Patricio González
Viendo en estos días de luto nacional, el fragor necrológico y de la fiebre provocados por la muerte de Adolfo Suárez, es digno de leer la extraordinaria memoria de Pedro Cuartango que le estalla como un petardo a todos los hipócritas en la mismísima cara. Nos cuenta Pedro con pelos y señales como fueron aquellos momentos: «En aquellos momentos la prensa lo maltrataba, su partido le había retirado el apoyo, el Rey iba diciendo que su gestión era un desastre, el PSOE había puesto en marcha una operación de acoso y derribo, la Iglesia lo detestaba por la ley del divorcio, la banca no se fiaba de él y los militares lo odiaban».
La mayoría de la voces que estamos escuchando y que no paran de ensalzar su gran virtud, su gran hallazgo, tan poco español, de la concordia, navegaban hiperactivos en esa «barca de los locos» que acabó encallando donde bien sabemos, como en ella viajaban también los muchos que ahora guardan un silencio hipócrita. Sólo hay que recordar la Andalucía del «café para todos» y el referendo de Lauren Postigo -cuando ¡un 17 por ciento! de paro hizo decir a Felipe González en el Congreso que ese paro no había nación que lo soportara-, el desahogo de Guerra retratando al Presidente como un «tahúr del Mississippi», las puñaladas traperas que diariamente le propinaban sus propios compañeros, mientras él improvisaba como podía el vago proyecto de Fernández-Miranda que, según Julio Anguita, ni era proyecto ni era nada: todo había que improvisarlo y se improvisó. No ha habido Presidente más solitario que Suárez.
Peguen la oreja y verán cómo ni siquiera ahora dicen una palabra de condolencia sus traidores internos. En el espejo sin azogue de la Historia la realidad apenas resulta reconocible.
La Transición fue un ejercicio de funambulismo mientras artistas y payasos se balanceaban en la cuerda floja, pero me parece que ése no es mérito de quién tuvo que dirigirla, sino todo lo contrario. Andalucía, sin ir más lejos, no sería lo que es por culpa de Suárez y Martín Villa, es probable, pero no más que tampoco sin la incomprendida finta de Rojas-Marcos, que se inmoló a sabiendas en aquella pira. ¡Y se escandalizaban por un 17 por ciento de paro! A Suárez no lo habrían rescatado sin su tragedia familiar y personal los mismos que hoy lo ensalzan ni los que callan tras ellos. ¡Hipócritas!!!
Descansa en paz, Presidente.
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