NOVENA PROVINCIA

Protestas de agricultores

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Están enfadados los agricultores franceses, que miran a los españoles como culpables de sus males. Están enfadados los agricultores europeos, que señalan a la Comisión y al Parlamento Europeo como los responsables de su delicada situación. Están enfadados también los agricultores españoles, que se mosquean con los galos por atacar sus envíos y que también miran al Gobierno de Pedro Sánchez pidiendo auxilio. Todos, desde el extremo más oriental de la Unión Europea a la parcela más occidental, coinciden en que no es rentable seguir cultivando, que precisan de más ayudas públicas, que hay que limitar la competencia de terceros países y que también en el seno de la UE hay que poner coto a los bajos precios de algunos estados con agricultura muy intensiva y con gran capacidad exportadora.

Para completar el cuadro, hay otro segmento que igualmente vive en el enfado permanente, sobre todo desde hace año y medio: el consumidor que llega al punto de venta y ve cómo los productos agrícolas y sus derivados se han encarecido muy notablemente. ¿Hablamos de los aguacates? ¿Hablamos del aceite?. Realmente , hablamos de todos los productos agrícolas.

La conclusión, si atendemos a todos esos enfados, está claro que algo falla. Y ese fallo hay que situarlo en Europa, que fue muy rápida creando una moneda común pero que ha mantenido políticas fiscales diferenciadas en los países, estructuras salariales igualmente diversas, subsidios según considera cada Gobierno… e incluso acuerdos con terceros países al margen de la propia UE. El resultado es una Europa agrícola que no es tal, pues son una veintena de países cada uno con su propia regulación, pero con el añadido de que no hay fronteras y lo que se produce en Murcia amanece en un mercado de Holanda. Como también lo que se exporta de Marruecos o de Colombia y llega a puertos europeos, está pocas horas después en las tiendas y los restaurantes de todo el Viejo Continente.

¿Metemos más ingredientes en coctelera? Pues ahí va solo un dato: España trae todos los años mano de obra marroquí para recoger la fresa de Huelva, y no porque no haya trabajadores en esa provincia andaluza, sino porque así se ahorra en costes salariales. Evidentemente, esas fresas llegan a Alemania a precios más competitivos.

Con todo eso, sobran argumentos para mirar a Bruselas y a Estrasburgo. Es ahí donde no se hicieron bien las cosas… pero es así desde hace años.

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