A todas las madres

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(y a Isabel, que está siempre viva en mi ser)

Vuestro pecho, madresqueridas, son el grandioso puerto
en el que busca nuestra corporal nave
el tan necesario amparo y refugio
para en él calafatear y carenar cualquier daño infringido por los temporales.

Vuestros brazos, maromas sociales irrompibles,
lazos de sincero y verdadero familiar amor
que se extienden seguros y firmes
para recibirnos y darnos su grandioso calor
o, cuando decidimos zarpar y emprender singladura,
darnos empuje para afrontar la empresa sin pavor
porque una madre siempre esperará nuestra vuelta,
nunca duerme ella y aguarda en vela,
si la noche llega
y le faltan en su casa
los que son sus únicas alas,
pero es consciente que son también del mundo
y, cuando esas vuelan, vosotras madres,
comprendéis, viéndonos hacer piruetas a mayor o menor altura,
que es ley de vida, y es justo pues, los hijos/as no son nunca
cometas y el cariño no está en sujetar con las manos
el cordón umbilical que no dejaría libre volar;
a quien debe por siempre serlo.

Vuestras manos, permanentemente abiertas,
abanicos que nos dan el aliento preciso,
el aire mejor para hacer frente al existencial sofoco;
cuando todo se detiene,
y, hasta ni el palpitar se siente,
ahí, madres, están vuestras manos llenas, colmadas
de amor, cariño y brisas de verdad;
pues nunca jamás vosotras, madres queridas,
engañáis en esta vida.

En vuestro regazo, se halla el más grandioso jardín
en el que crece la flor de las flores,
la que tiene todos los colores,
y que se llama amor de los amores.

Madres buenas,
pañuelo de la mejor de las sedas
que siempre está enjuto para secar nuestras penas
y , aunque a vosotras el alma se os hienda
con el dolor que, cual cuchillo maldito
os rompe cuando veis sufrir a vuestros hij@s;
como sois de la más consistente madera
aguantáis para ser el seguro mástil que sostenga esta vela.

Madres, sin vosotras no seríamos nada
o quizá solamente , lo que ningún ser humano debe ser, infelices cometas
que quedaríamos yertas
rotas y perdidas entre las desérticas arenas
mientras una madre llora junto al fuego apagado de un hogar
porque, la infeliz bondadosa, queriendo dar todo no dio
lo único que en el medio social tiene valor,
dosificar el amor de modo que nunca sea ancla
para que impida navegar al barco
que, una vez preparado y dotado, ha de navegar
aunque siempre sabiendo donde está la Polar,
esa madre que jamás un/a marinero/a olvidará
porque si eso ocurre perderá su rumbo
y estará a merced de cualquier tormenta que le puede hacer naufragar.

Levar anclas sí, volar también
pero siempre con la vista puesta en la luz de nuestra vida,
el mejor puerto, la buena madre querida que, por muy lejos que estemos no nos olvida
porque sus callados suspiros
son nuestro palpitar mismo.

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