TOROS: Se han lidiado toros de Puerto de San Lorenzo y Ventana de San Lorenzo, del mismo hierro familiar. El segundo se lidió como sobrero al blandear el titular, mientras que el segundo sobrero, lidiado en quinto lugar -también devuelto por blandear-, ha sido del hierro de Gavira. Desiguales de presentación y escandalosamente mansos. Fueron más manejables el rajado segundo y el descastado sexto.
ESPADAS: -Manuel Jesús ‘El Cid’, de verde manzana y oro, silencio y silencio.
-Sebastián Castella, de caña y oro, saludos tras aviso y silencio.
-Daniel Luque, de celeste y oro, silencio tras aviso y una oreja tras aviso.
CUADRILLAS: Se desmonteró José Manuel Fernández ‘Alcalareño’ tras banderillear al primero.
INCIDENCIAS: Plaza llena.
Manuel Viera.-
Se mire por donde se mire, la tarde ha sido un desastre. Un desastre de mansedumbre constante, de toros tullidos y sin una sola gota de sangre brava en sus venas. Toros acobardados, buscando salidas a la desesperada, huyendo de caballos, capotes y muletas, apostados en las tablas en busca de refugio, toros para el matadero y no para la lidia. Bien hubiese llovido, como lo hizo el pasado año para que los de El Puerto de Lorenzo se hubiesen quedado otra temporada más en las dehesas salmantinas. Animales tan mansos como los corridos hoy en la Maestranza difícil debe ser encontrarlo, en lotes de seis, por los campos ganaderos. Y si además se completa el triste espectáculo con un manso más de regalo, aunque este luciera en su anatomía la divisa de Gavira, la tarde se hizo noche sin más alegría que la que dio Daniel Luque en el último segundo que marcaba las tres horas de desastre ganadero.
A Daniel Luque se le ve como un apasionado de las formas clásicas. Sabedor, además, de que tiene entre en las manos el toreo de hoy y el de siempre, el del valor y la ambición. Su tauromaquia es de peso, cuidadoso en el detalle y entregado en los auténtico. Así lo demostró cuando la tarde se le iba sin remisión como se le fue la Feria a El Cid y a Castella. Daniel Luque, que progresa adecuadamente cada tarde que se viste de torero, tenía que seguir haciéndolo en esta segunda entrega en Sevilla tras la primera pasada en blanco. En la faena al soso y rajado sexto aunó sus enormes ganas de triunfo, su ambición desmedida, su valentía, y lo auténtico y artístico de su toreo en una fusión tan peculiar que constituyó lo único importante sucedido en la larga tarde de la mansedumbre. El sevillano dio una muestra de estilo y firmeza en una faena inspirada en la despaciosidad del muletazo y la ligazón. Los cambios de mano, el pase circular invertido, los remates de pechos… dieron forma a un toreo de aguante, serio y ceñido de muletazos diestros especialmente emotivos. Fue un intenso trasteo a otro animal manso, que iba y venia sin humillar, que se paraba en su camino cuando le citaba con la zurda, y que sólo la enorme disposición del joven diestro de Gerena lo hizo bueno. La decisión con la espada fue vital en la concesión de la oreja. Al intoreable tercero lo mató muy mal.
Lo demás ya quedó dicho: mansedumbre desesperante con la que El Cid y Castella se toparon. Un Cid crecido para su última comparecencia en esta Feria y que pese a su dominio técnico, trazo preciso y disposición mostrada, nada pudo hacer con el primero, rajado en el inicio de faena. Tampoco con el descastado y soso cuarto pudo ofrecer la elegancia de sus formas. Tras un inicio prometedor no hubo manera, después, de trazarle un solo pase con una pizca de emoción. A ambos lo mató mal.
De nuevo la personalidad de Castella surgió tras los intentos de faena al segundo, un manso de escándalo, lidiado como sobrero, al que logró meter en la muleta al hilo de las tablas. Con extraordinario valor y no menos técnica consiguió superar lo que parecía imposible: doblegar y someter con templado y ligado toreo diestro las embestidas huidizas del complicado animal. Admirable quehacer en una faena que resultó interesante y reconocida por un público que le obligó a saludar tras la media estocada y el descabello. Con el también sobrero de Gavira, lidiado en quinto lugar, de iguales características en el comportamiento que los del hierro titular, volvió a intentar hacer faena de todas las maneras y en todo los terrenos. Imposible le fue mantener en los engaños las embestidas huidizas de este otro manso de solemnidad.