Vigésimo aniversario asesinato niñas de alcacer y otros asuntos, por J. Salguero


 

A las 04,30 horas del pasado martes 13 de noviembre, me desperté no sobresaltado sino plácidamente, una vez que mi locomotora corporal saciada ya de descanso, me trajo vivito y coleando a este irracional mundo. Por lo que, no pude por menos, que incorporarme echando pie a tierra. Y tras realizar las normas higiénicas necesarias de acuerdo a las Organización Mundial de la Salud, y tomar un zumo no de malta sino de cítricos. Al tener la mente despejada y clara como la sonrisa de un bebé, me coloqué delante del monitor de mi ordenador, iniciando en un documento Word la creación de esta tribuna de opinión.

Soy más que consciente, estimado lector, que tengo que aprovechar al máximo los minutos y horas, porque día que pasa no vuelve. Y más, a cierta edad, que el calendario no trota sino vuela, haciéndome transitar de las primaveras a los inviernos a velocidades supersónicas.

Por ello, una vez que tengo conciencia de mi realidad en mi nueva alborada, procuro saber en qué día me encuentro, porque no todos los guarismos me motivan por simpatías, pero sí el trece que es mi número favorito. Pero si además es martes y trece, me fascina del todo cogiendo unos subidones asombrosos, y presumo alegremente de no ser supersticioso.

Aunque, sin embargo, cuando observo un cuadro torcido, procuro disimuladamente colocarlo derecho. Y cuando saco el billete de un avión, no pido el asiento número trece al no existir, pero sí solicito un asiento cercano a las ventanillas de emergencias. Y cuando salgo a la calle, no se me ocurre pasar por debajo de una escalera, ni mucho menos por debajo de los balcones. No porque me vayan a mojar la camisa blanca cuando estén regando las flores, sino porque un conocido fascista y más de derecha que Blas Piñar, en cierta ocasión, al ser un asiduo lector de mis tribunas, me advirtió que tuviera cuidado cuando pasara por la avenida Fuerzas Armadas de Algeciras, porque me podía caer una maceta encima de la chorla y romperme el sombrero.

En fin, todo ello y más debo tener presente, sin descuidar otras medidas de autoprotección y escrupulosas, como por ejemplo, lavarme las manos antes y después de ir al baño, procurando a la salida no tocar el pomo de la puerta, porque los hay quienes después de sus sacudidas ni se lavan las pezuñas.

Recuerdo, que en cierta ocasión coincidí con un conocido, en los váteres de un ente oficial, donde se estaba celebrando un acto cultural. Y el susodicho tras orinar sin lavarse quiso darme la mano. Negándome a corresponderle a sus normas de cortesías, porque me demostró ser un marrado con denominación de origen y pedigrí. Siendo un claro ejemplo, que no siempre el hábito hace al monje, porque a veces las apariencias engañan. Y él a pesar de que va por la calle trajeado, encorbatado y perfumado; es alérgico a la desinfección y a la pulcritud higiénica.

Después de lo anterior, usted estimado lector, se preguntará, ¿qué me importa a mí si eres o no escrupuloso?, porque lo que me interesa de ti, es que te tires a la piscina sin agua en las tribunas que escribes.

Pues muy bien, me subo de inmediato en el trampolín olímpico y hago el salto del tigre en su honor, ya que no quiero parecerme a ciertas manadas de escribanos oficialistas. Por ello, no suelo leer a otros columnistas, para no ser contagiado por sus miserias, ya que el que es de derecha tira para esa acera y el que lo es de izquierda tira para la otra.

No obstante, hace unos días hice una excepción y perdí algo de mi preciado tiempo leyendo ciertas afamadas plumas. Llamándome poderosamente la atención que el periodista Manuel Martín Ferrand, en su articulo titulado: “Mas, ¿Independencia o libertad?”, de acuerdo a la libertad de expresión reconocida en la Constitución española, atacaba con extrema dureza al presidente de la Generalitat Catalana, Artur Mas, en esa campaña españolista orquestada de desprestigio hacia su política catalanista.

Tribuna la que podría exprimir al máximo, pero me quedo con lo que dice este docto del periodismo nacional: “Los nacionalismos son, según demuestra la Historia, las larvas del fascismo y, además, un mecanismo para el disimulo de un fracaso gestor. Cataluña es una evidencia de ello y Mas el paradigma del intento”.

Cataluña, Manolo, es lo que quieran los catalanes que sea si se lo permiten otros sistemas políticos nacionalistas más poderosos, que son los que delimitan las fronteras y pautas de las minorías. Por consiguiente, si según tú “los nacionalismos son una larva del fascismo”. ¿Quieres dar a entender?, Manolo Martín Ferrand, que el nacionalismo español, ¿puede ser también tan fascista como el nacionalismo catalán? Porque el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosas al parecer dijo: “El nacionalismo, lo mismo el centralista que los periféricos, es una catástrofe en todas sus manifestaciones”.

Consecuentemente, si desde Madrid se sigue jugando políticamente con las cartas marcadas, se romperá la baraja, como ha ocurrido históricamente en otras etapas negras de tristes recuerdos, por culpa de las inquinas de los políticos de turno.

Para finalizar, mis más sentidos recuerdos en el vigésimo aniversario del macabro, vil, sanguinario y doloso asesinato de las niñas de Alcásser: Toñi, Miriam y Desirée. Quedando algunas incógnitas por resolver, con el agravante que las condenas a los autores se extinguirán próximamente según la Ley.

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