Es cuando menos curioso el afán negociador que de repente se ha despertado en el señor alcalde de Los Barrios. Eso sí, después de haber perdido la confianza del pleno de la Corporación municipal, lo que ha supuesto todo un torpedazo en su línea de flotación, y no antes, que habría sido lo democrático y razonable.
Tiempo no le ha faltado, sin embargo, al hombre para sacar pecho, con su ya habitual aire de pistolero, y arremeter contra todos, a diestro y siniestro, como si aquí en Los Barrios el único político responsable, honrado, íntegro y decente fuera él. Ni para advertir, como lo hiciera, que la resolución sobre el ERE de la Junta de Andalucía será recurrida por el Ayuntamiento. Para que luego digan que el que avisa no es traidor.
Resulta toda una burla invitar al diálogo a los sindicatos y al principal partido de la oposición haciendo como que se baja del burro pero sin bajarse. Una invitación que, viniendo de quien viene, un primer edil cuya credibilidad está ahora mismo por los suelos, puede tomarse por sospechosa. Como un ardid, quizá, y no limpio, con el que ganar tiempo para ver si, entretanto, pilla despistado a los demás y consuma su propósito. A mí no me extrañaría que el señor se sacara de la manga otro pleno extraordinario. Por si acaso, yo recomendaría a los concejales de PP, PSOE y PIBA que no se les ocurra salir de viaje, ni tampoco ponerse enfermos.
Los representantes sindicales de los trabajadores y los ediles de la segunda fuerza política más votada en las pasadas elecciones locales no deberían sentarse a hablar con el equipo de gobierno del PA en tanto éste no desista de su intención de recurrir la citada resolución sobre el Expediente de Regulación de Empleo. Si se sentaran sin poner por delante esta condición, correrían el riesgo de quedar en un espantoso ridículo. Pues… ¿qué pasaría si en tanto se mantienen conversaciones la autoridad laboral ?cosa poco probable, mas no imposible? le da el visto bueno al despido de los 178 empleados cuyo futuro está en juego? ¿Lo adivinan? No. Yo se lo diré. Que el señorito Romero se saldría con la suya y se hartaría de reír de unos y de otros a boca llena. No sé a ustedes. A mí, lo confieso, me repatearía el estómago. Dios no lo quiera.
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