Hoy he comprado shawarmas


 

Vuelvo a romper el silencio que en los últimos años me he autoimpuesto para hablar y opinar de política. No puedo callar ante lo que está pasando en Murcia. Si no hablo, reviento. Tengo que hacerlo porque no puedo ni quiero permanecer impasible. Por responsabilidad, por defender la verdad y la justicia, por dignidad. Debo expresar mi repulsa y mi indignación contra los brotes de xenofobia y racismo que se están produciendo en Torre-Pacheco, así como mi más firme condena contra los grupos radicales de ultraderecha –y, en particular, Vox–  que, sin duda, los están promoviendo.  Y lo hago, no sólo para que conste, sino por si difundir mi parecer puede abrirles los ojos a más de uno y ayudar a combatir esta lacra.

En la década de los veinte y los treinta del pasado siglo en Europa todo el mundo se puso a mirar para otro lado ante el surgimiento del nazismo y el fascismo y –negacionistas aparte– ya sabemos todos, o al menos una gran mayoría, como acabó aquello. Millones de judíos, gitanos y homosexuales cruelmente masacrados, ante la pasividad de las principales potencias, más una gran guerra a nivel mundial que no estalló precisamente porque los gobernantes de dichas potencias quisieran proteger a las poblaciones castigadas y perseguidas por los regímenes nazis y fascistas del Viejo Continente, sino por defender y mantener ciertos intereses económicos y geoestratégicos y un concierto internacional, que terminaría yéndose al carajo, por cierto. Aun así, da la impresión de que nada hemos aprendido y la historia se repite, o casi se repite, en la Europa de hoy día.

Hay que decirlo alto y claro: detrás de las manifestaciones de xenofobia y racismo lo que subyace es una preocupante pobreza intelectual y, sobre todo, una gran miseria y podredumbre moral por parte de quienes las fomentan y quienes las ejercitan. El rechazo a los inmigrantes magrebíes, y al fenómeno de la inmigración, en general, es consecuencia de la maldad, el primitivismo y la ignorancia que, por desgracia, anidan en muchas mentes y en muchos corazones, incluso de aquellos que van de buenos por la vida, y es obligación de toda sociedad democrática y avanzada que se precie hacerle frente en nombre de la civilización y el progreso.

Ya puestos, tampoco puedo ni quiero callar ante lo que está ocurriendo en Gaza con el pueblo palestino. Un genocidio en toda regla que el estado de Israel está llevando a cabo delante de nuestras narices sin que los que tienen poder para evitarlo muevan un dedo en tal sentido. También hay que afirmarlo sin ambages. Se ha de ser muy mala persona para justificar lo injustificable, y ya sabemos qué líderes políticos y qué clase de medios de más que dudosa catadura se dedican a ello en este Occidente del orbe. Me vienen muchos nombres conocidos a la memoria, sin salir de este país, pero sólo voy a mencionar a un tal Santi Abascal, a un tal Alvise Pérez y a un tal Vito Quiles, por ejemplo, a los que una buena manta de palos más que merecida, dicho sea en sentido figurado –Dios me libre de ser violento–, quizá podría sentarles bastante bien para bajarles los humos. No se ha de olvidar que esto sucede porque hay unos partidos de extrema derecha que prestan su cobertura ideológica y otros afines, también de derechas, pero supuestamente más moderados, que les ríen las gracias. Y después, todos a misa los domingos y fiestas de guardar.

Sí, hoy he comprado shawarmas y he querido acordarme de los miles y miles de marroquíes y africanos que viven con nosotros, trabajan para sacar adelante a sus familias y pagan sus impuestos aquí, cuando están dados de alta, claro. También, de los amigos y allegados con los que tengo la suerte de contar al otro lado del Estrecho y que estarán viendo con preocupación los incidentes registrados en tierras murcianas. Relacionar inmigración y delincuencia es tan absurdo y tan estúpido como relacionar la inteligencia o la bondad con el color de la piel o el lugar de procedencia de los individuos. (Es lo que tienen los complejos de superioridad). Aunque, lamentablemente, y a juzgar por los últimos resultados electorales que se han venido dando en España y en otros países europeos, de estupidez andamos más que sobrados. Los idiotas, como apenas si leen, ignoran que en África estuvo la cuna de la humanidad.

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