A estas alturas, creía tener superada la indignación que años atrás, cuando todavía sacaba a pasear a mi espíritu critico, me producían los tópicos que los andaluces llevamos soportando durante no se cuánto tiempo. Recuerdo infinidad de sobremesas en las que me convertía en paladín de una causa que nadie parecía entender, o al menos, no tanto como para compartir mi vehemente discurso. A cambio mis contertulios me regalaban expresiones como: “¡Hombre no te pongas así, lo que tienen es envidia, ellos no tienen Zahara, ni pescaito, ni sangría, ni espetitos, ni los atardeceres del Albayzin, ni Jabugo, ni ferias!”…etc.
Pues bien, ese espíritu crítico ha vuelto a despertar, y no, no lo he despertado yo, ni lo hizo por cuenta propia. Dormía como un niño después de un maravilloso y agotador día de playa, de esas de las que tan alegremente presumimos, hasta que el olor rancio de una inteligente campaña publicitaria ha penetrado tan profundo que no lo ha podido soportar, ha revuelto sus tripas y al final ha vomitado, y claro, ahora llora y patalea. Llora de pena porque no se explica cómo, una empresa que dice ser andaluza con sede central en nuestra capital y que fue fundada en 1904 por los hermanos del Pto. de Santa María, Roberto y Tomás Osborne Guezala, es capaz de semejante ultraje. Y patalea de rabia, dolor e impotencia porque observa como cada día se sigue maltratando al pueblo andaluz y distorsionando la imagen de sus gentes, presentando a nuestra tierra como simple productora de folclore barato.
Según los clarividentes publicistas de esta magnífica obra, tu parte Norte es la responsable, la eficiente, la encargada de que acudas al trabajo cada mañana; en cambio, tu parte Sur, es la zalamera, la de la charanga y la pandereta, y ya que estamos, porque no decirlo, la que tan a menudo nos muestra la cadena de televisión que se hace llamar “La Nuestra” quien difunde como reclamo, sin pudor alguno, estos estereotipos para consolidar su “prime time” (véase por ejemplo, los programas de Juan y medio y Mª del Monte, espacios ilustrativos, donde los haya, de la idiosincrasia, cultura y costumbres de la “plebe andaluza”).
Inmersos en esta lid, estos señores, podrían haber utilizado la imagen de uno de los muchos paisanos que todavía en el siglo XXI emigran a Francia para la vendimia, añorando tan maravilloso liquido; o a los olivarer@s que trabajan de sol a sol, refrescándose con él; o ya puestos, a los miles de andaluces sin empleo, utilizándolo para ahogar sus penas. Pero bueno, no todo en esta campaña me repugna, es más, su frasecilla canturreada es pegadiza y me parece acertada…”Todos necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte”, y nunca mejor dicho:
Todos necesitamos un poco de Sur para poder tolerar los privilegios históricos de los que presume el Norte, para poder soportar el desprecio institucional al que estamos sometidos, para poder disimular las penurias con las que la mitad de los andaluces nos levantamos a diario y para poder resistir no escupir a la cara del dichoso político del Norte que se burla de nuestro acento…
En fin, ojalá algún día, nuestro espíritu se torne orgulloso y decidido, y reclame valiente y tenaz el respeto que nos hemos dejado arrebatar, ese mismo que se nos ha ido escurriendo entre siglos de historia; eso si, sin perder nuestras señas de identidad y ese “poco de sur” que es el que, al fin y al cabo, nos convierte en un pueblo amable, desprendido, humilde, tolerante y sacrificado.
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