ir y venir de personas arreglando los nichos y tumbas, colocando flores, limpiando lápidas…

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Antiguo cementerio de Los Barrios, actual Plaza Blas Infante

Cuando éramos niños, no sé, 11 o 12 años, teníamos por costumbre acercarnos al cementerio en las fechas previas al día de los Difuntos. Era como una fiesta aquel ir y venir de personas arreglando los nichos y tumbas, colocando flores, limpiando lápidas…

La parte delantera del cementerio viejo, parecía de película antigua. Aquellos cipreses tan altos que aún se pueden ver en la Plaza Blas Infante, con aquella araucaria gigantesca; había panteones familiares y, si estaban abiertas las verjas que cerraban las escaleras que llevaban al subterráneo, nos aventurábamos a bajar a curiosear.

Nos llenaba de sorpresa ver fechas del siglo XIX. Ya ves, en nuestro pueblo también había vivido gente en el siglo XIX: “Nació en mil ochocientos tal y murió en mil ochocientos tal…”. Asombroso.

 A veces, por entre las grietas del suelo terregoso, nos asomábamos con la curiosidad propia de la mente infantil y preadolescente para mirar. ¿Qué podría haber? No podría haber otra cosa que restos óseos que vislumbrábamos a duras penas entre las oquedades y las penumbras. Hasta una calavera alcanzamos a ver un día…

No sé por qué nos fascinaba tanto ir. Tal vez por el morbo, por acercarnos a la muerte quizás, tan lejana entonces para nuestros años.

A mí siempre me pareció nuestro cementerio viejo como un escenario propio de pelis que veíamos en nuestro cine de pueblo. Pelis de miedo, de duelos románticos con elección de pistola: “A los 20 pasos se giran y dispara primero fulano…”

Pero, no obstante, de todo aquello, las cosas que más me dejaban absorto años tras año y que me parecían un enigma sin resolver, eran dos tumbas situadas más o menos en el centro geográfico del camposanto.

Una tenía un nombre escrito, o, mejor dicho, forjado, en una cruz de hierro que se erguía desde el suelo: un apellido, una fecha y unas rosas de plástico clavadas en la tierra, que siempre estaban allí, año tras año.

La otra tumba no tenía nombre. La cruz, también de hierro y pintada de negro como la anterior, lucía sin inscripción alguna.

Ambas estaban delimitadas por unos ladrillos arcillosos formando dos rectángulos en la tierra, sin lápidas.

Uno de los tres o cuatro niños que íbamos dijo que eran unos pilotos de un avión que se estrelló en el campo; que se lo había dicho su madre, o su abuelo, o no sé quién. Fascinante.

Aquel nombre, el que estaba en la cruz, era extranjero. Por aquel entonces dábamos francés en lo que se denominaba bachillerato radiofónico, que estudiábamos como enseñanza libre en el colegio del paseo, hoy hogar del pensionista. Debía ser francés, me decía yo, porque el apellido, como los personajes de las lecturas que hacíamos en clase, era GAILLET: no podía ser otra cosa que francés, sin duda. Si terminaba en -et era francés, y ya está. 

El nombre era LUINEAUD, eso ponía en la cruz: LUINEAUD GAILLET, y la fecha del fallecimiento debajo.

Como buen lector de tebeos y novelas de hazañas bélicas que yo era, lo encuadré rápidamente: piloto francés, II Guerra Mundial, ataque aéreo a Gibraltar, derribo del avión por las baterías antiaéreas británicas y posterior caída en la sierra de Los Barrios.

Incluso traté de darle explicación a cómo un avión francés había atacado el Peñón, si los franceses eran aliados de Gran Bretaña.

Fácil. Los alemanes habían ocupado Francia y el ejército oficial francés al mando del régimen de Vichy estaba bajo las órdenes del III Reich. Todo lógico, todo explicado.

Pero…, había algo que no cuadraba en aquella apasionante historia que yo me había inventado. Precisamente por mi afición a las novelas bélicas de la II Guerra Mundial, sabía que la contienda había terminado en 1945 y la fecha de la caída del avión había sido el 11 de Abril de 1948, que era la fecha que había en la cruz. Se me estropeaba la historia. ¿Entonces…? Había algo que no encajaba.

Luego, con el transcurrir del tiempo, aquellos intereses infantiles por ir al cementerio una vez al año como aventura pasaron, como es obvio, y coincidiendo además con el traslado de los restos al cementerio nuevo, o sea al actual, aquellos nombres, aquellos restos desaparecieron, tal vez en un osario común, y me olvidé.

Un día, y no hace tanto tiempo, sin saber por qué, me acordé de aquel nombre: LUINEAUD GAILLET. Hay datos, cosas, que se te quedan grabados, que son indelebles: las experiencias infantiles, aquella asociación mía de ese nombre francés con mis tebeos y la historia que con calzador me inventé tratando de enmarcarla porque sí en la Segunda Guerra Mundial, era una de esas cosas imborrables.

El caso es que lo busqué (llegó Internet) y para gran sorpresa mía, apareció, surgió de entre las nieblas del tiempo una página, una web que aloja y hace referencia a pilotos franceses que se destacaron en la Francia Libre, es decir, contra la ocupación alemana (todo lo contrario de lo que yo había imaginado), y uno de ellos era GAILLET.

Capitán Gaillet en el centro

Pero… ¿LUINEAUD GAILLET? No, mi asombro mayúsculo es que no se llamaba Luineaud, sino Henri: Henri Ernest Elie GAILLET.

¿Y cómo sabemos que es el mismo? Porque en la página web dice que su avión se estrelló en Los Barrios (Cádiz) el 11 de abril de 1948. Entonces ¿de dónde sale el nombre de LUINEAUD?

Pues LUINEAUD, en realidad HENRI LUINEAUD, era radio navegante en el mismo avión Bristol 170 Freighter que, pilotado por GAILLET, al salir de Gibraltar vía Casablanca como vuelo de carga,  se estrella por razones desconocidas en un punto entre 2500–3000 pies en el municipio de Los Barrios, según consta en la página web sobre catástrofes aéreas cuyo enlace colocaré más abajo, al final de este artículo.

Ambos pilotos se habían distinguido como miembros de FAFL (Fuerza Aérea de la Francia Libre, organizada en Londres por el mismo General DE GAULLE) durante la contienda mundial y ahora, al acabar la guerra, trabajaban para una compañía aérea: Cie. Air Transports, que, entre otras actividades, realizaba vuelos entre Burdeos, en Francia, y Casablanca, en el protectorado francés de Marruecos, y que solía hacer escala en Gibraltar.

Henri Luineaud.

Ambos habían sido condecorados. GAILLET, que durante la guerra tenía el cargo de capitán, con la medalla de la Resistencia francesa en 1946, y LUINEAUD con la Cruz de Guerra con Palma (1939- 1945). Poco después del fatal accidente los dos fueron también distinguidos  post mortem con la Medalla de la Aeronáutica francesa en junio de 1948.

Resumiendo: LUINEAUD GAILLET en realidad eran dos personas distintas que, por razones que desconozco, estaban enterrados como si fueran uno en la misma tumba, o, al menos, eso se deducía de aquel nombre que yo había visto de niño en aquella cruz de hierro del cementerio de Los Barrios.

 ¿Fueron enterrados juntos de manera consciente por parte de las autoridades? Es poco probable. Tal vez se confundieron las documentaciones porque ambos pilotos tenían como nombre de pila Henri y además tampoco creo que fuera fácil la identificación de los restos, sobre todo, porque, al parecer, el avión se incendió y los cadáveres aparecieron carbonizados, según nota de prensa que aparece más adelante. O, quizás, precisamente por ser imposible tratar de distinguir quién era quién con los medios de la época, se decidió enterrar juntos a los que identificaron por la documentación que pudiera haberse hallado entre los restos.

Pero, ¿Y LA OTRA TUMBA? Dijimos al principio que había otra tumba sin nombre.

Los informes oficiales dicen que iban 3 tripulantes en el avión, aunque en la página web de Les Français Libres dice que puede que fueran 4 y así lo informa la prensa de la época. (Véase nota más abajo)

Estos serían: el capitán Henri GAILLET, de 36 años, piloto; Henri LUINEAUD, de 39 años, radio; y los otros dos serían Jean Leon BONNE, de 29, ingeniero de vuelo y, se hace referencia a un cuarto: Michel PERRIN, de 26 años, segundo operador de radio.

De estos dos últimos, de los que deduzco que no fueron identificados en su momento, pues no había nombre alguno en la segunda tumba, no tengo referencia, salvo que Bonne también formó parte de la FAFL desde octubre de 1941. De Perrin no he obtenido ningún dato.

No sé si en esa segunda tumba estarían los dos tripulantes restantes nombrados en último lugar o solo uno (dependería de la fuente que estuviera acertada en el número de tripulantes).

El misterio sobre ese aspecto continuaría aún.

En la página web del Bureau of Aircraft Accidents Archives se indica claramente que el plan de vuelo partía de Burdeos (Francia), con escala en Gibraltar y que salió de noche de la Roca hacia Casablanca (Marruecos) con una carga de unas cuatro toneladas de material diverso (al parecer, tejidos y botones mayormente), sin pasajeros.

Se indica también que en los procedimientos y protocolos de despegue del Peñón se establece que se debe virar hacia la izquierda para evitar las sierras cercanas a Algeciras, pero que, incomprensiblemente, el avión siguió en línea recta en ascenso tras el despegue hasta golpear la montaña, ya en el término de Los Barrios, a una altura de unos 2500–3000 pies.

Bristol 170 Freighter como el que se estrelló en 1948

Supongo que los datos de rescate y del suceso estarán en archivos de la Guardia Civil de la época o del Ejército, donde se hallarán perfectamente ubicados los lugares del impacto.

Si tenemos en cuenta que el informe hace mención a una cota de 2500-3000 pies, una línea recta trazada desde el aeropuerto de Gibraltar (orientado hacia el Oeste) y que se dirija al término de Los Barrios, sería casi coincidente con el área denominada Hoyo Don Pedro, salvo que, en este caso, las alturas existentes son de unos 550 metros aproximadamente, algo menos de 2000 pies, es decir, muy por debajo de la altura que obra en el informe antes mencionado.

No obstante, en nota de prensa aparecida en aquellas fechas y publicada por la agencia de noticias española CIFRA (agencia para noticias nacionales de EFE) se hace mención de manera escueta al accidente de la siguiente forma:

Al nombrar el Cerro del Galeón, es obvio que deberíamos buscar una altura coincidente a esos 2500 pies como mínimo (sobre 762 metros) en sus cercanías.

Lo más probable es que sobrevolara el Hoyo Don Pedro y se encontrara fatalmente con la pared insalvable de la Sierra Luna, cuyo vértice geodésico marca 785,90 metros, es decir, 2578 pies, siendo esta altura más acorde con los datos oficiales del accidente.

Posible recorrido del vuelo visto desde distintas perspectivas. (Elaboración Paco Fernández)

En definitiva, esto es lo que averigüé sobre el enigma de la tumba LUINEAUD GAILLET, que tanto me había fascinado en los días infantiles de nuestras primeras visitas al cementerio. Aquellos días de principios de noviembre de finales de los 60 y primeros años de los 70. Es curioso cómo un simple recuerdo guardado en la memoria te puede llevar poco a poco a todo un cúmulo de información casi sin esperarlo.

Sé que no son datos que sean importantes para la historia de nuestro municipio, pero al menos entra dentro del anecdotario que considero no debería caer en el olvido, primero por lo inusual de este tipo de incidente en nuestras sierras y segundo por lo curioso que resulta que dos de aquellos tripulantes fueran enterrados juntos como indicaba aquella tumba donde se mezclaron los apellidos como si fueran una sola persona.

En lo que a mi concierne, me alegro de haber resuelto aquel galimatías que para mí resultaba que se estrellara un avión extranjero en los años 40 y que no pudiera coincidir, por culpa de la fecha, con las historias de mis tebeos de Hazañas Bélicas de mi infancia.

Valga este relato como pequeño homenaje y recuerdo a aquellos pilotos que perdieron la vida de una forma tan trágica cerca de nuestro pueblo.

Para finalizar quiero agradecer a mis amigos:

Domingo Mariscal, inagotable fuente de datos geográficos y orográficos, que me aportó innumerables mapas, fotos, nombres y aclaraciones sobre la zona de manera incansable.

A Diego Jiménez, por su importante aportación en la nota de prensa de la agencia CIFRA que vino a aclarar y corroborar los datos de los que se disponían para disipar dudas a la hora de redactar este artículo.

Y, por último, a Paco Fernández, que colaboró de manera entusiasta elaborando el vídeo de Google Earth sobre el posible vuelo del avión siniestrado, así como con las fotos sobre el supuesto recorrido de éste, aportando una mejor comprensión de lo que pudo haber ocurrido aquel fatídico 11 de abril de 1948.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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