NOVENA PROVINCIA

Epitafio en las redes

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Ha muerto Fernando Sánchez Dragó. Joan Didion escribió en ‘El año del pensamiento mágico”, «Cuando tenemos delante un desastre repentino, siempre nos fijamos en lo anodinas que eran las circunstancias en las que ha tenido lugar lo impensable». No sé si hay circunstancia más anodina que tuitear una foto con un gato en la cabeza y morir a los catorce minutos. Catorce. Ni siquiera un cuarto de hora, ni siquiera quince: catorce. Si la vida nunca es un número redondo, la muerte lo es menos aún. ¿Sabría que se moría?

¿Qué será lo último que publique en una red social? Porque se convertirá en un auténtico epitafio: habrá más gente entrando a curiosear en esa cuenta de la red social que llevando flores a la tumba. Ahora, además de preocuparse por tener la casa recogida, y la columna mandada por si la palmas, también empieza a inquietar pensar cuál será ese tuit final. Conociéndose como se conoce uno, lo normal es que, para la posteridad, no deje ni un pensamiento profundo ni una frase ingeniosa, sino un meme de cualquier cosa. Fíjense que hablo en tercera persona, es por lo del yuyo.

Es lo que hay: un instante normal en el que todo se va a hacer puñetas. Y cuando ya se tienen canas o se está calvo, sabes que ese instante te puede llegar en cualquier momento, sin avisar, sin la más mínima consideración.

Pero prefieres no pensarlo, y solo reparas en ello cuando le sucede a alguien cercano. Entonces, te asustas, tomas conciencia, y te prometes que vas a vivir cada día de tu vida como si fuera el último, y que lo importante es el aquí y el ahora, y que ‘carpe diem’, y cosas así.

Tonterías: por esas mismas canas o calvas también sabes que, en cuestión de una semana, las pequeñeces cotidianas acabarán arrollando tus propósitos vitales como un tren de mercancías. Eso, y que tu legado digital será esa “cualquier cosa” que les he comentado.

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