
El altar, montado en varios niveles, es una explosión de color y simbolismo. Presidido por cruces hechas con la flor de cempasúchil (caléndula), el espacio está meticulosamente decorado con velas que guían el camino de las almas, calaveras de azúcar, y una gran variedad de ofrendas. Destacan las mesas repletas de frutas tropicales como piñas y plátanos, pan de muerto y bebidas, todos destinados a agasajar a los espíritus de los seres queridos.
La ambientación del patio se completa con papel picado de colores vivos que cuelga del techo y figuras de esqueletos ataviados como Catrinas y Catrines, símbolos icónicos de la festividad mexicana. La jornada se ha visto enriquecida por la presencia de una persona ataviada con un traje de gran colorido y un tocado de cintas, personificando el espíritu festivo y respetuoso de la tradición.
La iniciativa, que se consolida dentro de las actividades de Todos los Santos y Halloween en Los Barrios, ofrece una enriquecedora perspectiva sobre cómo diferentes culturas abordan la memoria y el respeto por los difuntos, combinando solemnidad y celebración. El Altar de los Muertos es un recordatorio de que, incluso en la muerte, la vida y el recuerdo prevalecen.


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