Por todos y especialmente por ellos,
nuestros mayores, esos queridos abuelos,
debemos hacer este forzado doméstico retiro.
El virus terrible y maligno
nos cerca y mina nuestra salud
pero, donde más ataca es a nuestras raíces; las de fuertes valores y virtud.
Si tardamos unos días en verlos,
si echamos de menos sus abrazos y besos
pensemos que lo importante es que ahora hemos de ser su escudo
para mantenerlos vivos y que, durante años, los tengamos a nosotros unidos.
Nos toca darnos jabón y, el lavarse las manos
cambia su antiguo sentido y es totalmente responsable y sano.
No supone sacrificio el renunciar a la fiesta y la evasión
sí con ese peaje, con algo tan sencillo, aunque duro, como la forzada reclusión,
sabemos que salvamos a los abuelos queridos;
hagamos de esta Cuaresma vida conventual
para a nuestro mundo salvar
y, de nuestros ancianos ser seguro bastón
para pisotear con el solidario y cooperativo calor
a este coronavirus que quiere enterrarnos
pero, nosotros lo vencemos al encerrarnos
y pensar que la primavera o el verano
acabarán con el virus malvado
y tiempo habrá de salir del hogar y llenos de júbilo abrazarnos
porque hemos vencido
con el arma más sencilla, prevención y retiro
y que nuestro país y el mundo a salvo siga
de tan terrible enemigo que viene a demostrar que la vida
es el don más grande y valioso
que, en este caso en soledad, hemos de cuidar por y para todos.
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