NOVENA PROVINCIA

Es tarde


 

disfrutando de su jubilación tras años de carga y sinsabores, salpicados con algunas alegrías que dieron color a un camino tantas veces en blanco y negro. Su relato es un eco doloroso de la realidad que enfrentan muchas personas mayores que, al llegar a la última etapa de sus vidas, descubren que la atención médica se ha vuelto un lujo inalcanzable. Las llamadas al centro de salud son como gritos perdidos en la oscuridad, mientras la voz, a veces automática, a veces agradable del administrativo de turno, repite la misma letanía impersonal: «No hay citas disponibles. Venga usted mañana a primera hora, a ver si tiene suerte”, como si fuera el cupón de la ONCE.

Es indignante ver cómo aquellos que dedicaron décadas a construir un país mejor para las generaciones futuras son abandonados en sus momentos de mayor necesidad. La falta de profesionales médicos no es solo un problema de números, sino una afrenta directa a la dignidad de los ancianos, un desprecio por la vida que se manifiesta en la ausencia de empatía y compasión.

Millones de españoles por toda España, siguen en el compás del tiempo, tan valioso para ellos, entre llamadas infructuosas, aplicaciones móviles inútiles, colas como si de un concierto se tratara y esperanzas desvanecidas. Da lo mismo  que hablemos de Carmona,  Langreo, Hospitalet o Villafranca de los Barros. Es un problema global de falta de médicos, fracaso universitario, irresponsabilidad ciudadana y pérdida de valores humanos. Nos encontramos ante personas de avanzada edad que se topan, una y otra vez, contra la indiferencia de un sistema de salud que ha perdido su rumbo. Y ni hablar de la guerra abierta entre sindicatos médicos y enfermeros.  Y en pleno mes de cambios de tiempo, las pulmonías, neumonías y gripes varias están a la orden del día. Como ahora, como siempre.

La arena del reloj está a punto de agotarse y, por cada grano que cae, se abre una herida en el alma de quienes merecen ser cuidados con respeto y dignidad en un centro de salud. Es hora de cambiar el curso de las manecillas del reloj, de devolverles a tantos y tantos mayores  la certeza de que su vida importa, incluso en los últimos compases de su existencia. Y que se dejen de zarandajas, peleas y política. Y aquí estamos con un sistema sanitario fracasado, una clase política mirando por sus propios intereses, mientras ir a que te receten las pastillas de la tensión es, a día de hoy -y tiene pinta que va para largo-, muy complicado . Las cosas de esta España mía, esta España nuestra.  Así nos luce el pelo.

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