El pavo, por J. Salguero


 

Estimado lector, como bien conoce, existen diferentes clases de pavos. Y algunos más que otros están más que mosqueados no sólo por estas fechas, sino en el transcurrir de los trescientos sesenta y cinco días del año.

Entre ellos, se encuentran los pavos que se sirven en platos para ser devorados o degustado en determinadas fiestas, como en el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos y en Canadá o en la Navidad cristiana española.

Por consiguiente, los pavos comunes no tienen ganas desde mucho antes del mes de noviembre ni de hacer pavadas, y permanecen embuchados con sus alas replegadas en sus costados laterales derecho e izquierdo al ser unos gallináceos.

El peso en canal de cada ejemplar de estos pavos incluyéndose su continente y contenido, suele ser variable dependiendo de la capacidad mamaria y del pienso con el que fueron cebados. Por lo tanto, no es raro observar a bastantes pavos más esqueléticos que el caballo del Quijote o con el grosor perimetral de la panza de mi vecina del quinto llamada Frasquita.

El pavo, como bien conocen los doctos que estudiaron paverías, en los corrales de la universidad del Río de la Miel de Algeciras, es oriundo de ciertas tribus salvajes romanas americanas. Fue importado al parecer por Cristóbal Colón u otros navegantes similares como la Armada Invencible española para ser domesticados; criándose y reproduciéndose principalmente para fines alimentarios.

Es pobre en calorías haciendo la función de fiambre y apenas tienen sangre en las venas comparado con otros animales latinos de raza caliente. Porque si del cerdo se aprovecha hasta sus andares y del asno su leche de burra es muy valorada en determinados países tanto monárquicos como republicanos. Según cuentan los historiadores andalusíes algecireños, Cleopatra la utilizaba como baños medicinales para cuidar su chasis.

Pero estos pavos, a los que me refiero, no se fuman ni a una pava de celtas cortos sin boquillas, al proceder de la familia de las gallinas según cuentan los conquistadores españoles de la India. Aunque, hay que resaltar positivamente de ellos, que su chicha es muy saludable y nutritiva al carecer de patologías subversivas contra el sistema político imperante que los mantiene en sus gallineros.

Por lo tanto, si conozco a concretos pavos de cortijos locales, comarcales, autonómicos y nacionales. Usted, estimador lector, no se quedará atrás, porque los hay con denominación de origen. Los que por sus afables aspectos tan entrañable hasta se les rinde culto. Pero hay que estar vigilantes, porque cuando te cogen a contrapié, te pueden picotear hasta dejarte los huesos sin tuétano.

Causas causantes, para que en el discurrir callejero se escuchen frases como: “No es moco de un pavo”. Enfatizándose ciertas cualidades o destrezas, y no precisamente las que les provienen del colgajo carnoso y eréctil rojizo que posee sobre el pico.

Recuerdo, que siendo un crío, al jugar con los amigos por las inmediaciones e interior del Parque María Cristina de Algeciras. Observaba maravillado el colorido que desplegaba en sus alas un determinado y concreto pavo real en época reproductora.

Ese ejemplar, era para ser coronado líder de la piara de los pavos reales españoles, porque corría detrás de las pavas con el mismo ardor, tensón y calentón, que los soldados de los desaparecidos regimientos de artillería e infantería de las inmediaciones del parque.

No siendo extraño, que al ser capitán general de los pavos de su corral, dejara pavitos reales y sin pedigrí por todas partes. Porque además, la significativa y emblemática calle Munición estaba a pocos metros de allí, y más de uno se fogueaba echándole guindas a sus pavas.

El pavo, para ir acabando esta disertación científica, ha alcanzado en diferentes pueblos un gran protagonismo en las culturas arraigadas mucho antes del medievo. Hasta el punto, que en España aún se siguen lanzando una pava por un campanario, para el divertimento del poblacho. Pero no todo el mundo calla y acepta esa práctica, siendo las asociaciones protectoras de animales las que un año tras otro alzan la voz contra esa salvaje práctica.

Sin embargo, otros más acordes con la realidad le rinden honores por Navidad, como es el caso del torneo de Golf del Pavo que se celebra en los fairways del Club Campestre de Lourdes. Así como en Ayamonte, con su tradicional Carrera del Pavo. Clásica prueba atlética que ya alcanza cerca de su veintena de ediciones.

¡Ah!, se me olvidaba. Y ahora va en serio lo que escribo, porque hecho de menos por estas fechas, el espíritu navideño de mi infancia. Siendo debido probablemente a que este mundo globalizado y capitalista de cabezas huecas, nos han querido llevar al pensamiento único. Pero es evidente que han fracasado totalmente al intentar hasta erradicar la esencia de los pilares de cada pueblo.

Por consiguiente, debido a la hambruna existente, se está volviendo a lo de antaño después de la posguerra española, en el aspecto de subsistencia elaborando productos labrados en las huertas y artesanalmente sin conservantes, aditivos ni antioxidantes…

Y en varios años, debido a la gran peste política mundial existente, no sería raro volver a ver no sólo por las navidades y en otras fechas significativas a los paveros, cabreros y cochineros con sus piaras de pavos, cabras y cerdos, por todos los rincones de las calles adoquinadas o no de las ciudades y pueblos.

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