PLAZA DE LA IGLESIA

Sin avisar, sin decir adiós

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Buscando entre los anales fotográficos de mi disco duro, intentando encontrar una fotografía que un amigo me habían pedido, me tropecé de lleno con la añoranza y la tristeza. Una carpeta llena de fotografías, me sirvió de musa y me llevó a escribir estas líneas que ahora leéis. Era un archivo de fotos de gente de nuestro pueblo. Personas que nacieron y un día envejecieron. Muchas de ellas ya se marcharon y, algunas, sin avisar, sin decir adiós.

Silenciosamente y, a veces, sola y sin tener en cuenta, se está yendo esa generación que ha escrito nuestra historia con tinta imborrable, con pluma sencilla y ortografía labrada con sudor y esfuerzo. Se está marchando aquella gente de espíritu grande, de manos abiertas, de corazón sincero, aquella gente que cargaron a cuesta con la historia, que es también la nuestra. Personas que atravesaron épocas y guerras, entre militares o campesinos, observados por una dictadura o viendo como llevaban a su padre a la tapia del cementerio, cantando aquellos versos a la patria o viendo como quemaban el retablo de su iglesia. Una generación única. Una edición limitada.

Cuando falten esas personas ¿Quiénes las sustituirán? Cuando falte esa generación de valores inamovibles, que construyeron la sociedad que ahora tenemos, que lucharon por unos ideales, que te da los buenos días por la calle, que son manantiales de sabiduría ¿Qué será de nosotros? No me atrevo ni a pensarlo.

La vida pasa como pasan los años, dejando recuerdos y vivencias sublimes. Manos arrugadas, rostros curtidos, pelo blanco, historias que se olvidan, espíritus nobles del pasar sereno, pisadas que nos dejan huella, patrimonio de nuestra sociedad, ¡Cuánto os debemos!

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