Gutiérrez evoca la Pasión de Cristo con sus vivencias en la Villa


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El templo parroquial de San Isidro Labrador acogió el pregón de la Semana Santa barreña. Jesús Gutiérrez García, evocó recuerdos de su infancia y juventud con los momentos de la Pasión de Jesucristo. El acto contó con la presencia del párroco Fernando María Campos, el presidente del Consejo Local de Hermandades de la Villa, Manuel Paine, el concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento, José Carlos Tocón Correro, así como los Hermanos Mayores de las diferentes hermandades del municipio, feligreses y vecinos que se dieron cita para oír al pregonero.

Texto integro del pregón

SEMANA SANTA EN LA IGLESIA,

SEMANA SANTA EN LA CALLE,

SEMANA SANTA EN EL INTERIOR DE CADA UNO.

BUENAS NOCHES:

Una vez más se me confirma que, en bastantes ocasiones de la vida y ésta es una de ellas, la semblanza que se hace del pregonero, obedece a rasgos de delicadeza y generosidad de quien la dice, más que a méritos propios de la persona a quien se pretende introducir. Gracias, amiga Mari Carmen, por “los cristales de aumento” con los que has querido mirarme para presentarme ante los paisanos en este acto que tanto nos motiva. ¡Sinceramente, gracias!

Agradezco la confianza que en mí ha depositado el Consejo Local de Hermandades y Cofradías, en la persona de su Presidente, al encargarme que pregone nuestra Semana Santa de este año 2010.

Agradezco, igualmente, a nuestro Párroco, la confianza que me otorga al permitirme dirigir la palabra desde este sagrado lugar.

Con el permiso de ustedes voy a dedicar este PREGON:

Al pueblo de Los Barrios. A los aquí presentes.

A todos los Cofrades que, anónimamente, arriman cada año el hombro para aliviar la infinita Pasión de Cristo.

A los familiares y amigos que estos días nos honran con su presencia y disfrutan de nuestra convivencia.

Y, por último, a mi familia, sin cuyo apoyo no hubiese sido posible preparar éste Pregón.

Cuando nuestro común amigo y paisano Manuel Paine Fernández, me propuso la iniciativa y casi la obligación de ser yo el Pregonero de esta Semana Santa, me ví sorprendido y me colocó ante un dilema.

Por una parte, porque no me consideraba el más idóneo, el más indicado ni el mejor merecedor de asumir la responsabilidad, y, al mismo tiempo, el honor de transmitir a los que ahora me escucháis, un mensaje sobre el que no dudo debiera ser yo el que tomara lección y el que recibiera de vosotros una mejor ilustración y un más profundo conocimiento. Y por otra, porque no quería dejar pasar la gran ocasión que se me brindaba, para traer ante ustedes, el recuerdo agradecido a todas aquellas personas que, de una forma u otra, hicieron posible la celebración y conmemoración de la Semana Santa en tiempos tan complicados y difíciles como fueron los años de mi niñez.

Rvdo. Sr. Cura Párroco; Ilustrísimas Autoridades; Sr. Presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías; Sres. Hermanos Mayores de las distintas Hermandades y Cofradías; Hermanos Cofrades; paisanos y amigos todos:

EL PREGÓN puede ser considerado como el gran pórtico de nuestra Semana Santa. Es para el cofrade el referente y es el punto de partida de la cuenta atrás que entre aromas de azahar e incienso, de cera fundida y flores frescas, notas sonoras de cantos penitenciales y marchas cofradieras en la Semana de Pasión, nos conducirán, como en volandas de la primavera, a un nuevo y luminoso Domingo de Ramos.

El Pregón de la Semana Santa barreña se inicia en el año 1983, con el pronunciado por el reconocido cofrade don José Domínguez Rivera. A partir de entonces han pasado por el atril, a lo largo de todos estos años, hombres y mujeres que han dejado marcado sus estilos y formas literarias, exponiendo recuerdos y vivencias.

Desde aquí quiero rendir un sincero y cariñoso homenaje a aquellos que me precedieron en el uso de la palabra, reconociendo, este humilde Pregonero, que poco puede decir que no se haya dicho ya por sus ilustres antecesores.

Los recuerdos de la infancia me trasladan a nuestra Plaza de la Iglesia. Corazón y centro neurálgico del pueblo y uno de los rincones mas entrañables del casco antiguo, solaz de los mayores y recreo de los pequeños, a la que se accede por sus cinco calles: Mayor, Rosario, Jesús, Mª y José, Santísima Trinidad y callejón de Martín.

En ella, se ubica la Parroquia dedicada al Santo Patrón San Isidro Labrador, que con su sólida y magnifica Torre es considerada, por su forma y belleza, como una mini-catedral, siendo la mejor joya que luce el pueblo de Los Barrios. Y que causa admiración a todos los que la visitan, constituyendo un verdadero orgullo para todos los barreños.

Este incomparable marco me trae a la memoria muchas vivencias y recuerdos de la Semana Santa de aquellos años en los que era Cura Propio de la Parroquia el Reverendo D. Cristóbal Natera Araujo, quién desarrolló una tarea ímproba al frente de la Iglesia de Los Barrios.

Yo diría, que aquellas Semanas Santas, vistas desde la óptica del momento, adolecían de falta de recursos materiales y humanos en unos tiempos en que la “mies era mucha y pocos los obreros”.

Esta falta de recursos, traía como consecuencia que muchas cosas había que hacerlas mediante la improvisación. Poner la procesión el Viernes Santo con el Nazareno y la Virgen de los Dolores en la calle era toda una proeza. Baste decir, que las andas para sacar a las imágenes, se hacían mediante cajas de madera o mesas a las que se le acoplaban unos varales; que la iluminación de los pasos era a base de baterías recargadas que tenían poco aguante y se apagaban al poco tiempo de salir a la calle; que las flores para adornar los pasos se recogían por las casas del pueblo; que rara vez salía la procesión a la hora señalada. Unas veces, porque completar el número de cargadores y que hicieran juego era cosa complicada, teniéndose que acudir al incentivo para encontrar hombres para tal cometido. Y otras, por la tardanza de la banda de música que pertenecía al Regimiento Pavía nº 5 y que venía aquí después de tocar en San Roque.

Pero no obstante, y a pesar de las dificultades e inconvenientes, los fieles responsables y comprometidos de aquella época, sacaban adelante, con dignidad y amor, año tras año, la celebración de la Semana Santa.

Y así recuerdo, como el Domingo de Ramos, se bendecían las palmas y ramos de olivos en la capilla del Baptisterio, saliendo en procesión por la Plaza.

También recuerdo, que el Vía Crucis se hacía el Miércoles Santo dentro de la Iglesia con predicación en cada una de las 14 estaciones de penitencia que representaban la Pasión y que estaban colgadas de las paredes. Posteriormente se llevó a las calles del pueblo con predicación desde los balcones de las casas.

Igualmente recuerdo, los oficios del Jueves Santo. La representación de la última cena y el lavatorio de pies iba precedida de un cierto ritual: Los elegidos para participar en dicha función, acudían, primeramente, a la barbería de Juan Gutiérrez, donde se les pelaba y afeitaba. A continuación pasaban por la bodega de “Pedro El Viso”, donde se les acicalaba, y, después iban a la tienda de María Roncero, donde se les proveía de un par de alpargatas. Una vez preparados, llegada la hora, los hombres que iban a representar a los doce apóstoles pasaban al salón de la sacristía y se sentaban a la mesa donde se les servía la comida por jóvenes de acción católica y colaboradoras. El menú de vigilia era: Potaje de garbanzos con bacalao, tortillas de bacalao con guarnición de huevos duros con guisantes y arroz con leche de postre.

Una vez terminada la comida se les entregaba un paquete de tabaco de picadura de los llamados “Camión” y un duro, igual a cinco pesetas. A continuación pasaban a la Iglesia para proceder a la Solemne celebración del Lavatorio de pies y Eucaristía. Ni que decir tiene que más de uno se pasaba la función echado en los brazos de Morfeo.

Finalizados los Oficios se cubría el Altar Mayor de arriba-abajo con un velo negro y los Santos se tapaban con un velo morado. A partir de ese momento ya no se permitía cantar, ni hacer manifestaciones públicas de júbilo, sino que se estaba en silencio, recogimiento y meditación hasta después de la rotura del velo. Para llamar a los fieles a los Oficios se utilizaba una carraca o matraca que la tocaban los monaguillos en la puerta de la Iglesia. A los cafés y bares se les prohibía, (mediante Bando gubernativo), servir tapas de carne desde la tarde del Jueves Santo hasta el sábado de Gloria. También se prohibía jugar al dominó, carambolas u otros juegos que pudiesen hacer ruido. Los dueños de los establecimientos cruzaban en las mesas de billar los tacos en forma de aspa, para evitar que alguien quisiera jugar.

Otra de las cosas que recuerdo es como se montaba el Monumento, que consistía en una especie de Templete de madera similar al desaparecido del Altar Mayor. Tenía una altura de mas de tres metros y estaba formado por módulos con escaleras y reclinatorios y terminaba en cúpula. Se montaba al pie del Altar Mayor a la derecha. Su montaje era todo un acontecimiento que comenzaba casi una semana antes del Jueves Santo. Se adornaba con las jarras de plata y candelabros con muchas velas y flores del tipo “margaritas” que llamaban “Flor de la Perla”, que traían, en abundancia, del Monte de la Torre. A la hora Santa iban mujeres de mantilla de dos en dos para rezar.

El Sábado de Gloria, por la mañana, se celebraba la Vigilia Pascual y se rompía el velo, y los muchachos corrían por las calles vacas palurdas que las sacaban de las fincas mas cercanas y las tenían aguantadas en las afueras del pueblo para cuando sonaran las campanas las metían en la plaza. Recuerdo como en varias ocasiones alguna vaca revolcó a quien se puso por delante, y en otra ocasión una vaca se coló dentro de la Iglesia llegando hasta el Púlpito, causando el estupor de los asistentes. Y también como se daban tiros al aire con cartuchos de sal o de pólvora, y como los jóvenes tiraban petardos en la misma puerta de la Iglesia a la salida de los fieles.

Asimismo recuerdo como el Domingo de Resurrección se sacaba en procesión la imagen de Jesús Resucitado.

Así era, mas o menos, la Semana Santa de mi niñez.

Otra bien distinta es la Semana Santa de hoy, la que nos toca vivir en este momento. Entre aquella Semana Santa de la niñez y esta otra de hoy, hay grandes diferencias.

Pero hay diferencias si las miramos desde el punto de vista cofrade, de la Semana Santa en la calle, de las procesiones, de las costumbres. Porque desde el punto de vista religioso, desde el interior de cada uno, no hay diferencias. Para un cristiano la Semana Santa de hace treinta o sesenta años tiene el mismo significado, el mismo mensaje que puede tener hoy y el que tendrá cuando pasen otros treinta años. La fe en Cristo; la enseñanza y el ejemplo que nos dio con su vida y muerte entre nosotros hace dos mil años; la esperanza en que su Resurrección será también la nuestra y que la Gloria prometida alcanzará algún día a la Humanidad, eso no ha cambiado y no va a cambiar nunca. No va a haber tendencias culturales, cambios sociales o grandes acontecimientos históricos que lo vayan a poder modificar.

La Semana Santa de hoy se sustenta en un modelo de sociedad moderna en la que sus señas de identidad deben ser: La religiosidad, el respeto, el orden, la moral, la libertad, la igualdad entre las gentes y los pueblos, la tolerancia y la solidaridad.

La vida de Jesucristo entre nosotros es un ejemplo sublime de que se pueden cultivar todos esos valores. Y en su doctrina nos manda que así lo hagamos. Él supo apelar al respeto con el mismo rigor que al cariño; llamaba al discípulo al orden en la misma forma en que les otorgaba libertad; fue tolerante a la vez que firme; dejó hablar y escuchó con la misma paciencia y bondad a los que pensaban igual que Él que a los que creían lo contrario; se puso al lado del débil de la misma forma que no despreciaba al fuerte.

Una sociedad que se precie de ser cristiana no puede por más que entender ese mensaje de Jesús y aplicar su mandamiento. Tiene que entender que el respeto no es incompatible con el afecto; que la libertad no lo es con la obligación; que el orden no lo es con la igualdad; y que todos los valores podemos y debemos cultivarlos al mismo tiempo, como lo hizo Él. Y en una celebración cristiana como la Semana Santa no podemos dejar de entender y aplicar este mensaje.

Y, en la parte que les corresponde, son las Hermandades y Cofradías las que deben hacerlo. El trabajo del Cofrade ha de mirarse en el espejo de Jesús; tiene que parecerse a Él e imitar su ejemplo: la sencillez, la humildad, el sacrificio, el esfuerzo y el trabajo abnegado sin esperar nada a cambio. 

Las Hermandades y Cofradías como grupos de hermanos que unidos recuerdan y celebran LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR, aparte de ser unas asociaciones religioso-culturales, son otra cosa. Son un testimonio de fe, una explosión de sentimiento religioso, un compromiso de vida que además exhibe un estilo, una manera peculiar de expresar la fe personal y colectiva, con una estética propia en sus formas, en sus tradiciones, cultos y actividades enraizadas en antigua religiosidad popular y que perduran en sus esencias hasta nuestros días.

En nuestro pueblo se han fundado, en un relativo corto período de tiempo, cuatro Hermandades o Cofradías, mas el desdoblamiento en dos de la Venerable Hermandad de Penitencia del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de los Dolores, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Maria Santísima del Mayor Dolor, hacen que en la actualidad existan siete: Cuatro de Penitencia y tres de Gloria, que aglutinan a un importante número de hermanos que producen una integración positiva de los jóvenes –hombres y mujeres- en las Juntas de Gobierno y en las Procesiones.

En las Hermandades y Cofradías de Los Barrios proliferan los signos exteriores del auge cofrade: pregones, tertulias, publicación de boletines, exposiciones de enseres, de fotografías, ciclos de conferencias de todo tipo…carteles como medio de propaganda y atracción. Asimismo, se ha generalizado la Casa Hermandad como lugar de encuentro cofrade independiente del Templo.

Las Procesiones muestran: Seriedad, puntualidad, religiosidad y brillantez debido al afán por mejorar y enriquecer continuamente sus imágenes y sus enseres procesionales.

Nuestras Hermandades y Cofradías actualmente están bien constituidas y con la suficiente fuerza para que no decaigan en ningún momento sino todo lo contrario. ¡Sintámonos, pues, orgullosos!

Estamos a las puertas de una nueva Semana Santa. El Domingo de Ramos nos señala el principio del fin. Un principio triunfal como Hombre para llegar al más sublime de los finales como el Hijo de Dios. Cristo Resucitado. Y en medio el sufrimiento, el Calvario, la Pasión.

¡Qué bien lo pasa un cofrade durante la Semana Santa! Pocos acontecimientos religiosos, sociales y lúdicos proporcionan una satisfacción tan completa.

Pero, cuántas veces nos hemos preguntado: ¿Por qué soy cofrade? Seguramente, cada uno de los que estamos hoy aquí daríamos una respuesta diferente.

Es verdad que son muchos los que acusan a los cofrades de protagonizar un Cristianismo de baja intensidad, quizá porque creen, erróneamente, que nuestra práctica cristiana se limita a nuestra participación en las procesiones.

Ciertamente, parece que es más comprometida la labor de aquellos que se entregan en cuerpo y alma a la difusión del mensaje redentor de Cristo durante todo el año, dedicándose con intensidad a las mil labores de la comunidad parroquial, a la atención a los mayores, o a la liturgia, o a los jóvenes y la catequesis.

La primera labor del Cofrade hoy la encuentra en su propia Cofradía, con sus hermanos en Cristo. Del mismo modo que las Cofradías conmueven a miles de personas en las calles, es nuestra primera labor conmover y orientar a nuestros propios cofrades. El cofrade en su Hermandad ha de encontrar sitio para conocer mejor a Jesucristo y a su Santísima Madre, María.

Junto a ese apostolado interno, está el apostolado externo, el que se hace cuando, llegado el día de su salida, la Cofradía pone en la calle a sus cofrades o, en el caso de la Semana Santa, sus penitentes y pasos.

Así pues, en la Hermandad, lo primero que debe encontrar el Cofrade es el Amor. El Amor de Dios convertido en entrega, en servicio y en perdón hacia el prójimo. El Cofrade hoy ama. Sobre todo, ama a Dios y ama a los demás como Cristo nos amó, hasta dar la última gota de su Preciosísima Sangre.

Pero el Amor de Cristo que padece y muere, el Amor de Cristo Resucitado, hemos de explicarlo a pié de calle. Esa es la peculiaridad de nuestras Hermandades y Cofradías: que todo lo que hacemos en un año, todo nuestro esfuerzo, todo nuestro apostolado, se vuelca de un modo particular, en la calle el día de la Procesión.

El ambiente, más que laico, es laicista, es decir, que hay más enemigos que antes, de todo lo que tiene que ver con la fe cristiana, pues se quiere entender como una alienación que impide desarrollarse al hombre y le somete a una ley ajena, una ley que proviene de Dios. Como si Dios fuera el rival del hombre y de su verdadero progreso y felicidad; como si el Reino de Dios no estuviera dentro de nosotros.

Sin embargo, este ambiente no puede hacernos caer en la tentación del materialismo en la propia celebración procesional de la Semana Santa o de nuestro Patrón o Patrona. No hay duda de que hay procesiones que cuentan con un respaldo de público muy importante y otras que, en cambio, son menos concurridas.

¡Mirad nuestros desfiles, mirad nuestros pasos y mirad nuestros estandartes! Realmente ¿Ante quién queremos ser los mejores?

Es verdad que las Hermandades y Cofradías han de realizar un gran esfuerzo en la preservación del patrimonio histórico, artístico y cultural que han generado con tanto esfuerzo y que tienen obligación de seguir actualizando y mejorando. Pero, si cayeran en la tentación de convertir esto en su objetivo, pasarían de ser un instrumento y un testimonio vivo de la Iglesia a ser un mero entretenimiento humano para disfrute de los hombres. Y, en verdad, ser cofrade hoy no es un pasatiempo para que la gente se divierta.

En resumen, creo que ser Cofrade hoy significa mucho. Desde luego, ser cofrade hoy significa hablar con los gestos y los símbolos del Amor de Dios y hacer que tantos y tantos que quieren probar a vivir como si Dios no existiera se encuentren conmovidos ante el Dios que nos ama, porque es el Amor mismo. Por eso es en estos días cuando necesitamos fortalecernos mas como cofrades, viviendo, nosotros los primeros, ese Amor que Cristo trajo al mundo y que nos tiene que conmover ante nuestros hermanos, para salir de las Iglesias y gritar a los cuatro vientos, para ser oídos por todos: “Es a Dios a quién sirvo y, por eso, quiero servirte a ti, en primer lugar, Hermano Cofrade”.

Comienza nuestra Semana Santa y con ella nuestros desfiles procesionales.

Cofrades: preparad vuestras túnicas, velas, cruces de guía, estandartes, ciriales y el incienso.

Túnicas sin arrugas bien planchadas

Tronos en la Iglesia colocados

Los faroles y jarrones bien sujetos

La candelaria bien limpia

Las flores bien preparadas para el último momento

Colocad en su sitio, en el centro

La imagen de vuestra devoción

Y rezarle al oído una oración

Sacad vuestras imágenes a la calle

Con la fe……. Renovada

La esperanza en un mundo mejor

El amor por bandera

Y el corazón…….. ¡Bien abierto!

DOMINGO DE RAMOS.-

Jesús anda recorriendo nuestros verdes campos desde hace unos días, es posible que esté buscando a alguien para que le haga llegar un “pollino” para su entrada triunfal en el Jerusalén de Los Barrios.

Niños y mayores con ramos de olivo y palmas, todos desde la residencia de la 3ª edad “San Ramón Nonato” a la Iglesia, cantando y rezando van.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor, paz en la tierra y gloria en las alturas!

SALIDA PROCESIONAL DE NUESTRO PADRE JESÚS EN SU SAGRADA Y TRIUNFAL ENTRADA EN JERUSALÉN Y MARÍA SANTÍSIMA DE LA ESTRELLA “LA BORRIQUITA”.

Cofradía con Hermanos jóvenes que llegan con muchas ganas de trabajar y con aires nuevos, aportando algo muy novedoso en nuestra Semana Grande y es el papel de la mujer en el mundo cofrade. Mujeres comprometidas con su pueblo a las que quiero animar para que sigan aportando su granito de arena y sepan ocupar el lugar que siempre debieron tener.

MARTES SANTO.- VIA CRUCIS CON LA IMAGEN DEL SANTISIMO CRISTO DEL AMOR.

En abatida figura, Santísimo Cristo del Amor, sales de la capilla de la Virgen de Fátima y recorres las calles de Los Barrios en un camino de dolor y Cruz. Dándonos la primera gran lección, nos habrás enseñado a abrazar las pequeñas cruces que cada día nos agobian, con la misma fe que tu abrasaste la tuya. Al fin y al cabo todo fue por Amor.

MIERCOLES SANTO.- SALIDA PROCESIONAL DE NUESTRO PADRE JESUS CAUTIVO (MEDINACELI) Y MARIA SANTISIMA DE LA PAZ.

Señor Jesús: Hemos venido ante Ti para pedirte remedies nuestras necesidades. Considerando tu bondad y amor para con nosotros no podemos menos que acudir a Ti con la misma confianza que un hijo pide a su padre cuanto ha de menester. Tú dijiste en el Evangelio que cuanto pidiésemos al Padre en tu nombre nos sería concedido.

En tu vida pública sobre la tierra ibas por todas partes haciendo el bien a todos, y las gentes te seguían ansiando oír tus palabras y participar de tus favores. Hoy, como entonces, se acercan a Ti las multitudes y se postran ante tu milagrosa imagen, esperando los tesoros de tu amor y de tu misericordia.

Jesús, divino cautivo, que vas acompañado de tu afligida madre Maria Santísima de la Paz, escucha nuestras súplicas y concédenos cuanto necesitamos para permanecer unidos contigo en todos los instantes de nuestra vida, a fin de que, sirviéndote y amándote en la tierra, logremos reinar contigo en la Gloria por los siglos de los siglos.

JUEVES SANTO.- SALIDA PROCESIONAL DE NUESTRO PADRE JESUS NAZARENO Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

La noche es oscura sin embargo es la noche Santa por excelencia, es la noche de la presencia eterna de Jesús en nosotros. Es la noche de amor con mayúsculas. Pero ¿tienen alma los pueblos? Los Barrios la tiene. Y todos conocemos el sitio concreto y la hora donde podemos vernos con ella. La noche del Jueves Santo, el pueblo de Los Barrios se reencuentra consigo mismo en la Plaza de la Iglesia.

Nuestro padre Jesús Nazareno y su madre la Santísima Virgen de los Dolores, acompañados de su pueblo. Llevando sobre los hombros la dulce carga del Amor. Todo el peso de la humanidad sobre sus espaldas. La Cruz que debemos abrazar llegado el momento.

VIERNES SANTO.- SALIDA PROCESIONAL DEL SANTISIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE Y MARIA SANTISIMA DEL MAYOR DOLOR.

Se ha consumado el sacrificio. Cristo crucificado ha entregado su último aliento al cielo.

Pero la muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Con la crucifixión Jesús sufrió una muerte tremendamente humillante y dolorosa y también debió correr la suerte del sepulcro, horrenda y tan temida.

Un gesto que su Cofradía recuerda y muestra cada Semana Santa, sacando a sus titulares en procesión con: Solemnidad, Fúnebre melodía, Rictus de soledad y desconsuelo, ambiente triste de profundo duelo.

La Virgen no olvida ni deja a sus hijos en ningún momento. Y aunque seamos nosotros los que la desatendamos en numerosas ocasiones haciéndole sufrir, Ella espera continuamente nuestra vuelta deseando abrazarnos de nuevo, demostrando verdadero amor de madre.

DOMINGO DE RESURECCION

También en Los Barrios hay gozo y alegría ¿Por qué tocan las campanas airosamente? ¡Alégrate! Porque hoy florece en nosotros la esperanza, la vida, la alegría, el Amor.

Ya, para finalizar, y en la esperanza de no haber abusado de vuestra presencia, de vuestra exquisita atención y sobre todo de vuestra gran paciencia, os pido disculpas por los posibles errores cometidos, os envío un abrazo y os invito a vivir la Semana Santa en toda su dimensión, significado, esplendor y belleza procurando que, aunque sea al menos por unos días, nuestros resentimientos, nuestra envidia y nuestro egoísmo queden sepultados en el destartalado baúl del olvido y den paso a la tolerancia, la paz y el perdón para, de esta forma, asemejarnos siquiera un poquito al que tuvo la inmensa generosidad de darlo todo por nosotros, incluso la propia vida.

Porque la Semana Santa es, en primer lugar, y esto no podemos olvidarlo, una manifestación religiosa en la cual celebramos, ante los ojos de nuestra fe, la PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCION de Jesucristo, Hijo de Dios.

Semana Santa en la Iglesia, Semana Santa en la calle, Semana Santa en el interior de cada uno. Tres dimensiones de nuestra celebración cristiana, tres dimensiones paralelas, inseparables en la concepción, en la imagen de un buen cofrade.

Se acaba el pregón oficial de nuestra Semana Santa. Dejemos que continúe el importante, el verdadero, el Pregón de la calle, el pregón que da el pueblo con su asistencia a los cultos, con su presencia en las estaciones de penitencia, con su trabajo en las cofradías, el pregón que da el pueblo trasformando su forma de ser, acercándose a Jesús. Ese es el verdadero pregón.

Hagámoslo cada día mejor. Estamos en Semana Santa. Vivámosla de verdad.

MUCHAS GRACIAS

20.03.2010

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