La corrida de Jandilla ha sido otro puntapié a la emoción; toros descastados y tan nobles como mansos. La nobleza sin casta es como el que que tiene un tío en Alcalá: que ni tiene tío, ni ‘ná de ná’. La semana de preferia que conluye esta tarde deja un resultado ganadero paupérrimo salvo la corrida de El Ventorrillo, único día en el que el personal se lo pasó realmente bien, porque hasta la esperadísima corrida de Victorino Martín fue un desastre… por dentro y por fuera…
Con esta de Jandilla Morante ha logrado cortar una meritoria oreja en el quinto, oreja ganada por el torero porque el toro tampoco era una cosa del otro mundo. También es cierto que el cuarto medio se dejó, aunque Finito siguió en su tónica y cumplió el guión establecido de venir a Sevilla a tirar las cartitas, con contados fogonazos de su consabida calidad.
La de Jandilla de esta tarde ha sido de pena, con dos toros cludicantes, como el primero, que se arrodilló casi como haciendo una reverencia al torero cordobés. Increíble, medio moribundo el animalito. Así sí que da pena el espectáculo taurino, que es lo peor que puede suceder. Pero lo peor fue lo del tercero, el primero de Castella, que se llegó a echar en la faena del torero francés, para finalmente morirse ‘patas arriba’ sin puntilla sin ni siquiera haber pinchado Castella. Aquí ni siquiera cabe aquello de “entre todos lo mataron y él solito se murió”; aquí se murió el ‘jandilla’ solito y directamente…