“Vivo con estrés”, “no hay solución, mi vida es así”, “vivo con ansiedad” y “no quiero relajarme” – con este tipo de enunciados me he encontrado en una reciente formación a la que fui invitada para hacer “coaching” a los empleados de una empresa. Fue una experiencia interesante y ciertamente desafiante el verme ante una enorme cantidad de puertas cerradas.
Tienes razón. Siempre tienes razón. Si dices que la vida es así, si dices que no aprenderás nunca, así será. Para darle un giro a tu vida es necesario querer dárselo. La magia existe, pero solo si estás dispuesto a recibirla. No hay nadie que pueda salvarte, ni sacarte de tu apuro.
Reflexionemos un poco: ¿No tiene solución tu situación de estrés? ¿Realmente existe problema que no tenga solución?
Se nos escapa aquí una cosa importante: la cuestión siempre es cómo vivimos una situación determinada. El estrés es una REACCIÓN a una situación, no la situación en sí. Para lograr cambiar la mirada de la situación que se vive con ansiedad hace falta la VOLUNTAD para realizar un cambio. De no ser así, nada puede hacerse.
Lo que suele hacer una persona que no quiere cambiar su propia mirada, actitud o perspectiva, es justificar su problema o situación. Los diagnósticos son de gran ayuda para no cambiar: me han diagnosticado esto, así que “soy así”.
Vale, de acuerdo. Somos así. Tenemos una condición física y cerebral determinada. Somos únicos, no hay un cuerpo o cerebro iguales. Así que cada uno de nosotros es como es, y es cierto que la estructura que viene de base no puede cambiarse. Ahora bien, lo que haces con tu estructura base sí está en tus manos. Puedes rechazarte, puedes rechazar el mundo porque la gente no actúa como a ti te gustaría o puedes cambiar tu mirada hacia la solución, sea cual sea tu situación.
Tu situación no es más dura que la de los demás. Es dura, es grave y dolorosa, o desbordante a veces. Pero no eres el único, la única. De hecho, es muy probable que las personas que te encuentras por la vida con una enorme alegría, vitalidad, ganas de emprender, crecer y crear – hayan sufrido muchísimo. Lo que pasa es que ellos no se han quedado allí. Han caído, y se han levantado. Se han sacudido el polvo, han pedido ayuda tal vez, para poder curar bien sus heridas y han luchado para volver al rumbo, andar de nuevo y avanzar con sus propósitos.
Pase lo que pase en tu vida dirígela hacia la solución. ¿Tienes mucho estrés por las mil cosas que haces? No necesariamente tienes que cambiar tus actividades. A menudo basta con cambiar tu actitud ante cada momento. En vez de ir corriendo a la siguiente cita, pensando que no llegas, disfruta del camino. Respira cada momento. Expira el aire y suelta tensiones. Siente lo reconfortante que es respirar profundo y conscientemente, mientras vas llegando relajadamente a tu destino.
“No quiero relajarme”, me dice una participante. “Me pone nerviosa quedarme en silencio y respirar profundamente”, me dicen otras. Esto es frecuente en nuestra sociedad: acostumbrados al permanente estímulo no gestionamos bien el silencio. Hay miedo a dejarse caer, miedo a soltar el control, miedo a despertar y sentir.
Si relajarte y respirar no es para ti, está bien así. Si te va bien tu estilo de vida, adelante. Ahora bien, si no te va bien, si no te sientes a gusto con tu vida, te propongo que te sientes un ratito contigo mismo y pares la queja.
Si quieres un cambio, gira tu mirada hacia ti mismo y plantéate un objetivo claro. Experimenta y prueba lo que te hace sentir mejor. Si comienzas a caminar hacia tu objetivo disfrutando del camino, has logrado darle un cambio a tu situación. Ya lo tienes. Sonríe y sigue caminando.
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