NOVENA PROVINCIA

Descansen en paz


 

A lo largo de nuestra vida, de alguna manera, hemos tenido la experiencia de vivir el viaje a lo desconocido de algún familiar o de algún amigo.

Quien se marcha lo hace hacia un mundo desconocido. Esto ha sido desde el principio de los tiempos.

Las diferentes culturas han hallado diferentes respuestas sobre el lugar hacia donde van los que se nos van. En nuestro caso (cristianos), lo razonamos en el hecho cierto de la muerte de Jesús de Nazaret. Añadiendo desde la FE, la resurrección de Cristo.

Lo que está claro es que desde la inmediatez, en nuestra vida se origina una gran pérdida que nos produce dolor y sufrimiento. Una herida que estará abierta mucho tiempo, quizás hasta el día que nosotros mismos marchemos. El duelo siempre estará ahí porque no puede haber olvido porque queremos que los que no están sigan estando presentes aunque el tiempo irá borrando recuerdos pero nos quedará siempre la sensación de que quien se ha ido está en el interior de nuestro corazón.

No es fácil experimentar lo infinito con alguien querido que se ha marchado pero si se consigue resulta inigualable porque solo se consigue si se está dispuesto a dejar la mente y el corazón abiertos al camino de la Luz.

Después de una de mis operaciones de corazón me encontré en un sueño que me conducía hacia una gran tranquilidad, me encontraba sereno y una luz iluminaba mi ser. Estaba bien y no sentía dolor alguno, pero el viaje no terminó sino que algo me devolvió al punto de partida y ahí me encontré rodeado de seres queridos.

De la paz infinita que gozaba volví a la vida para seguir sintiendo el amor de mis seres queridos y descubrir con el tiempo el tesoro que uno tiene con los amigos que te van apareciendo por el camino. Yo me quedo con esta percepción frente a la ingratitud y el rencor que otros fomentan.

Sentirnos parte de una sociedad que recuerda a quienes se han marchado supone recordarnos a nosotros mismos que nuestras vidas están sujetas a una realidad de la que no podemos huir. Tener conciencia de que nuestro caminar se realiza para alcanzar el infinito es la manera más madura de darnos cuenta de que el rencor y el odio no nos lleva a ninguna parte. Sentirnos familia, bien sea por miembros de sangre o por amigos, nos hace crecer. Tanto para los que creemos en la religión cristiana como para los que han decidido que su fe se basa en su manera de razonar su propia vida. Todos hacemos al camino hacia el infinito y todos somos acogidos y comprendidos por el que más nos quiere, para los cristianos Jesús de Nazaret, y que es igual al amor que tenemos las personas que sabemos perdonar de corazón, aunque puedan ser ateas o agnósticas. Descansen en paz todos los fallecidos por la DANA.

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