SOBRE NUESTRA VIDA

No es culpa tuya

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“Me haces feliz”, “me has roto el corazón”, “me siento frustrado contigo”, “me has decepcionado”, “me has fallado”, “he perdido la confianza en ti” …. – la lista es larga. Nuestra felicidad parece depender una y otra vez del otro. Buscamos llenar nuestro vacío fuera, buscamos la felicidad en nuestras relaciones. Sin embargo, mientras nuestro bienestar depende de la pareja, tendremos la sensación de que vamos de un fracaso a otro.

Si racionalizamos esto, veremos que nuestra actitud es ridícula y poco inteligente. Cada persona tiene una vida interior, tiene sus “cosas”, como solemos decir. Pero aunque lo sabemos, no nos damos cuenta de la profundidad y complejidad de nuestros conflictos diarios. Si supiéramos de verdad lo complejo que es nuestro propio mundo interior, nuestras luchas, nuestros deseos incumplidos y nuestras heridas más profundas, tal vez podríamos imaginar que el otro también tiene sus luchas, sus heridas, sus miedos y deseos. Entonces, si nos cuesta satisfacernos a nosotros mismos, bastarnos a nosotros mismos, ¿cómo se nos ocurre creer que nuestra “media naranja” puede cumplir con ese ideal que nos hemos montado?

Cuando entramos en una relación amorosa creemos que ese será el fin del sufrimiento, que por fin alguien va a escucharnos, a cuidarnos, a darnos esa felicidad, a darnos ese amor que no nos ha dado nadie. Nadie, sí, es eso, nadie – ni siquiera nosotros mismos. Esa es nuestra actitud ridícula y poco inteligente. Pedir al otro que haga algo que nosotros no hemos logrado: querernos sin condición. El asunto es aún más grave: el otro suele esperar lo mismo de nosotros.

¿Surrealista, verdad? No obstante, no resulta fácil cambiar la actitud. Para llegar a darle un giro a esta dinámica, es necesario primero reconocerte. Reconocer qué estás haciendo; qué estas buscando, para qué estas haciendo las cosas y actuando de una forma u otra.

Primer paso: escuchar tu interior sin culpabilizar a nadie por cómo estás. ‘Hoy me siento triste, agotado e insatisfecho. ¿Por qué?’ – No, esa no es la pregunta. De hecho, no hay pregunta que hacerte. Simplemente, trata de reconocerte. ‘Últimamente estoy un poco desmotivado y desganado. Me río poco. A ver, voy a pararme y escuchar mi corazón’.

–¿Cómo es eso? ¿Cómo se escucha el corazón?

Segundo paso: Parar la charla interior, e intentar retirarte de las charlas externas. Prueba esto: siéntate en un lugar tranquilo, inspira profundamente como si estuvieras oliendo un perfume o la fragancia de una flor. Al exhalar, abre un poco la boca y sopla suavemente, como si quisieras soplar una vela sin apagarla. Si al inspirar inflas la barriga e intentas abrir el pecho, soltando las tensiones en el diafragma, estás ampliando tu capacidad de escuchar el corazón; estás como enchufando un amplificador a tu corazón. No te asustes, puede ser que en el mismo instante de hacer eso se te suelten las lagrimas, o puede que te entre un enfado que antes no habías notado en tu interior.

Aparece el conflicto oculto. Cuando no respiras, cuando corres de una obligación a otra, cuando te entretienes con una cosa y otra sin ni siquiera disfrutarlo, en realidad estás huyendo de tí. Cuando bebes y comes sin ni siquiera saborear, en realidad, estás tragando tus emociones.

‘Al menos no me duele el corazón’, pensarás. Y si algo te duele y te enfada de verdad, siempre estará el otro, sobre todo la pareja, los hijos, los padres o hermanos, o bien los políticos, para echarles la culpa de tu malestar. El lamento y la queja vienen muy bien para no atender tu verdadera necesidad: el corazón que quiere llorar o gritar, expresarse o atender una necesidad.

Si escuchas tu corazón, es mucho más difícil culpar al otro. No es tu culpa de nadie que te sientes como te sientas. De hecho, no es cuestión de culpa. Nunca lo es. Ahora bien, eso sí, es tu responsabilidad escucharte y actuar acorde a tu necesidad.

A lo largo del día, puedes sentirte feliz en medio de un día de lluvia y tormentas. Puedes también creer que el día de lluvia y tormenta te afecta y te pone triste. ‘Es que ese cielo gris me deprime’ … Pero no. No es culpa de la lluvia, ni tuya, ni del otro. Es simplemente como es. Pero tranquilo, amigo. La emoción no se queda. Si te paras a escucharla, a vivirla, a bailarla y a respirarla – la emoción se “alquimiza”. Viajar en las emociones es es una aventura. Es tal cual. Es la vida misma.

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