Érase una vez una barriada de una ciudad muy populosa en la que había unos jardines muy hermosos. Allí se encontraban las flores más bellas de toda la región pero también eran las más arrogantes y presumidas. Al dotarles la naturaleza de tantos encantos, con esos atributos tan atractivos, esas plantas se creían las más importantes del mundo pues, en ese lugar los días eran muy largos y la primavera duraban tantos meses que pensaban nunca se acabaría.
Los vecinos reclamaban al Ayuntamiento y le pedían, con insistencia, instalara alguna farola en aquella zona que, en ese aspecto urbanístico estaba abandonada, pues no había ni un solo punto de luz. Una buena mañana, llegaron unos operarios municipales y, por fin, para la alegría de los residentes, les comenzaron a colocar una; eso sí, solamente una, pues, como estaban en época de crisis, decían que había que ahorrar y, con un foco tenían que arreglarse.
Cuando las flores vieron que aquellos, los que ellas consideraban jardineros, los funcionarios electricistas, estaban abriendo en la misma acera un alcorque, se alteraron. Llenas de curiosidad se preguntaban qué especie vegetal iban a colocar: un magnolio, un prunus pisardi?…
Sus dudas pronto serían despejadas, los operarios, ayudados de la maquinaria pertinente, plantaban allí lo que ellas consideraban una especie vegetal muy distinta, nunca habían visto ese rarísimo ejemplar. Junto a su jardín, al otro lado del pequeño seto que lo cercaba, se levantó aquella esbelta y altísima planta tan singular. Su porte era espectacular. Las flores la miraban con envidia y como una rival que les venía a hacer competencia. Ninguna de ellas podría nunca alcanzar su grandiosa altura. Todo el jardín estaba alterado ante la presencia de esa extraña vecina.
Alguna de las flores decía:
-“Sí, es muy alta, pero no tiene color alguno”.
Otras:
-“Nadie la querrá pues , parece el cuello de una jirafa.”
Estos y otros comentarios circulaban por las residentes del parterre, pero la verdad es que todas aquellas flores añoraban y hablaban movidas por la envidia, pues que más quisieran que tener la mitad del talle de la farola.
Lo único que les empezó a consolar es que a ellas venía el jardinero y las regaba con una buena y apetitosa agua pero, cuando miraban si ése iba a hacer lo propio con la extraña planta, para alegría y regocijo suyo, observaban como retiraba la manguera y ni siquiera a ella se acercaba, marchaba olvidándose de ese raro espécimen.
Todas ellas reían exclamando:
-“ ¡Ves, a ti, ni agua!”
Y a coro resonaba en el jardín un nutrido:
-¡”ja, ja, jaaaaaaaa”!
Y las risas continuarían incrementándose cuando se percataron que los únicos que a la farola se acercaban eran los perros quienes, con rabia y desprecio, levantaban la pata y le lanzaban un chorro de su abrasante meada.
Las flores gritaban jaleando al animal:
¡”Así, así, sécala, aquí no hace falta semejante espantapájaros, pues ningún avecilla en ella hará su nido”!
Y, con insistencia, persistían con sus despreciables insultos:
-“¡Solamente te riegan los perros con sus orines!” ¡” Fuera, fuera, ni los cánidos te quieren!” ¡” Aquí sobras, eres una indeseable!” ¡Por no tener, no tienes ni una hoja”!
La pobre farola escuchaba todas aquellas palabras de escarnio y sufría, como hacen los humildes, con resignación pero, con mucha entereza .Ni una lágrima soltaba. Parece que estaba acostumbrada a ser discriminada. Callada veía como las flores hacían una piña para burlarse de la recién llegada porque le tenían envidia por ser tan esbelta.
Hasta , para colmo , el único hombre que creyó iba a abrazarla, para consolarla y darle ánimo , resultó ser un borracho quien, agarrándose a su talle de metal, le dijo:
-¡”Aparta de mi cami…no , no ves que ne…. necesito para andar todaaa la acera y hastaaa me viene escasaaa!”
Ella siguió en su mutismo, pensó que, para que discutir con quien ha perdido , lo más grande , el sentido, pues a ese hombre le faltaba lucidez y le sobraban grados de alcohol.
Las flores, con esta otra anécdota, vuelta a reírse hasta troncharse con las carcajadas.
“!Je, je, ja, ja, ¡ni los borrachos te quieren!”
Pero , por muy largos que sean los días, aunque por mayo parezcan eternos, resultó que llegó la noche, el manto de la oscuridad envolvió todo el entorno. Las flores se encerraron en sus capullos no porque tuvieran sueño, es que nunca habían visto la noche desde que nacieron . Creían que siempre habría día y, cayeron en una casi profunda depresión. Pensaban que ya no volverían a ver el Sol nunca más.
Estando en esta situación, para sorpresa suya, contemplan que, inesperadamente, todo el jardín se ilumina, que vuelve a parecer ser día.
Se preguntan que de donde procede esa fantástica luz , al mirar hacia la farola todos lanzaron un enorme…
¡Ooooooh!. Era la farola quien tenía una corola brillante y encendida como una estrella. Todas se contentaron mucho y le dijeron:
-”¿Pero, tú eres la que nos iluminas?”
Esta vez, rompiendo su silencio, sí que habló la farola:
-“ Sí, soy yo la que he venido, me han colocado aquí para que tengáis luz por las noches, para que vuestra grandiosa belleza no se pierda ni siquiera con la oscuridad”.
Las plantas del jardín le pidieron perdón por sentir envidia de quien precisamente venía a proporcionarles más vida.
Desde entonces todas ellas, las moradoras del jardín, llamaron a la farola, Flor de Luz. Los vecinos estaban contentos porque ya sus calles estaban iluminadas pero nadie supo que más felices estaban las flores porque ni de noche perdían sus colores.
De esta historia se desprende que, por muy flor que seas o te creas en la vida, debes recordar que siempre se acabara tu primavera, esos días, los de dicha, aunque parezcan eternos son muy efímeros y vendrá un melancólico otoño, tu decadente degradación, en el que de tu vecino, como Flor de Luz, necesitarás ayuda .Nunca hay que criticar y mofarse del que, a juicio de quien se considera flor tiene defectos pues, no todos los aromas huelen igual para todas las narices ni todos los ojos ven los mismos colores, por ello, el que, como la farola, no tiene belleza natural la puede poseer de forma artificial y cuando, de este modo la logra, no la retiene posesivamente, la ofrece a los que están sumidos, como esas flores, en las noches de la terrible envidia que resalta defectos sobre el jardín de las virtudes.
Lo importante no es tener colores , lo relevante es ser Flor pero de luz para regar al mundo con la grandiosa luminosidad que acaba con todas las nieblas y brumas de la perniciosa ponzoña de la penosa envidia, esa de la que ni las flores se libran.
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