La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida

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Punto de vista.   Por Paola Tobalina Cuerda

 Quien crea que los artistas sólo salen de Operación Triunfo, que su futuro está en manos de creadores publicitarios como Risto que sin escrúpulos y a sus anchas, representando el papel que les advierte de que “ahí fuera” todo es competir, machacan a jóvenes que hastiados de la monotonía y ávidos de nuevas experiencias, tan excitantes como peligrosas, se dejan moldear por voces que manejan patrocinadores que a su vez sólo buscan subir el nivel de la audiencia, se equivoca; quien crea que el glamour es la única bandera que los acredita, que el azar y la suerte los coloca en un lugar privilegiado y los conformistas y consumistas hacemos el resto, se equivocan completamente. Ellos llegarán a ser famosos pero de lo que voy a escribir hoy, es de otra cosa. Hablo de arte.

En este pequeño pueblo, punto insignificante dentro de la geografía española, todavía quedan defensores de nuestro arte, buscadores que queriendo expandir su buen entender emprenden una aventura personal arrastrados por el embrujo del arte a “pie de calle” sin saber muy bien cuál puede ser el resultado y que en esta ocasión lo recompensó un rotundo éxito.

Es de agradecer que la Peña Fosforito apueste por esas voces que esconden su verdadero arte detrás de la máscara de la cotidianidad, seres anónimos que difícilmente se dejan encontrar quizás porque la sociedad estila que las reglas vigentes, muy familiarizadas con la mediocridad, sean las que muevan al mundo, este loco mundo que se deja obnubilar por lo que brilla y en el que tienen poca cabida para brillar los marginados, los olvidados, los maestros de la vida cuyo único certificado es navegar y naufragar por el estrecho sistema del que, desencantados o escarmentados, no esperan ni cobijo ni aliento. Para que nos entendamos los podríamos llamar “Los Invisibles”. Y por una parte pienso qué pena, pero por otra qué alegría porque muchos de ellos son los protectores del arte puro. Y es que cada vez estoy más convencida de que la humildad y la discreción es el sello más valioso que abandera el verdadero significado del arte. Y son ellos, los que traen arraigado lo puro, los que sorprendentemente nos sobrecogen; por eso creo que merecen ser llamados bienaventurados, por predicar con el difícil ejemplo de pasar desapercibidos sin perder un ápice de su esencia.

Paco Torrejón es uno de ellos y sin desmerecer la primera actuación de la comida de socios con la que se nos deleitó llena de fuerza y tronío, y como no, también de arte, quiero centrarme en este pequeño Séneca del flamenco que nos puso los pelos de punta con su saber hacer. Costó encontrarlo pero mereció la pena. Tan poca envergadura física, tan sencillo, tan “invisible”, tan curtido en la supervivencia y a la vez tan grande sentado en la silla de enea sabedor del revuelo que el puro arte, que celosa y humildemente protege, es capaz de liar.

Maestro, fue un placer que nos mostrara su belleza, fue una oportunidad para conocer parte de sus andanzas y sin usted saberlo ni quererlo es protagonista de muchas de nuestras conversaciones y muchos de nuestros pensamientos, porque indudablemente, aunque en su cotidianeidad sea “invisible” para la mayoría, en la Peña dejó huella.

Gracias.

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