A quien madruga…

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José Antonio Ortega | jaortega@jaortega.es - www.jaortega.es

El señor Romero nos regaló hace un par de semanas otra payasada de las suyas. La primera, tal vez, de la nueva gira que inicia pensando en los comicios de 2015. Me refiero a la payasada de ir a tirarse una foto junto al notario, igual que hiciera en la campaña previa a las pasadas elecciones, prometiendo no presentarse en 2019. Se supone que para dar a su palabra la fiabilidad de la que carece. Como si las declaraciones públicas dirigidas a la ciudadanía a través de los medios de comunicación no comprometieran, es decir, no sirvieran para nada, y el hecho de acudir a la notaría fuera garantía de algo.

No sé qué opinarán ustedes al respecto, pero para mí el gesto lo dice todo. Y creo que podría prescindirse hasta de los comentarios. El hoy alcalde de Los Barrios da más poco crédito a lo que afirma que el crédito que le puedan otorgar, no ya sólo los ciudadanos menos afectos a su liderazgo y a su persona, sino incluso los representantes de los demás partidos políticos de la localidad que ejercen desde la oposición.

No he echado yo cuenta de las veces que fue al despacho del notario de Los Barrios antes de mayo de 2011 y, por tanto, no puedo echar cuenta tampoco de cuántos compromisos que asumió ante este fedatario público ha incumplido. Aunque me consta que cuando menos un par de ellos se ha pasado por el forro. Uno: la promoción de trescientas viviendas sociales para familias con dificultades, puesto que no las ha promovido. Y otro: la reducción del gasto político en un 25 por ciento, puesto que, al final, resulta que lo ha terminado incrementando con respecto a 2010 como consecuencia de las liberaciones de los concejales de su equipo de gobierno y la contratación del personal de confianza.

El señor Romero se ha montado este paripé no porque tenga la certeza de que va a revalidar su mandato gracias a las urnas, sino más bien por lo contrario. Se lo ha montado, créanme, para suplicar a los barreños que le concedan una segunda oportunidad y, al mismo tiempo, ofrecerles la tranquilidad de que, si se la dan, no tendrán que soportarlo más allá de otros cuatro años.

Me han soplado que anda don Jorge un tanto nervioso y ciscadito con lo que pueda pasar el año que viene, a juzgar por lo que apuntan los sondeos, y que es por eso por lo que se está tomando tantas prisas en vender su candidatura a la reelección como primera autoridad municipal.

De hecho, lleva desde antes del verano firmando convenios como un loco, inaugurando obras que ya estaban inauguradas, o a medio inaugurar, intentando poner nombre a espacios que ya lo tenían y organizando actos de homenaje en los que no puede darse el baño de masas que quisiera –salvo alguna que otra excepción– porque, según me cuentan, va muy poquita gente, etcétera, etcétera.

Esto es, anda el hombre, como alma poseída por el diablo, enfrascado en su adelantada, particular e intensa precampaña. Y lo entiendo. La perspectiva de quedarse en paro a unos meses vista y tener que ganarse las habichuelas como jornalero debe resultar harto preocupante. A menos que haya tomado ya, con la suficiente antelación, alguna que otra medida ante la posibilidad de encontrarse con ese escenario en breve y se haya buscado un boquete donde meterse, por si acaso. Algo así como una colocación bien remunerada –imagino– que le permita vestir de traje y no le obligue a agachar el lomo más de lo justo y necesario.

A fin de cuentas, es una verdad prácticamente contrastada que, si bien no por mucho madrugar amanece más temprano, a quien madruga, Dios ayuda…

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