Paz y conflicto

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Me planteé no usar la palabra “guerra” para evitar que nuestra energía se centrara en las ideas del miedo, del espanto, del terror etc. Convencida de que era importante enfocar en lo positivo, o sea, en la paz y la armonía, creía que “tengo razón” cuando pido quasi públicamente que por favor no se hable de “guerra”.

Leyendo y escuchando comentarios en las redes sociales sobre lo “terrible” que es lo que “está pasando”, sentía la necesidad de echar un vistazo a la situación del conflicto, y hacerme una idea más objetiva y detallada sobre lo que realmente ocurre, y lo que llevó a dicha situación. 

Tras leer e informarme por diferentes medios, me doy cuenta de que las cosas, como siempre entre los humanos, da igual si son países o personas, no son “blanco” o “negro”. Hay muchas maneras de verlo, y hace falta una capacidad diplomática y ciertamente sensible para hacerle frente y encontrar una solución al conflicto. Observo a la vez que las personas que “hablan” en las redes y encuentros sociales, emiten juicios, despotricando.

Tanto procuraba estos días atrás centrarme en la armonía y la justicia que me vi de repente envuelta en varias situaciones conflictivas en las que, en realidad, no pintaba nada. ¿Qué demonios hago ahí? ¿Por qué me meto?, me preguntaba justo cuando me di cuenta de que dicho esfuerzo “por la paz y la justicia” desencadenó más bien situaciones de conflicto y “guerra” que lo deseado e intencionado. 

Así que elegí el silencio, e internamente practiqué como pude el “equilibrio” emocional. 

No obstante, curiosamente tuve que constatar que andaba super susceptible a muchas cosas que en otras ocasiones no me causaban “emociones”, y menos ataques de enfado. ¿Qué me pasa? ¿De dónde vienen ese enfado y esas emociones, tan de repente?

Dolorcito en el corazón, triste por mi propio estado emocional, salí a pasear para “dejar estar” un ratito, y ordenar todo ese cúmulo de pensamientos, sentimientos, reacciones y observaciones que me habían llevado a ese estado revuelto e hipersensible. Una vez de vuelta en casa, llena de energía del mar, del viento y del sol, me pongo a escribir. En mi idioma nativo primero, dejo que toda esa intensidad de emociones y energía vital se exprese en palabras escritas. 

Y ahí está, de repente comprendo. ¿Qué me ha llevado a entrometerme en asuntos que no son míos? ¿Qué me ha causado ese estado de sensibilidad? 

Mi corazón late fuerte mientras escribo. Reconozco algo de mí, de mi esencia, en esa energía. Desde pequeña luchaba por la justicia, y consolaba a los que veía triste, siempre buscaba mediar donde veía conflicto. Claro, en mi inocencia, de joven y niña no comprendía por qué terminaba a menudo siendo yo la “mala” de la película. 

Hoy en día suelo gestionar mejor las situaciones de la vida social y de las relaciones. Hoy no me entrometo tanto en los asuntos que no son míos. Y si acaso se me escapa, retrocedo en cuanto veo que he metido posiblemente la pata. 

La resolución de un conflicto ocurre cuando cada parte se propone a escuchar, cuando ambos, o todos, quieren avanzar, y sí, respetarse mutuamente. Y esto solo ocurre cuando no queremos tener razón. Porque siempre, siempre son ambos los que la llevan. Cada uno desde su visión y perspectiva. Desde su manera de ver. A veces incluso, dos partes en conflicto quieren en realidad lo mismo, a veces dos personas hasta se atacan aunque se aman …

Nadie está libre de “guerra” en su interior, y es más, en una conversación con un amigo hemos descubierto una cosa más: no sabríamos qué es la paz si no supiéramos de la guerra. Y es que, el equilibrio no existe, lo saben los físicos – todo ser vivo está en constante movimiento, en constante desequilibrio en búsqueda del equilibrio. Y así es en nuestra vida humana. Nos desequilibramos para volver a encontrar lo que realmente importa.

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