TOROS: Se han lidiado dos toros dde Gavira, serios y astifinos; noble el primero, y flojo y rajado el tercero. Y cuatro de Daniel Ruiz, desiguales de presencia, noble y con son en la muleta el segundo; soso y sin transmitir el cuarto; complicado y orientado el quinto; y con picante y transmisión el sexto.
ESPADAS: -Francisco Rivera Ordóñez, de azul y oro, palmas y silencio.
-Julián López ‘El Juli’, de nazareno y oro, una oreja y silencio.
-José María Manzanares, de azul añil y oro, silencio y dos orejas.
CUADRILLAS: Se desmonteró en el tercero el sevillano Curro Javier tras banderillear con brillo, así como Juan José Trujillo en el sexto.
INCIDENCIAS: Rivera Ordóñez recibió una monumental paliza en el primero tras ser volteado espectacularmente al entrar a matar. Plaza llena.
Manuel Viera.-
En el toreo zurdo de José María Manzanares quedó demostrada su capacidad para crear una obra con la que contagió las emociones que él mismo sintió con el natural hondo, de acompasado ritmo, ceñido y de belleza incalculable, para convertir cada pase en una pieza única de un museo imaginario. Como se degusta una buena taza de café, la faena del alicantino al complicado sexto toro de Daniel Ruiz sé disfrutó a pequeños sorbos. Así parece que la compuso, de menos a más, muy despacio, muy sentida… con una elegancia extraordinaria en su ejecución.
Larga, sin prisas, pero sustanciosa en calidad, la faena de Manzanares llegó de manera inmediata a los tendidos. Desde el prodigio de los lentos pases por bajo en el prólogo genuflexo a derecha, pasando por las profundas series diestras de muleta a rastras, aguante y una plasticidad y empaque deslumbrante, hasta el bello trazo del natural impregnado de una seductora combinación de ritmo a compás e infinita largura. Monumentales muletazos que alcanzaron la cima de una faena que tuvo como colofón la ligazón de de una tanda diestra, una trinchera de lujo y la extraordinaria estocada. Caló tanto en los tendidos que el público pidió sin titubeos las dos orejas para el torero.
Al serio y astifino toro de Gavira corrido en tercer lugar, aunque muy flojo y rajado en la muleta, poco más que una encomiable disposición por agradar pudo mostrar el joven torero de Alicante, que se perfiló ante las afiladas dagas dejando un espadazo desprendido con el que mandó al cinqueño al desolladero.
El Juli volvió a llevar el optimismo a los tendidos. En este caso porque realizó el toreo de forma impecable al segundo toro de la tarde, convirtiendo la faena en una lógica prolongación de lo que ya realizó hace dos días en su primera entrega en esta plaza. El madrileño ha estado seguro, solvente, incluso preocupado por el detalle, con calidad y conocimiento. Bien es cierto, que puestos a exigir quizá le faltase pulso para templar algunas embestidas y algo más de ligazón, bien es verdad que el viento racheado le molestó y el continuo gazapeo del toro de Daniel Ruiz le impidió hilvanar algún que otro muletazo.
El simple hecho de que Juli disponga de una técnica tan especial y solvente en el conocimiento del toro y de los terrenos, hace que su profundo toreo cobre ahora otra dimensión. Por otro lado, su seguridad en sí mismo hace también que se mueva con enorme habilidad y ‘comodidad’ ante el toro, exhibiendo un toreo de mano baja, poderoso y auténtico. El madrileño le compuso un trasteo a la noble bestia donde primó un toreo largo y profundo, mejor a derecha que a izquierda, pitón por el que acusaba un molesto andar que impedía la correcta colocación del torero Un emotivo cambio de mano y un torero desplante prologó el golpe mortal de la espada.
Muy complicado, orientado y también con feo gazapeo resultó el quinto, al que Juli le aguantó miradas y parones. Le robó cuanto pudo a golpe de técnica y valor, sin poder tampoco firmar lo hecho con la espada, quedándose sin alcanzar su más ansiado sueño: abrir de par en par la Puerta del Príncipe.
Tras ser atizado por la siempre sabrosa sustancia de la polémica, Rivera Ordóñez, se presentó, en su única comparecencia en la Maestranza, dispuesto a tutear a El Juli y Manzanares con la urgente necesidad de dar forma estética a su toreo, aunque después el resultado final nada tuvo que ver con el binomio emocional que expresaron en el ruedo el madrileño y el alicantino. Francisco Rivera sólo mostró un toreo liviano, de escasa solidez y vacío de sentimientos con el noble primero de Gavira, un toro que iba y venia al engaño con el son en las embestidas de su nobleza cansina. Banderilleó de forma desigual y quiso matar a ley, llevándose en el segundo intento, y tras dejar una contundente estocada, la más espeluznante cogida por el vientre vista en lo que va de Feria, sin que el astifino pitón calara el cuerpo del torero. Hoy, Rivera Ordóñez, volvió a nacer en la Maestranza.
Al cuarto de Daniel Ruiz, noble y soso, le ejecutó un trasteo con muletazos siempre tangenciales y nunca profundos. Torear es algo más que una simple sucesión de pases sin hilar con muchos renuncios y escasa verdad. Se mostró, sin embargo, más sujeto a sus buenas maneras, en el fondo y en la forma, sobre todo con una mayor limpieza en el pase, con más orden y suavidad en el trazo, aunque lo hecho nunca llegó a los tendidos.