RESEÑA LITERARIA

El pensionado de Santa Casilda, de María Jesús Fraga

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En 2016 apareció en esta editorial Oculto sendero, una novela inédita de Elena Fortún, con edición e introducción de las mismas investigadoras que la novela que reseñamos aquí. Aporto estos datos porque existen una serie de coincidencias entre ambas novelas que no debemos pasar por alto: tanto una como otra proceden de textos manuscritos que la autora mandó destruir pero que –por una serie de circunstancias- llegaron a manos de la profesora de la Universidad de Cádiz Marisol Dorao (autora de Los mil sueños de Elena Fortún, una completa e interesante biografía de esta autora, imprescindible para conocer su vida y su personalidad) y que años después recuperaron María Jesús Fraga y Nuria Capdevila-Argüelles. En los dos manuscritos figura como autora Rosa María Castaños, un seudónimo tras el que se escondía Elena Fortún (a su vez seudónimo por el que fue conocida en los círculos literarios de su época, con el que firmó todos los cuentos de Celia), que ocultaba su nombre real: Encarnación Aragoneses Urquijo (1886-1952). El uso del seudónimo añadido así como su interés por que se destruyeran ambas novelas tiene su explicación si tenemos en cuenta la temática lésbica de estas dos obras, la época en que se sitúan (entre la década de los 20 y 30 del pasado siglo) y cuándo fueron escritas (posiblemente durante los años 40).

Elena Fortún – Matilde Ras
El pensionado de Santa Casilda (Edición de María Jesús Fraga. Introducción de Nuria Capdevilla – Argüelles)
Sevilla, Renacimiento. Biblioteca Elena Fortún, 2022

Estas coincidencias no pueden soslayar, sin embargo, los rasgos propios de cada una. El pensionado de Santa Casilda es una obra inacabada (con una serie de vacíos en el último capítulo), de final abierto. Como colaboradora de Elena Fortún firma Matilde Ras (1881-1969), conocida grafóloga y periodista, íntima amiga y confidente de Fortún, que casi con toda seguridad aportó algunos elementos y revisó el texto.

Se trata de una novela coral que protagoniza un grupo de chicas que conviven en un internado madrileño durante los años 20 del pasado siglo, regido por una congregación religiosa francesa. Estas adolescentes siguen diferentes caminos una vez abandonado el centro, aunque en algunos casos retoman la relación lésbica que habían iniciado en el pensionado. Ya adultas, los obstáculos que derivan de su situación amorosa, impulsan a algunas a huir a París, el paraíso de la modernidad, donde aspiran alcanzar tanto la autonomía personal como la independencia económica que el entorno social de su país les niega.

La obra consta de 40 capítulos distribuidos en tres partes: “Pubertad”, “Floración” y “Plenitud”, en los que un narrador omnisciente recorre la vida de estas chicas, comenzando por su despertar sexual y la forma en que se va configurando su sexualidad hasta llegar a la edad adulta.

En su completa y pormenorizada introducción, Nuria Capdevila-Argüelles incluye esta obra en lo que denomina “escritura armarizada”: la que procede del “entendimiento y el temor a amor, deseo y género no ortodoxos”, como observamos en las adolescentes que conviven en este internado, que se manifiesta de manera diversa en cada una.

La lucha entre apariencia y realidad cobra un especial protagonismo en esta novela: los blancos uniformes de las jóvenes, así como los negros hábitos que visten las religiosas en modo alguno las igualan: bajo unos y otros se esconden, además de diferentes procedencias socio-culturales, maneras muy diversas de vivir la sexualidad que en ciertos casos entran en conflicto con las normas establecidas. A lo largo de estos capítulos comprobaremos que, cuando el impulso sexual desemboca en relaciones lésbicas, la mujer está transgrediendo los roles propios de su género, por lo que se hace acreedora al rechazo y a la censura. Pero no es mejor la situación de las que optan por contraer un ventajoso matrimonio y convertirse en sumisas “ángeles del hogar” que a menudo ven tronchadas sus ilusiones juveniles, sometidas a esposos posesivos. El resultado es que, tanto unas como otras, se verán obligadas a llevar una doble vida en la que intentan mantener un imposible equilibrio entre lo que las normas exigen de ellas frente a la realización de sus legítimos deseos. Como afirma Nuria Capdevila-Argüelles, “El tema cobra justificada importancia en una generación de mujeres que descubren a destiempo, cuando ya es tarde como fue el caso de Fortún, su identidad genérico-sexual y sus preferencias amatorias”.

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