Palabra del año 2019: Emoji

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Por primera vez en la historia, la Fundación del Español Urgente eligió como palabra del pasado año 2019 una palabra que no es palabra: Emoji. Los emojis o emoticonos llevan más de 20 años en nuestras vidas. Al principio, durante los años 90 se usaban en chats, foros y servicios de mensajería, pero hoy su uso se ha generalizado en Internet, redes sociales, telefonía móvil, correos electrónicos y cualquier proceso de comunicación digital moderno.

La palabra emoji proviene del japonés “E”, que significa “imagen”, y “moji”, que significa “letra o caracter”. Desde que el diseñador japonés Shigetaka Kurita creara en 1999 los primeros emoticonos, la cifra ha crecido a más de tres mil. Los emojis suelen acompañar a las frases como una forma de enfatizar nuestro estado de ánimo. Han surgido del narcisismo digitalizado y la imperativa instantaneidad de una vida sin tregua, sin tiempo para explicaciones, donde constantemente matamos lo esencial con lo irrelevante.

Los emoticonos se han convertido en el sanctasanctórum de la comunicación visual electrónica. Pretenden convertirse en un lenguaje visual y universal, teniendo muy presente que la imagen frente a la palabra sólo necesita trece milésimas de segundo para ser procesada por el cerebro. El valor comunicativo del grafismo no es algo inventado por los emojis. En las pinturas rupestres que podemos hallar en las covachas de nuestras sierras ya encontramos los inicios de una protoescritura fundamentada en la simbología de los primeros pictogramas. Las primeras civilizaciones, como los egipcios, sabían que en muchas ocasiones una imagen vale más que mil palabras, y para ello recurrieron a los jeroglíficos, que con un solo dibujo podían designar una idea (ideograma), pero también conformar una palabra o un sonido (fonograma). Esta autosuficiencia aún no ha sido alcanzada por los emojis actuales.

Como dice George Steiner, en un mundo marcado por la velocidad “lo que no se nombra no existe”, y en este sentido los emoticonos han optado por nombrarlo todo con la plasticidad del dibujo. Maestros de la agilidad y la concisión, actualmente se trabaja para dotarlos de sonido y hacerlos más personalizados, como ya demuestran los últimos avatares y caricaturas personalizadas de bitmojis, memojis o animojis. También se está buscando establecer un criterio único para cada emoticono a través de una Emojipedia, evitando con ello la variada interpretación de cada pictograma.

Saber exactamente qué significa cada emoji, sin lugar a dudas, es útil para el receptor del mismo, pero también sirve a la Justicia. De un tiempo a esta parte, los juzgados y tribunales se han hecho eco del valor probatorio de los emoticonos. Pictogramas usados en conversaciones como ataúdes, cuchillos, calaveras, pistolas o similares han servido para absolver y condenar en sentencias penales, civiles o laborales. Los emojis se han convertido en la prueba principal de muchos juicios, aunque no dejan de ser interpretables en muchos casos. La ambigüedad es un hándicap, ya que muchas representaciones gozan de varios significados, e incluso simbolizan algo muy distinto a lo que se pretende. Como ejemplo de lo dicho, ahí tenemos la mano que realiza el símbolo “Ok”, que siendo de tono blanco se asocia al símbolo de supremacía racial o de ultraderecha usado por el Ku Klux Klan; catalogado por cierto como “símbolo de odio” por la Liga Antidifamación de EE UU.

En la era de la comunicación adoctrinante y las mediocridades divinizadas, los emojis o emoticonos pretenden erigirse en el nuevo latín o esperanto, derribando fronteras con la bandera universal de los sentimientos e independizándose de las palabras. Y lo paradójico es que mientras aumentan en número e intentan representar sentimientos propios de dioses, como es el “perdón”, en este mundo que estamos destruyendo, crece el número de personas que no han leído un libro en su vida, pero eso sí, saben ponerle una cara sonriente a su existencia cibernética; a cada una de esas frases fútiles o profundas que saturan el guirigay de redes sociales en el que estamos diariamente inmersos.

“Más allá de Altamira, todo es decadencia”. Pablo Picasso

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