MONTE DE LA TORRE

Carta para quien fue mi gran amor

Tercer premio en XX Certamen de Cuento “Centro Cultural del Tango Zona Norte” (Buenos Aires, 2024)


 

Mi abuelo materno falleció a temprana edad y la abuela, que con mucho amor le recordaba, pasaba horas inmóvil sentada en su sillita de  ruedas  contándome  a mí, su  único nieto,  como se conocieron; al  hacerlo  las emociones  eran encontradas  pues,  se mezclaba  la tristeza  de no gozar  de  su compañía  con  la alegría  que  le aportaban  aquellos  inolvidables  recuerdos. Así me relataba  aquella  parte  de  su  bella historia  amorosa:-“  Mira, nieto mío, tu abuelo era un afamado bailarín de tango  y  yo  tampoco  me quedaba  atrás.  Ambos frecuentábamos en  los  años cincuenta  del pasado siglo  “El  Chantecler”. Allí una  noche  de junio  bailamos  el  primer  tango  y  quedamos  enamorados  teniendo por testigos  de ese amor  las encandiladoras  voces  de  Razzano y Gardel. Que bellos  aquellos  salones,  que gran ambiente  se  vivía  en  esos  locales.  Gracias  al tango  quedamos  para  siempre  uno del otro prendados  y  pasado  poco  más  de  un año  contrajimos matrimonio.  Nuestros  padres  nos  preguntaron   que cuál sería nuestro  viaje  de  novios  a  lo que respondimos  que  no necesitábamos  salir  de  Buenos  Aires,  pues  el mejor sitio para  pasarlo  divinamente  y cerca  de casa  era  en  la  cuadra  Paraná, allí  estaba  “El  Chantecler” quien  con su  música  nos trasportaba y llevaba  allende los  mares.  Fuimos  muy felices  pero,  después  de  nacer  tu  madre  contraje  una enfermedad  que  fue atacando  mi movilidad   hasta  quedar  como  me ves hoy,  en  una  sillita  de ruedas.  Grande  fue  la aflicción de los dos  por aquel  problema,  pero  no vayas  a creer   que  esa situación hizo  que dejáramos  de  pasarlo bien  en “ El  Chantecler”,  pues  como  no vivíamos  muy  lejos  del prestigioso  local de diversión  él  empujaba  y conducía  mi  sillita  y, como  el portero de  esa  sala, Ángel  Sánchez  Carreño,  bien conocía  nuestra  afición  al tango,  el mismo  me ayudaba  a  entrar  al local.  Allí  tu abuelo bailaba  con  amigas  mías  o con alguna  otra  mujer  de  ese  local.  Yo,  dada  mi inmovilidad  disfrutaba  con solo verles  danzar  y   escuchando  las melodías  que  tocaba  ”El  Rey  del Compás”  en más  de  una ocasión  se acercó a hablar conmigo  Jeannette,  la dueña  de “El Chantecler”  y  le dijo  a Garesio  o  Gardel  que me dedicaran  la  siguiente  actuación  por  mi  amor  al tango  que ni paralítica  impedía  que disfrutara  del  tango  y es que,  nieto querido,  cuando  ese  baile  se mete  en nuestros  cuerpos  no  hay  quien  lo saque”.

Escuchando aquellas emotivas palabras le dije: “Abuela, que lección tan grande nos das.  Yo no conocí “El Chantecler”, pero te prometo  que  en los muchos herederos  de  esa  sala festiva  que existen  bailaré  tangos  por vosotros.”

Ella,  acercando  su silla a una  mesita,  abrió el cajón  de  la misma y sacó  una  foto  que   besó antes  de  que  me la mostrara  diciendo:-  “He  aquí  la fachada  de  aquel emblemático local “.

Le comento:  -“Pues  sí que  tiene  aspecto señorial  y grandioso”

A lo  que responde:-  “Ya   puedes  imaginar  la fastuosidad  de  lo que podemos  llamar  el  Palacio  del Tango”.

Después  la  guardó  con sumos cuidado entre otros  papeles  diciéndome:  “Ya sabes, esta fotografía,  representa  mucho  para  mí.  Fue  el nido sentimental  de  muchas  parejas  como  la  nuestra.  Cuando fallezca  no quiero  que  destruyáis  esta foto,  al contrario,  al igual que  tenéis  enmarcadas  las nuestras,  esta  también merece   un sitio  importante, pero mientras  viva, para  cogerla entre  mis manos  cada vez  que me plazca,  deseo tenerla aquí  entre  estas  otras  cartas  y  recuerdos”.

Aquel día  dejamos  en ese  punto la  conversación.  No  habría  pasado un par  de meses   y  me  llama gritando y  bastante  alterada:-“ ¡Ven,  hijo, ven.  Nunca  pensé  que  el hombre  que  más  quise  mantuviera  relación epistolar  con otra.  ¡No puedo creer que tu abuelo me fuese infiel!”.

Cuando  llegué  junto  a  ella mantenía  en sus temblorosas  y arrugadas  manos  un sobre  que  embargada  de tristeza  me entrega  y al dármelo  leo   el siguiente  remite: “Para  Quien  Fue  Mi  Gran  Amor“.

La  abuela  a  la que nunca  oí gritar  seguía  como posesa  diciendo: -“  Encontré  esto  en  el bolsillo  de  una chaqueta  que  usaba mucho tu  abuelo  cuando íbamos  a  “El  Chantecler”. Por favor,  abre  tú esa  carta  y léela, hazlo  en voz  baja,  no quiero  sufrir  más dolor;  pues  esas  palabras  ahora  me pueden  llevar directamente  al cementerio”.

Yo, que también  estaba  compungido  por  la  extraña e inesperada  noticia, reconocí  la  letra  de la carta, en verdad  que  la escribió  él  de su  puño y letra. Abrí el sobre  mientras  miraba  como los ojos  de  la abuela  se  llenaban  de lágrimas.  Cuando  tengo  ante  mi  aquella cuartilla  le  digo:-  “Abuela, la  voy a leer  en voz  alta,  pues  no puedo  callar  lo que quizá  tú debiste saber  hace ya muchos  años”.

Su silencio  me sirvió  de autorización  y  comencé  con un nudo en la garganta  la lectura  que decía  así: -“  Amor, mi  querido “El  Chantecler”, tú bien sabes  que  entre tus muros , al calor  de  tu  música  y con las voces  de los  artistas  que  a ti cada  noche acudían,  me enamoré  de  la mujer  que amaré  hasta después  de la muerte.  Hoy  al comienzo  de  los años sesenta,  he quedado sin ti,  sin  el  refugio  de soledades  y  amparo para  hacer crecer  nuestros  sueños  de amor.  Te  han demolido  y  con tu desaparición  se va  el símbolo  vivo  del tango,  pero,  amor  mío,  aunque  tu pérdida  me  llena de dolor  inmenso,  me resigna  el comprender  que  locales de tal categoría  nunca desaparecen  porque dejan  recuerdos  muy vivos .  Yo moriré  pero tú  eres  inmortal   y  cuando pueda  allí  en tu solar,  bajo unos cascotes  de piedra,  dejaré esta mi misiva de amor  en agradecimiento  a  lo  mucho  que  nos has dado. Si  falleciera  y  no cumpliera  mi deseo  aquí dejo reflejado  que quien lea  esta epístola  de  amor  platónico  haga  lo propio  y  en tu tumba  la deje.

Un  abrazo de  mi persona  y de todos  los amigos  del tango, eternamente  agradecidos.

                 Un bailarín  argentino   que adora   siempre  a vuestra  persona.”

Cuando terminé  la lectura tanto nos embargaba  la emoción   que  nos abrazamos  y ella mirando a los cielos  exclamó:  “!Por qué, por qué, Dios mío, dudé de un hombre tan maravilloso!”. 

Me  acerqué  al  gramófono    que   tenía  en una mesa junto  a ella  y coloqué sobre  él un vinilo  que empezó a  sonar , era  el  “Yo  no sé Llorar”  de  Do Reyes . La  abuela desplazaba  su silla  en movimiento acompasado  a  la  música  y  yo  me  pareció ver  en aquel instante  aquella  joven pareja  bailando  felices  en “El  Chantecler” Al acabar el disco  le pregunté:  -“¿Qué hacemos con la carta?”

A  lo que me respondió:  – Una copia  quedará para  mí y el original  lo dejaremos  donde  descansa  “El  Chantecler”  que  murió  bailando,  pues  sus pistas  ni en el más  allá  se cerrarán.”   Así se hizo  y  seguro que  el alma  del abuelo  ya se  halla  feliz  bailando  tangos solitarios en los  cielos  hasta  que  su compañera  de siempre  abandone  esta  silla  de ruedas  y  vaya  a  ser  su eterna  pareja, pues el verdadero  amor, como  el tango, nunca  muere. 

 

 

 

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Opinión Pepe Pol

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