TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq; el primero, lidiado como sobrero al partirse el titular una pata. Muy desiguales de presencia, anovillados, descastados, flojos y sin clase.
ESPADAS: -Enrique Ponce, de rioja y oro, silencio y silencio.
-Morante de la Puebla, de verde y azabache, clamorosa vuelta al ruedo tras aviso y silencio.
-Antonio Nazaré, que toma la alternativa, de blanco y oro, silencio y palmas.
INCIDENCIAS: Plaza llena.
Manuel Viera.-
Es artista aquel que aplicando ojos y tacto consigue mediante un acto taumatúrgico que lo que hace adquiera cualidades sorpresivas y expectantes. Y Morante de la Puebla, que lo es, ha conseguido que el toreo adquiera esta tarde la categoría de sublime y distinto al transformar el trazo a derecha e izquierda en toda una extraordinaria obra de arte.
Excéntrico y genial, así es este virtuoso del toreo, y también uno de los toreros más interesantes del momento. Morante manifiesta en cada pase los rasgos distintos de un toreo idolatrado por las dimensiones de sus formas. Un toreo que emociona y conmociona tras resaltar con capa y muleta el arte de los genios. El toreo del sevillano, que nació esta tarde de un valor inimaginable, de una pasión desbordada, de una emoción sin límites, fue ejecutado con todos sus sentidos. Así se inspiró para transformarse después, y realizar una tauromaquia obsesiva cargada de matices y elaborada con su particular intimismo de artista.
La faena de Morante al complicado tercer toro de la tarde ha sido una de sus cumbres indiscutibles, cuya trascendencia se hará notar durante la temporada. Imbatible en el ruedo y excepcional en las formas de realizar un toreo auténtico y emocionante. Lo hecho fue de cine. Nada mejor para comenzar que el majestuoso lance de la verónica. ¡Qué compás! ¡Qué forma de parar el tiempo durante el lentísimo ritmo de la seda! ¡Y qué media! Sensacional toreo de capa, que tuvo su continuación con la muleta en un elaborado trasteo donde acumuló talento y valor, hasta doblegar y hacer válidas las complicadas y discontinuas embestidas de un flojo ‘juampedro’ sin humillar que no le dejaba colocarse por su continuo gazapeo. Y así, a golpe de sapiencia y aguante, llegó la expresividad del derechazo, primero en dosis aisladas de uno en uno, y después ajustados, hilvanados y rematados. Con la izquierda apareció la expresividad del natural, que es donde se acumula lo mejor de su talento de artista. La riqueza rítmica del despacioso y ceñido trazo, desmayada la figura, cobró vida gracias a la genialidad chispeante de este artista. La izquierda mágica de Morante citando de frente captó magistralmente la esencia del natural con genuino sabor a toreo antiguo. Un precioso y lento trazo pareció conservar el tono sepia brillante de los recuerdos. Y de broche de oro el remate no menos ‘monstruoso’ y mágico del peculiar molinete. El arte, el valor y la ambición mostrada no tuvieron el resultado final de la estocada. Pinchó Morante una de las faenas más emocionantes vistas en esta plaza. La atronadora ovación no se hizo esperar, y en la obligada y clamorosa vuelta al ruedo le mostró la plaza el reconocimiento unánime a su apasionante tauromaquia.
Y no hubo más en esta tarde de bulla de Feria de Abril en la Maestranza. Tarde de toros descastados, desiguales, anovillados algunos, flojos y rajados. Los toros del prestigioso Juan Pedro se dieron el batacazo, otra vez, en esta plaza. Y así ni Ponce ni Nazaré, en el señalado día de su alternativa, poco o nada pudieron hacer.
Morante de la Puebla desistió pronto con el soso y anovillado quinto. Enrique Ponce lo intentó todo con su habitual tecnicismo y conocimiento de las distancias con el parado segundo, y se esforzó con igual firmeza con el soso, distraído y descastado cuarto.
Y Antonio Nazaré sólo pudo demostrar sus ganas y ambición en un fenomenal saludo de capa al toro de la alternativa, devuelto tras lastimarse una de sus extremidades. El toreo a la verónica fue toda una exhibición de estilo sentido y auténtico. Desde el tercio hasta lo medios para rematar allí con excelente media. Y ahí acabó todo, porque el ‘juampedro’ lidiado como sobrero fue un mulo parado y ‘muerto’ en el ruedo. Con el manso y complicado sexto realizó un encomiable esfuerzo, no exento de valor, con tal de conseguir un pase y así poder mostrar sus apasionadas formas clásicas y auténticas. No hubo manera, y a pesar de jugársela en un arrimón de órdago, sólo consiguió unas palmas, tras la estocada, a modo de agradecimiento. La suerte le dio la espalda en tan decisiva tarde. Así es esto.