PLAZA DE LA IGLERIA

Jumilla: entre la integración y la reciprocidad


 

El debate sobre la libertad religiosa requiere de una reflexión mucho más profunda que las opiniones superficiales teñidas de ideologías que emiten unos y otros. Muchas de ellas, cierto es, no faltas de verdad.

La libertad religiosa es un derecho fundamental del ser humano que permite a las personas vivir, practicar y manifestar una religión, sin coacción alguna, de manera privada o pública, tanto de forma individual como colectiva. Este derecho incluye, obviamente, el culto público. En España, está debidamente recogido este derecho en el artículo 16 de la Constitución (“Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley (…) Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”). Así, si en Jumilla un grupo de musulmanes estaba buscando una forma de expresar su creencia, la Constitución ampara su derecho a hacerlo.

No obstante, quiero en esta reflexión hablar de dos principios: el de la reciprocidad y el de la integración cultural.

El principio de reciprocidad es un ejercicio fundamental para que se pueda dar una convivencia respetuosa. Esto implica que una comunidad (religiosa, cultural), al igual que reivindica sus derechos y salvaguardar su propia cultura, debe actuar de la misma manera para con el que pertenece a una cultura diferente, es decir, debe tratar de la misma manera que quiere ser tratada. Un ejemplo evidentísimo de ello es la falta de reciprocidad que existe, a nivel legal, en países islámicos donde, no sólo no tiene cabida otra cultura diferente a la musulmana, sino que están perseguidas otras culturas diferentes, como es el caso de la cristiana. Más de 380 millones de cristianos en el mundo sufren altos niveles de persecución y discriminación. La mayoría de ellos, en países islámicos.

Y otro principio clave es el de la integración cultural, proceso mediante el cual una persona o comunidad, sin abandonar sus principios éticos, religiosos y culturales, adopta “aspectos” de esa nueva cultura donde se reside, teniendo en cuenta sus tradiciones, sus normas y sus valores mostrando, cuanto menos, respeto y comprensión.

La comunidad musulmana debe comprender y adaptarse a las normas culturales y sociales del contexto en el que se encuentran, al mismo tiempo que la sociedad en general debe estar dispuesta a aceptar y comprender la diversidad religiosa. Esto exige para las sociedades en cuestión un gran equilibrio, y es vital que se busque este equilibrio donde se respeten tanto los derechos de las comunidades religiosas a practicar su fe como el derecho de la sociedad en cuestión a mantener su cultura, aquello que lo define como pueblo.

 

 

 

 

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