Hemos terminado un año, con sus luces y sombras, y hemos comenzado otro nuevo. Un año duro, muy duro, extremadamente duro el que nos ha dejado. Un año difícil donde la tristeza se fue adueñando poco a poco de nuestras almas dejándolas desnudas y tiritando de miedo y desesperanza.
Muchos momentos de crispación, muchas personas que se han visto abocadas a la pobreza y a la miseria. Personas que han perdido a seres queridos. Unos abuelos que no podían ser visitados por sus hijos y otros que morían solos en alguna residencia de anciano. Muchos currantes que veían hundirse sus negocios y muchas empresas que tenían que despedir, con lágrimas en los ojos, a sus trabajadores. Muchos los que despedían a sus seres queridos en medio de la soledad. Muchos los que quedaban al borde del camino y muchos los que acudían a esas periferias para socorrer, alentar y curar. Un año donde hemos visto, sin lugar a dudas, correr por nuestras calles el sufrimiento, pero, a la vez, la esperanza y la bondad de tanta gente buena.
Amigos y amigas. Un año nuevo comienza, pero, en realidad, es el mismo tiempo. Todo es lo mismo y nada es igual. Tal vez seamos nosotros los que cambiamos, los que decimos adiós, los que nacemos y envejecemos, los que nos vamos o llegamos. Somos nosotros los que estamos de paso. Todo tiene un principio y un fin. Todo lo que comienza, termina. También nuestra vida. Por eso, que lo importante sea siempre lo importante. Que la vida no se nos vaya de las manos sin haber hecho lo que teníamos que hacer, lo que debíamos hacer. Que nunca sea tarde para empezar de nuevo, para vivir y dejar vivir, para ir a lo esencial de las cosas.
Respiremos hondo, sonriamos y extendamos las manos con el corazón abierto de par en par para recibir con ilusión y esperanza este año que nace que, aunque siga siendo el mismo tiempo, tenemos que hacerlo nuevo.
Feliz año y un abrazo a todos. Ánimo y adelante.
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