En un ambiente inmejorable, con un lleno absoluto en los tendidos, Galván recibió al segundo de la tarde de Montalvo a la verónica con empaque y torería, arrancando una fuerte ovación. Lo galleó por chicuelinas con gusto para llevarlo al caballo y, tras brindar la faena al público, inició una labor templada, cuidando los tiempos y la distancia. Fue al natural donde el gaditano alcanzó cotas de inspiración mayúscula: naturales cadenciosos, abandonados, de una belleza que emocionó, logrando que toro y torero se fundieran en una única expresión artística. Estocada. Dos orejas.
Con la puerta grande asegurada, Galván no se conformó. Al quinto, un toro con pocas opciones, se impuso el diestro gaditano. Le apostó desde el primer momento y volvió a brillar, especialmente con la mano izquierda, firme y poderosa, sacando lo poco que tenía el de Montalvo. Faena compacta, de torero cuajado, que fue reconocida con una fuerte ovación.
David Galván arranca así su temporada europea de forma triunfal, dejando huella y reafirmando su nombre como uno de los grandes exponentes de la tauromaquia actual.
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