Tras la primera lectura de esta obra, caracterizada como de divulgación, llegué a la conclusión de que era apropiada para los lectores que podrían estar interesados en conocer los orígenes y los significados de unas palabras del lenguaje filosófico que seguimos usando en la actualidad para referirnos a los asuntos de nuestra vida cotidiana y, sobre todo, a nuestras relaciones sociales y a nuestras vivencias de los deseos íntimos, de los miedos ancestrales y de las experiencias placenteras. Después de una segunda lectura, estoy convencido de que también será útil para los profesores de Filosofía porque les ayudará a explicar esos conceptos que ellos conocen muy bien, pero que, a veces, no son fáciles de “contar” ni de “aplicar” mediante ejemplos claros, amenos, divertidos y ocurrentes.
Fabián C. Barrio, más que explicar, nos cuenta cómo los filósofos griegos cuestionaban asuntos tan antiguos y tan actuales como el buen vivir, el origen y el sentido de la vida, la belleza, el gobierno de las ciudades o la moralidad de los comportamientos ciudadanos. Muestra cómo la filosofía ayudó a vertebrar el concepto de la democracia y cómo los filósofos participaban en los debates públicos aportando ideas que fundamentaran y guiaran las vidas de los ciudadanos. Quizás lo más importante de esta obra sea la constatación de que la filosofía ayudaba –y puede seguir ayudando- a encontrar consuelo en medio de un mundo que era –que es- hostil e incomprensible para la mayoría de las personas.
Explica con claridad, por ejemplo, cómo la palabra griega “ataraxia” expresa la “ausencia de turbación” y sirve para describir la fortaleza del alma frente a la adversidad, la calma y la serenidad resultados de la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos. Sus dibujos de la diosa Fortuna, esa compañera de viaje que ha amargando nuestra historia y que, caprichosa, cambia sus favores de un momento a otro, y la manera amena de definir el concepto “kairós” que expresa las mejores experiencias de nuestras vidas, y la noción de “eudaimonía” el bienestar que se alcanza a través de las actividades virtuosas centrado en la paz interna y en la ausencia de turbación, en una vida “bien vivida” gracias a unos hábitos saludables. O la invitación amable de la “epoché para que contemplemos el mundo sin los filtros de nuestras ideas preconcebidas, de esos prejuicios que determinan nuestros juicios, nuestras actitudes y nuestros comportamientos.
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